Mezquindad ambiental
Artículo destacado > Eco-grafíasPor Germán A. Quimbayo
jueves 5 de marzo de 2009 0:57 COT
La barbarie oscura de la humanitas insensata deja entrever, en el seno de la civilización, una oculta cara luminosa, una escondida conciencia lúcida. "Entre esa nebulosa humana alumbra un fanal encendido por quienes buscan la verdad; no están en un juego para vencer ni perjudicar a nadie". Son los que transitan los caminos de la creatividad, los desequilibrados en este mundo caótico: literatos, artistas, utópicos, cazadores de frases, poetas, visionarios de la luz, visitantes de regiones escondidas del alma humana, forjadores de sueños, profetas. Son los que conforman la conciencia lacerante de la humanidad: mártires, místicos, soñadores, pintores, coleccionistas de atmósferas y músicos captores de silencios y rumores. Son los locos. Viven en las fronteras de la realidad. Constituyen una vanguardia ocupada en la práctica ingrata del altruismo.
Alberto Mendoza Morales
El ser humano, tanto como individuo y como colectivo social, vive una época en donde esta especie es mezquina consigo misma. Sufre de su mezquindad, de su egoísmo. En una cara de la moneda, mucha gente sigue pensando que todo está perdido y se resigna ante la incertidumbre alimentando un círculo vicioso de la indiferencia. En la otra cara, las esperanzas que quedan son desconocidas y no se da lugar para “diseñar” o crear nuevos escenarios de conservación y por ende nuevas oportunidades de desarrollo humano integral, de la mano con un ambiente sano y un uso sustentable de la biodiversidad. Es así que la intención se diluye, se esfuma.
Me gustaría pensar que las cosas van a mejorar. Es paradójico. Cada vez los medios de comunicación reportan más sobre los temas ambientales y la crisis ambiental global. Sin embargo el discurso, el argumento, la razón de defender el Planeta se desgasta. Quizá como todo argumento político (porque por “naturaleza” lo es), el ambientalismo no ha estado exento de manoseos, tergiversaciones y distorsiones.
El Planeta se debate al vaivén de muchos conflictos ambientales, en donde confluyen radicalismos de todo tipo. Constantemente el choque de intereses genera bastante ruido. Visiones como el ambientalismo radical y la del desarrollo voraz (esta última matizada generalmente por un discurso “socialmente responsable” y la primera que no se atreve a dar la “talla” en proponer soluciones integrales y oponerse per se a todo), hacen que el ciudadano común termine por desinteresarse por los temas ambientales.
Sí, es cierto. Todo el mundo (hasta los gobernantes) hablan de una “crisis planetaria”, “que hay que cuidar el Planeta”, “de tomar medidas ante el cambio climático”, etc. Pero ni la crisis económica mundial logra consolidar y elevar un discurso ambientalmente consecuente, especialmente en los tomadores de decisiones.
Es así que el entrante gobierno de los Estados Unidos pareciera tener una posición más sensible frente a los temas ambientales. Incluso se han abierto algunos espacios y esperanzas al respecto, especialmente a lo que refiere al tema de emisiones de gases de invernadero. Sin embargo aún quedan rezagos e intereses muy fuertes que mantienen un statu quo de la insostenibilidad y en donde la Unión Europea (en representación de los países industrializados) ha mostrado un tibio y por momentos cuestionado liderazgo. Los movimientos ambientalistas no han dudado en sentar su posición, gracias a la falta de acción contundente en las agendas gubernamentales de países como Estados Unidos respecto al tema.
¿Y qué de los países no industrializados como Colombia, que vendrían siendo los más damnificados por una crisis climática global? Espero que frente a este interrogante nuestros gobernantes tengan más lucidez al respecto. Personalmente lo dudo.
En este tema del cambio climático, tardíamente se han dirigido los ojos hacia los bosques del Planeta, cuya importancia radica en la fijación de carbono, pero que se ven amenazados frente a los “cantos de sirena” (como hace poco lo llamó un conocido académico ambientalista colombiano) de vagas y nefastas soluciones como la aplicación de inciertos “mercados de carbono” o el avance implacable de los agrocombustibles. Al respecto, opera una “doble incriminación” (tal y como lo señalaban los autores de una publicación de la revista Conservation Biology) en donde modelos de producción como este están atentando en contra de la biodiversidad de selvas y bosques de toda la franja ecuatorial del Planeta, a cuestas de seguir poniendo en primer lugar nuestro mezquino interés de consumir energía, pasando por encima de otras formas de vida y por ende de nosotros mismos.
