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El acierto de pensar mal

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viernes 17 de noviembre de 2006 0:01 COT

Comentario fuera de órbita: Les recomiendo escuchar la banda Vox Vermillion, prueba de que el rock no se compone solamente de alaridos y, ni siquiera, de guitarras; esta es mi revelación musical del año, la conocí gracias a Pandora (que no son las que cantan aquel potpurrí de Juan Gabriel) y ahora escucho casi todos los días el único álbum de estos pimpollos gringos que, además, le dieron un nombre maravilloso a su debut: Standing still you move forward. Ahora sí, la columna de esta quincena:

El acierto de pensar mal

Puede ser un síntoma de provincialismo el que la cultura colombiana gire en torno a una sola revista. Por supuesto que hay más publicaciones, pero la opinión y las temáticas tratadas en El Malpensante (concebida inicialmente como una revista literaria) se han convertido en el eje central del quehacer cultural nacional. No pienso debatir el término “cultura” porque creo que los lectores ya saben a qué me refiero; soy conciente de que también incluye a la Negra Candela y al reggaetón, pero acá estoy hablando de la literatura, la música, el cine, el arte, el teatro y todas esas manifestaciones que se mencionan tan someramente en otros medios o apenas se escuchan cuando se trata de alabar a los típicos personajes visibles.

Salido de muchos de esos lugares comunes es como El Malpensante ha mantenido diez años de “carácter fuerte”, de “lecturas paradójicas” y de un estilo que rompió con los esquemas del país; eso sí, con una evidente influencia del New Yorker y otras obras de los intelectuales americanos como The Atlantic Monthly y Esquire. El humor, las posturas diversas y la referencia a muchos artistas (principalmente escritores y no sólo recientes) poco conocidos en estas latitudes, sumados a ensayos y análisis pertinentes frente a asuntos que van desde los nombres de los jardines infantiles hasta la política contra las drogas, hicieron que casi todas las personas involucradas en la cultura tomaran como referente obligado a la revista.

El 31 de octubre los malpensantes celebraron su décimo aniversario; el fin de semana que lo antecedió realizaron un festival con lanzamiento lleno de vino, invitados famosos, lagartos y los habituales gorreros de coctel (entre los cuales me incluyo). Evento con nombre de avión o de Ferrari (F-10) que prometen continuar cada año y que en esta primera oportunidad trajo de vuelta a Colombia al dialéctico Fernando Vallejo, permitiendo el diálogo con figuras de la importancia (para bien o para mal) de Fernando Gaitán, Alberto Salcedo, Juan Carlos Garay, Felipe Aljure y Antonio Caballero, entre otros. La revista consiguió el suficiente bombo como para lograr una concurrencia considerable a pesar de los altos costos de las entradas, vendidas en tuboleta cual concierto de Juanes.

Todo eso ustedes lo conocen de sobra, además habrán leído y escuchado varias entrevistas a Andrés Hoyos (el director) y Mario Jursich (el subdirector) sobre la publicación, el futuro, la actualidad cultural, Uribe (¿o Juanes?) y un aburrido etcétera. De paso se habrán enterado del consabido escándalo de Vallejo y algo más sobre la película de la que ya no queremos saber más: El colombian dream. Mi objetivo, tras esta larga introducción, no es loar a la primera revista que publicó mis escritos cuando yo apenas tenía 22 años (¡cómo pasa el tiempo!); ni hacer otra columna sobre nuestra moribunda cultura que, tristemente, se encierra en paradigmas y estereotipos algunas veces esnob, muchas veces pretenciosos y las otras cursis. Lo que busco es dar a conocer una cara menos visible de El Malpensante a través de Camilo Jiménez, quien ha sido su editor durante los últimos cuatro años y medio y, de paso, busco sacar algunas lecciones para quienes pretendemos seguir en la inestable chalupa de la literatura local, esperando no hundirnos en el intento de llegar a alguna orilla.

Además del factor monetario, ¿qué lo ha mantenido todos estos años en El Malpensante? ¿Cuál es el acierto de pensar mal?

