El acuerdo humanitario, personaje del año
Especial 2007Por Marsares
lunes 31 de diciembre de 2007 2:59 COT
Clara González de Rojas, madre de Clara Rojas, los diputados asesinados, Piedad Córdoba, Hugo Chávez, Álvaro Uribe, Gustavo Moncayo, los secuestrados, sus familiares, las FARC, todos ellos son protagonistas del año, por su dolor, impotencia, protagonismo, indignación, tragedia o barbarie que involucró a Colombia y el mundo. Su denominador común: el acuerdo humanitario. Por ello se constituye en el personaje del año.
Como un inquilino incómodo el acuerdo humanitario transitó por el primer mandato de Uribe, manoseado por las partes como un simple argumento para desprestigiar al contrario, hasta que variados hechos se fueron encadenando en el 2007 para convertirlo en personaje de primer orden, hasta el punto de poner el país a marchar a su ritmo.
El primer acontecimiento de trascendencia fue la huída en abril del policía Jhon Frank Pinchao, quien despertó de su modorra al país con sus relatos dolorosos de los secuestrados con quienes compartió su situación, en especial de Íngrid Betancourt, y la confirmación de la existencia de Emmanuel, el hijo de Clara Rojas, concebido y nacido en cautiverio.
Estas vivencias reavivaron aún más el caso Betancourt en Francia, con un nuevo presidente en el escenario, Nicolás Sarkozy, quien presionó a Uribe para que liberara en forma unilateral al llamado canciller de las FARC, Rodrigo Granda, con el fin de provocar una respuesta positiva de los subversivos, que al final no se produjo, pese a que con Granda un número importante de compañeros suyos también recobró la libertad.
Mientras un mandatario extranjero dejaba el papel de mediador y se convertía en protagonista, haciéndole perder iniciativa a Uribe, en Sandoná (Nariño) un profesor también pondría su cuota para regresar al primer plano el acuerdo humanitario. Gustavo Moncayo, padre del cabo de la policía Pablo Emilio Moncayo, presto a cumplir 10 años en poder de las FARC, comenzó una caminata hacia Bogotá.
Lo que empezó como uno de tantos gestos de desesperación de los familiares de secuestrados con el correr de los días se convirtió en un símbolo que comenzó a mover multitudes. Su entrada a Bogotá demostró que las voces por el acuerdo humanitario no eran pocas. Aunque Uribe se mantuvo en su posición, el acuerdo humanitario comenzó a ganar terreno
Pocos días después, la noticia de la muerte de los 11 diputados a manos de las FARC estremeció el mundo. Como en 1996, con sus marchas multitudinarias contra el secuestro, el 5 de julio cientos de miles de colombianos manifestaron su indignación en “la gran marcha por la paz”, pero no se evitó la polarización. Mientras una parte clamaba por el acuerdo humanitario, la mayoría propugnaba por continuar la guerra contra las FARC.
El mutismo de los alzados en armas y la presión interna y externa colocó el gobierno a la defensiva. Aunque la tesis del rescate militar se fortaleció, sus resultados no estaban a la vuelta de la esquina, sin descartar un resultado fatal, de ahí que la petición de la senadora Piedad Córdoba de poner mayor interés en el acuerdo, le mostró a Uribe un nuevo camino y no dudó en nombrarla como mediadora con amplios poderes.
¿Creía Uribe en el éxito de esta fórmula? Definitivamente no. Fue una jugada para acallar a los inconformes y mostrar voluntad de diálogo. Desde un principio le apostó al fracaso para debilitar aún más a las FARC políticamente y reforzar la solución militar. Fácil demostrarlo. Mientras la legisladora metió en el proceso a Chávez, a varios países europeos y al propio gobierno estadounidense, Uribe se dedicó a torpedearlo.