Los ecosistemas ya no funcionan como antes. Por ejemplo y solo por citar uno, ya se han identificado graves desórdenes en la estructura y composición de la diversidad vegetal en varias regiones del Planeta, que afectarían en el mediano plazo las funciones ecológicas de los ecosistemas, y por ende de servicios ambientales para nosotros, como la misma regulación climática. Nuestra mezquindad expresada en indiferencia e ignorancia frente al tratamiento y comprensión de este tipo de procesos no puede ser más visible.
Precisamente el agua va a ser uno de los elementos más afectados por el cambio climático. Según Mark Smith, director del Programa de Agua de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), “el cambio climático se hará sentir principalmente y en primer lugar a través del agua, con sequías, inundaciones, tormentas, derretimiento de los glaciares o aumento del nivel del mar”. Y para ello debe existir una buena gestión del agua, tema que se discutirá en el próximo Foro del Agua de la UICN.
Pero hay esperanzas. En el pasado Foro Social Mundial se hizo un importante precedente frente a la defensa del agua en el Mundo y especialmente en América Latina, en sintonía a la iniciativa que se viene promoviendo del Artículo 31, que pretende que el agua sea un derecho fundamental. De igual forma, en Bogotá hace poco se estableció un acuerdo distrital (número 347 de 2008) "por el cual se establecen los lineamientos de la política pública del agua en Bogotá, D. C.", que determinó unos elementos muy importantes e innovadores en la gestión del agua que se deben aprovechar y defender, como la garantía al acceso mínimo vital del agua y una gestión integral de este elemento.
Respecto al agua, he aquí otra muestra de mezquindad: la lucha por la defensa de este elemento en el mundo, que pareciera consolidarse, tiende a quedarse en el fragor de ambientalistas, activistas y procesos sociales de base, pues aún no tiene la contundencia que debería tener. Y respecto al caso del acuerdo 347 en Bogotá, nuestra mezquindad nos hace centrar la mirada a que los problemas de una ciudad como la capital de Colombia se reducen a enfrentamientos y juegos de nuestro agitado ámbito politiquero, que opacan los pocos espacios que se abren para mejorar la calidad ambiental en la ciudad, a cuestas de la sostenibilidad del mismo Distrito y del buen vivir de sus habitantes.
Más allá de lo que usualmente nos dicen, que lo que conocemos como “naturaleza” es importante, definitivamente el soñar en un mundo ambientalmente más amable no aplica en un Planeta que anda enfermo, no solo en términos ecosistémicos, sino en términos de ética humana, respecto del entorno en el cual la sociedad se desenvuelve. Y no se trata de proponer imposibles o absurdos como algunos “geoingenieros”. Se trata de retomar la sensibilidad, de deconstruir, de una vez por todas, esa dicotomía denominada hombre-naturaleza. Sentir que formamos parte de un todo. Para ello y como citaba don Alberto Mendoza, necesitamos de más personas soñadoras, genios que nos hagan retumbar los cimientos de nuestra indiferencia y mezquindad.
¡Saludos!
jueves 5 de marzo de 2009, 03:30 COT
¿Que mas da que el planeta nos vomite un día?
Después de todo, la especie humana es una especie en decadencia. Si bien las especies evolucionan, la raza humana por el contrario degenera. Esto siempre ha sido así. Las civilizaciones creadas son cada vez más fugaces porque ni siquiera hay evolución de la consciencia.
Admitámoslo, somos una especie que merece la autodestrucción. Esta es deseable para darle la oportunidad al creador de empezar algo mejor algo, una especie que no se degenere ni se corrompa como los humanos.
domingo 8 de marzo de 2009, 14:48 COT
Mezquino, cómo me gusta esa palabra, me recuerda a mi abuela porque sólo a ella se la he oído decir tantas veces y de forma tan acertada. Comparto plenamente tu punto. El ser humano es tan egoísta y tan incapaz de mirar hacia afuera, hacia otros (incluso hacia los suyos) que mientras haya para la casa, el carro lujoso, las vacaciones, el colegio caro de los hijos, y todos los demás gadgets electrónicos lo demás no importa, no sí importa en el sentido de “pobrecita toda esa gentecita que le toca tan duro en la vida, con vidas miserables”. Solamente cuando el ser humano vea que el desastre está encima y que ni casa, ni carro lujoso ni gadgets electrónicos sirven para cuando la catástrofe ambiental llegue, es entonces cuando pensará en qué hacer, en qué no se hizo, en quiénes se equivocaron, en qué no se hizo a tiempo y en seguir las recomendaciones que nos han hecho hasta ahora que en ese momento serán obligaciones.