Primero, si fuera por el “factor monetario” estaría trabajando en Cromos o en SoHo. Y segundo, lo que me ha mantenido estos años aquí es una suerte de doctrina de puño y letra: puño para los autores y letra para los lectores. Es decir, en El Malpensante realizamos un trabajo editorial como cada vez se ve menos en este medio: director, subdirector y yo establecemos una negociación conjunta —o discusión, si quiere— con el autor para que los artículos salgan fortalecidos, carnosos. Eso me gusta mucho, en cambio ahora en la mayoría de las editoriales, muchas revistas y casi todos los periódicos, el editor —o el “jefe de redacción”, vaya cargo— es una recepcionista: recibe textos y los pone de cualquier manera en la carpeta “despachado”. Y lo de “letra para los lectores” se podría resumir en que siempre estoy, estamos, buscando artículos excelsos (de ficción, periodismo, ensayo y lo que a usted se le ocurra), que presenten bajo otras miradas asuntos quizá más que pensados, o ni tanto. Con humor, excelente escritura, que exploren enfoques poco convencionales.

Desde su perspectiva personal, ¿cuál es el balance del F-10?

Todavía no sacamos la calculadora, pero podría decir que fue una inversión provechosa: tuvimos un poquito de notoriedad, o mejor, de visibilidad: algunas personas que no conocían la revista supieron de ella porque hablaron Poncho Rentería o la practicante de Cultura que hace las capsulitas de El Tiempo; otras recordaron que cuando eran angry young men (o women) estuvieron suscritos y ahora volvieron. En fin. Pregúnteme el año entrante.

Por otro lado, también reunimos a algunos amigos y colaboradores con los lectores que asistieron. Fue un fin de semana como de bazar de colegio, en unas instalaciones muy bonitas: las del Gimnasio Moderno. Le tengo que decir que a veces, cuando salía al balconcito a fumar, esperaba ver por allí a Hermione Granger practicando en su escoba.

¿Qué tipo de textos llaman su atención como editor?

Los que son sugerentes, están muy bien escritos, incluyen ironía o algún rasgo que asombre o divierta. Los que tienen buenas ideas, o que revisan de manera insólita las ideas establecidas. Los que ponen pereque, los que molestan con fundamento. Los que se dejan leer desde el comienzo hasta el punto final, sean del tema y la extensión que sean.

A la revista suelen llegar muchos escritores, ¿cuál es el proceso para definir quién es o quién no es un malpensante?

En las entrevistas al director y al subdirector que usted menciona arriba, ambos repitieron una frase que nos convoca a los tres: no publicamos firmas, publicamos textos. Cualquiera es un malpensante si piensa de manera diferente, con humor, con ideas y argumentos sólidos, con mucha ironía.

¿Cómo ve usted a revistas como Número y Arcadia y a otras más comerciales como SoHo, Gatopardo y la reciente Donjuan? ¿Qué hace la diferencia de El Malpensante frente a esos medios?

Pues la tarea de ver las diferencias se la dejo a usted: ábralas y compare. Número y Arcadia son revistas necesarias, siempre hay textos para leer en sus páginas. La sección de reseñas de Número es un mapa bien dibujado que permite conocer opiniones fundamentadas sobre libros y películas que están circulando por ahí; también aparecen por sus páginas de vez en cuando cuentos y cuentistas interesantes. Arcadia está llenando un hueco en cuanto a la difusión de la cultura en nuestro medio, y me alegra mucho que con cada número vaya tomando un perfil más seguro, más definido. Gatopardo acaba de tener un revolcón que le convino mucho: el diseño es más amable, hay mejor selección de artículos, ya no remiten a las páginas finales para conocer el desenlace de algunos textos, costumbre odiosa que tuvieron mucho tiempo. Y de SoHo debo decir que es impecable en la impresión y la producción, pero agotó su fórmula de “un día en la vida de…” “equis horas como…”: confundió periodismo gonzo con periodismo sonso. Lástima, porque Daniel Samper la empujó con garra afuera del albañal adonde la había conducido Pablo Jacobsen. Creo que puede ser momento del relevo para el director, o para el consejo editorial. En cuanto a Donjuan, hasta ahora me ha parecido una versión aguada de SoHo.

¿Qué es lo peor de ser editor en un medio independiente?

Que por épocas casi toca vivir en la oficina, y a mí me gusta mucho mi casa. Para que la revista se mantenga a flote debemos fungir como mercenarios editoriales: prestamos servicios a terceros, y a veces toca trabajar con unos materiales que estarían mejor… inéditos, por decir lo menos, y encima quitan mucho tiempo que sería más conveniente invertir en El Malpensante.

Bueno, también quisiéramos darle más vuelo a la revista, que sea mensual, que tenga más páginas. Quisiéramos poder publicar una buena crónica en cada número, pero las cifras no dejan: el balance todavía tiene muchos parches rojos por ahí.

¿Qué recomendaciones tiene para los escritores colombianos que están empezando y aspiran a hacer una carrera literaria?