Sus alfiles ministeriales fueron cuidadosamente colocados en el tablero para poner en jaque lo que se pudiera conseguir. Los ministros del Interior, Defensa y Relaciones Exteriores, en cuanto escenario había, se dedicaron a una guerra verbal contra las FARC, no solo descalificándolas sino anticipando el fracaso de las gestiones, al tiempo que el titular de Agricultura recorría el país impulsando una campaña contra el despeje propuesto por los subversivos.
Pero contrario a lo que pensaba el Gobierno, por primera vez las FARC se movieron de sus posiciones y el acuerdo humanitario comenzó a ser posible. A tal punto avanzó el proceso por la influencia de Chávez y el apoyo de Sarkozy, que el propio Uribe también comenzó a ceder. Aceptó que Chávez se reuniera con Marulanda y abrió la posibilidad de hacerlo él mismo dentro de un proceso exitoso de paz, como lo calificó.
Pruebas de supervivencia de los secuestrados y la promesa de liberar a un grupo de ellos hicieron crecer el optimismo en el país. El proceso comenzaba a destrabarse y la Seguridad democrática a trastabillar. Sin embargo, una imprudencia de Chávez al llamar al comandante del ejército colombiano, pese a la prohibición de Uribe, le dio pie al presidente colombiano para retirar a Chávez de su papel de mediador.
El acuerdo humanitario, sin embargo, tenía su propia dinámica. Aunque la torpeza de ambos colocó las relaciones entre Colombia y Venezuela en su peor momento en muchos años, las FARC no estaban dispuestas a perder el protagonismo ganado y en una jugada maestra, sacaron del juego a Uribe al retomar el proceso con Chávez prometiéndole la entrega a él, y solamente a él, de tres de los secuestrados.
El mandatario colombiano quedó contra la pared. El permiso solicitado por Chávez para recoger a los secuestrados en las selvas colombianas y llevarlos a Venezuela, no fue sino de mero trámite. Comisionados de seis países avalaron la entrega mientras el de Colombia quedó como un simple coordinador de la logística en la parte colombiana. Un papel acorde con los nulos resultados obtenidos a lo largo de su gestión.
Nada qué hacer. Cuando comienza el ocaso de su era, Uribe ve cómo su peor enemigo, a quien la Seguridad Democrática arrinconó pero no venció, cobra nuevos bríos en el escenario internacional y Chávez, así sea informalmente, retoma su papel de mediador. El país y el mundo quieren resultados y Uribe no puede dárselos, al contrario de las FARC que, a través de los secuestrados, ve posible abrir nuevos espacios políticos.
No obstante, el fantasma del Caguán aún pesa en Colombia y no es fácil para la política reemplazar la guerra, aunque la Seguridad Democrática tampoco se ve como una opción real de solucionar el problema. Las FARC, por ahora, tienen la iniciativa, y con los secuestrados convertidos en mercancía, su liberación a cuentagotas será la forma de seguir manteniendo el Gobierno a la defensiva.
Sin embargo, las FARC también son presas de su propio invento. Un nuevo engaño unificaría al país y a la opinión internacional en su contra, aislándolas por mucho tiempo. Por fuerza deben comenzar a ceder en sus acciones criminales y en sus “inamovibles” si quieren sentarse a negociar, y dejar de lado el secuestro es un buen comienzo.
¿Lo harán? El “quizás” es una opción razonable para quienes estos cinco años de ostracismo político y militar les han demostrado que la guerra no es posible ganarla y que el país no volverá a caer en su juego de diálogos interminables con fines militaristas. El sucesor de Uribe, sea quien sea, evadirá esa trampa, por lo que una solución política al conflicto deberá tener una verdadera voluntad de paz.
No va a ser fácil para los amigos de la guerra aceptar que hay otros caminos que no pasan por los cuarteles y por ello al acuerdo humanitario le espera un camino tortuoso y prolongado, aunque es posible que la confrontación armada ceda en crueldad e intensidad y las partes comiencen a pensar en que la paz es más rentable que la guerra. Pero para esto se necesitan otros protagonistas.