Que lean mucho, escriban mucho y caminen mucho. En la segunda parte del Quijote hay una frase a primera vista cándida, pero que no lo es tanto: “el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”.

También les recomendaría que no se tomen la literatura, el oficio, tan en serio: un rasgo común de los principiantes es que consideran la literatura demasiado solemne, y el humor, la sátira y la ironía quedan proscritas de sus textos. Escribir no es buscar palabras raras y pomposas, quizá sea, entre muchas otras cosas, inventar mundos: ¿no es ese el oficio más divertido que pueda existir?

El Malpensante ha mantenido un cambio constante en sus páginas, ¿en dónde ha intervenido usted?

Bueno, tengo otros criterios en cuanto a la selección de textos que podrían ser publicables, diferentes a las del director y el subdirector. Eso amplía el rango de artículos considerados para su publicación. Ese es mi trabajo: buscar y proponer desde otras fuentes, con otros criterios. He intervenido entonces, quizá, en la variedad.

Para terminar, ¿cómo ve la avalancha de blogs frente a las revistas impresas?

Son dos medios distintos y creo que no comparables. Los blogs tienen la ventaja de la inmediatez, entre otras, pero tienen la desventaja de que no hay allí ojos distintos a los del autor; ese ombliguismo empobrece los textos. Las revistas, por otra parte… ah, huelen tan bueno, son tan bonitas todas… ¿sigo?

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7 comentarios a la entrada “El acierto de pensar mal”

  1. Mauricio Duque Arrubla
    viernes 17 de noviembre de 2006, 07:17 COT
    1

    Precisamente anoche leía el artículo de Juanita León en la última edición y me dieron ganas de hablar sobre él en mi blog. ¿Cómo hacerlo si la gente no lo conoce? Voy a ver si logro un texto decente y lo publico.
    Estoy suscrito solo hace pocos meses pero básicamente fue por la decisión de cambiar la revista Dinero por el Malpensante.

  2. Álvaro
    sbado 18 de noviembre de 2006, 16:09 COT
    2

    Me gustan mucho tanto la introducción como la entrevista. El concepto que el entrevistado tiene de los blogs se apoya en la ignorancia sobre la naturaleza de los blogs y sobre sus potencialidades.

  3. Daniel Páez
    sbado 18 de noviembre de 2006, 19:48 COT
    3

    No quiero defender a Camilo, pero cuando habla de “ombliguismo” en los blogs no es por ignorancia. Al contrario, su argumento cuestiona el que, en terminos literarios, algunos blogs sean realizados sin mayor trabajo editorial. Eso se ha prestado para que a veces se confunda la inmediatez con el simplismo, dando argumentos emocionales o basándose en la información que aparece en otros sitios.

  4. Ojo al Texto » Blog Archive » Hablando del ombligos, blogs y El Malpensante
    domingo 19 de noviembre de 2006, 18:26 COT
    4

    […] En Colombia pasa lo contrario. Aqu

  5. El editor
    lunes 20 de noviembre de 2006, 07:38 COT
    5

    Lastima que cada vez sea mas dificil acceder a los articulos del Malpensante via internet! La misma queja vale para el caso de la revista Numero (en cambio Soho se puede leer enterita en Internet, bah!) Entiendo que esta restriccion busca aumentar el numero de compradores, pero a la larga resulta en detrimento del numero de lectores (“letra para los lectores”), de la funcion cultural de la revista, que es lo que a fin de cuentas la distingue de Cromos, Soho, Donjuan, etc.

  6. popo
    martes 20 de marzo de 2007, 22:55 COT
    6

    qué man más bobo… Gatopardo cambió lo de leer las crónicas al final hace cerca de 3 años, eso no es nada del otro mundo. Se nota que no la lee y no sale del ego que distingue al Malpensante. Por otro lado, no tiene ni idea que la inspiración de DONJUAN no es para SoHo. DONJUAN toma otras fuentes, como GQ, Esquire, Details, que no tienen nada que ver con SoHo aunque están dentro de las revistas para hombres. También toma algo (mucho) de Gatopardo y Vanity Fair, debido a que su editor Fernando Gómez, era el editor de Gatopardo antes de la debacle que para nada ha creado un diseño más amable, por el contrario, crearon un diseño inmundo, tan mexicano como sus nuevos propietarios.

  7. Eduardo
    jueves 8 de mayo de 2008, 08:48 COT
    7

    Para conocer a cierto tipo de malpensantes, os recomiendo el siguiente libro:
    EL HOMBRE INSUSTANCIAL (SÁTIRA PARA MALPENSANTES)



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