Marulanda y la vieja guardia son un anacronismo al que esperan los tribunales internacionales por sus crímenes contra la humanidad y serán sus reemplazos los encargados de sentarse a pactar la paz en representación de las FARC. Respecto a Uribe, su Seguridad Democrática llegó hasta donde podía llegar, recortarle territorio a los alzados en armas y colocarlos a la defensiva, pero sin capacidad de vencer militarmente a la agrupación subversiva, deberá ceder el paso a las alternativas políticas.
Los tiempos de la guerra continúan, pero el ritmo comienza a variar ya no en función de la utópica destrucción del contrario, sino de las posibles ganancias políticas que de allí se generen. Vistas así las cosas, el acuerdo se constituye en el primer paso hacia la paz que, aunque lejana, comienza a verse como posible. Tarea propia de estadistas que será posible en la era post Uribe, no antes. Por ahora, los fusiles mandan la parada.
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lunes 31 de diciembre de 2007, 10:57 COT
Que dificil este tema… por un lado los secuestrados y sus familias, pero por otro el pais, su democracia. Tener que negociar con quienes solo merecen los peores castigos… yo no creo realmente que vaya a haber paz..ellos lo que quieren es ser libres narcotraficantes por eso se han ido a donde les dan esa libertad. Creo que el gobierno si pasa este nuevo tiempo deberian parar esta operacion y que Chavez y compañia se vayan a su casa.. y nos dejen a nosotros resolver nuestros problemas…
Como es posible que el pais este en manos de estos guerrilleros… todos pendientes de lo que quieran o no hacer…
Por eso es que Uribe lo repite, las Farc no cumplen nada…
martes 1 de enero de 2008, 12:18 COT
Es importante hacer hincapie en el discurso de Chavez de ayer, que contrario a todo lo que habia dicho, resulto diciendo de forma elegante por que le creia mas a Las Farc que a Uribe, eso es algo que los medios debieron centrarse, en vez del amarillismo de los insultos de cada presidente. Obvio que tambien deberian centrarse en los familiares en vez de en las palabras ridiculas del mesias y el manejos politico internacional, pero en fin, el punto es que otro protagonista dentro del acuerdo humanitario fueron los medios que fracasaron (en su mayoria) en su “intento” para crear memoria en este pais de cafres.
mircoles 2 de enero de 2008, 16:58 COT
macladu:
Infortunadamente, en las guerras, cuando no hay victoria total que generalmente deja a un país destruido, hay que negociar, y la historia abunda en ejemplos desde los primeros tiempos. Y respecto al conflicto colombiano, hace rato trascendió nuestras fronteras, poniendo en desequilibrio la región. A nuestros vecinos como a la comunidad internacional, por variadas razones que van desde las económicas, hasta las políticas, les interesa que se resuelva. Y si nosotros no tempos podido resolverlo en 50 años, creo que debemos permitir que nos ayuden en su resolución.
María Paula:
Las mentiras, las maniobras, las farsas, no son patrimonio de una de las partes. Añosa pero vigente la frase del legislador estadounidense Hiram Johnson, dicha en 1917: “La primera víctima de la guerra es la verdad”. Y respecto a los medios, de acuerdo por completo, hubo mucha desinformación o simplemente se limitaron a hacer eco de las versiones oficiales, violando una de las premisas del periodismo, su independencia y la confrontación de sus fuentes.
viernes 4 de enero de 2008, 14:22 COT
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domingo 6 de enero de 2008, 18:56 COT
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mircoles 9 de enero de 2008, 16:10 COT
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jueves 10 de enero de 2008, 11:45 COT
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martes 10 de junio de 2008, 09:33 COT
me parece que el acuerdo humanitario es algo que todos debemos llevar acavo ya que si todos somos trata de personas nos estariamos vendiendo y vendiendo a nuestrso seres queridos por eso si sabemo de algun secuestro debemos reportarlo a las autoridades