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Sobre la ceguera

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Por

jueves 17 de junio de 2010 22:03 COT

Por Sergio Andrés Giraldo Galeano

(Acerca de las elecciones del 30 de mayo)

A mi amigo César Cano Muñoz, porque sé que a pesar de todo continúa creyendo en la Utopía.

Podría decirse que la distopía es una utopía desesperanzadora o una utopía siniestra. Si la Utopía nos invita a caminar –según la bellísima imagen de Eduardo Galeano-, la distopía nos obliga a paralizarnos. Si la Utopía es pulsión creadora, la distopía es atonía inmovilista. Si la Utopía es la expresión más depurada de nuestra capacidad imaginativa, la distopía es la máxima expresión del pesimismo. Si la Utopía es Igualdad, la distopía es sometimiento. Si la Utopía es Libertad, la distopía es esclavitud. 

Sin embargo, la Utopía y la distopía se ven envueltas en una situación doblemente dialéctica: primero, comparten un mismo origen pues ambas parten de una crítica al  presente para plantear una visión del futuro; y, segundo, la Utopía puede contener elementos distópicos, así como la distopía puede albergar situaciones utópicas. Esto dependerá de los sueños, proyectos o intereses que cada ser humano tenga, ya que “mis Utopías se pueden convertir en las pesadillas de los otros”.

La literatura utópica se funda en la Idea de Progreso y defiende la creencia en que, algún día, será posible alcanzar un máximo de bienestar para todos y para todas. La literatura distópica, por el contrario, tiene la visión de un futuro en el que no habrá lugar para principios esperanzadores y en donde las situaciones más trágicas siempre tenderán a empeorar.

Hace algunos años, cuando era estudiante de segundo semestre de Derecho, el Maestro Félix de Bedout Gaviria me recomendó la lectura de una novela bastante ignota que, junto a “Un Mundo Feliz” (1932)de Aldous Huxley y a 1984”(1948)de George Orwell, conforma la trilogía de las mejores distopías literarias del siglo XX. Se trata de “Nosotros” escrita en 1920 por el ruso Yevgeni Zamiatin.

“Nosotros” es una obra distópica verdaderamente desgarradora. El protagonista, D-503, quien es simplemente un número, relata la historia mientras escribe en su diario. Él hace parte de un reducido grupo rebelde que se enfrenta a un gobierno inconmensurablemente autoritario y que le confía la misión de destruir una mega-construcción que cruza la Tierra de Este a Oeste y que se conoce como el “Muro Verde”. Curioso es anotar que este cuadro es una prefiguración asombrosa del Muro construido en Berlín en la noche del 12 al 13 de agosto de 19 61, y que no sólo dividió a la Alemania de la posguerra, sino al mundo entero.

En la novela existe una institución que gobierna todas la zonas del planeta, y que Zamiatin denomina el Estado Único (recordemos que Huxley utiliza el término Estado Mundial y Orwell hace referencia a El Gran Hermano). El Estado Único controla la vida pública y privada de los ciudadanos destruyendo su intimidad por medio de mecanismos inverosímiles de vigilancia y control como, por ejemplo, la construcción de edificios de cristal que le permiten observar lo que hacen las personas en sus casas. El Estado Único persigue y reprime a los disidentes en tanto promueve en sus gobernados una homogenización del pensamiento y del comportamiento, anulando, de esta manera, su individualidad y su personalidad. El Yo se subsume en la colectividad, de ahí el título de la obra: Nosotros.

La naturaleza distópica de esta novela radica, precisamente, en que los pocos personajes que están inconformes con el régimen y que se atreven a luchar para transformar las condiciones de opresión en las que viven, nunca podrán hacer realidad sus ideales de Libertad y de Justicia. En este orden de ideas, “Nosotros” va en contravía de la Utopía porque en el mundo visionado por Zamiatin no existe otra alternativa que vincularse a la masa para obedecer al Estado Único, y sólo se garantiza la materialización efectiva de un derecho: el derecho a ser castigado.

No me atrevo a afirmar con la misma vehemencia de algunos amigos míos que en Colombia existe un Estado Fascista parecido al descrito por Zamiatin; pero convengo con ellos en que actualmente padecemos los despropósitos de un gobierno de derecha que intenta implantar un modelo de Estado que puede estar encaminado en esa dirección. Lo peor de todo es presenciar cómo el pueblo colombiano –consciente o inconscientemente- legitima y convalida ese proceso de fascistización.

Creo que en nuestra sociedad se han enquistado unos imperativos de inmoralidad que dirigen, tanto las actuaciones del Estado, como las del mismo Pueblo. Convertirse en mafioso o en contrabandista, en paramilitar o en narcotraficante, es la mejor manera de obtener respeto y reconocimiento. Para la mayoría de mis compatriotas el ejemplo lo da el traqueto. La sabiduría popular prescribe que “hay que comportarse como el traqueto, si esto no es posible, hay que volverse amigo del traqueto y, si esto tampoco se puede, entonces mínimamente hay que admirar y apoyar al traqueto”.

No hablemos de fascismo pues esta es una categoría política bastante controversial. Digamos más bien que en Colombia se está imponiendo -tal y como lo ha catalogado Gustavo Petro- una “cultura traqueta”. Por eso más que de fascistización, es válido hablar de un proceso paulatino de traquetización del pueblo colombiano. Proceso este que viene avanzando desde la década de los 80 del siglo XX, pero que ha adquirido una aceleración vertiginosa (y vergonzosa) durante los ocho años del gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

Las elecciones a la presidencia de la República de Colombia realizadas el pasado 30 de mayo de 2010 son la demostración incontrovertible de la anuencia y de la complacencia que mis coterráneos encuentran con un gobierno traqueto. Mi amigo César Cano Muñoz me escribió hace poco un correo preñado de frustración, en el que reflexiona sobre la victoria obtenida por Juan Manuel Santos en la primera vuelta:

“Una cosa es que la gente sea ignorante y otra muy distinta es que se empecine con el olvido.  Desplazados, desempleados, venteros de la calle, en definitiva, los que han sido víctimas de los santos ubérrimos, son ahora los que eligen de nuevo el garrote.  Y es que la pobreza puede curarse pero no la estupidez. Si bien hubo presiones de todo tipo, campaña sucia, chantajes, clientelismo, y todo lo que se alcance a imaginar, estoy convencido de que un gran volumen de esos casi siete millones de votos, fueron dados por personas a las que, si bien no se les puede exigir conciencia política, tampoco se les puede justificar su empecinamiento con el olvido.  No me extrañaría ver, el 7 de agosto de 2018, a José Obdulio Gaviria recibiendo la faja presidencial”.

Este mensaje, que destila a borbotones frustración y desengaño, se erige como un “de profundis”; como el lamento salido de las profundidades de un espíritu humanista que, desafortunadamente, será desoído. Más aún, en Colombia todo aquel que se atreve a romper filas frente a la homogenización mental que se nos impone, y a elevar su voz disidente en contra del régimen corrupto de la Casa de Nariño, es considerado un terrorista, un perverso, un anormal ó un enfermo. Zamiatín nos brinda esta imagen atroz de D-503, personaje principal de “Nosotros”,  quien intenta apartarse del Estado Único:

“Seguíamos marchando al mismo compás de los demás, y sin embargo, yo estaba separado de ellos. Este incidente me había sobresaltado tanto, que seguía temblando con todo mi cuerpo. De pronto me sentí a mí mismo y a mi propio yo. Todos aquellos que se dan cuenta de sí mismos, son conscientes de su individualidad, pero solamente el ojo inflamado, el dedo lastimado, el diente enfermo se evidencian; pues el ojo sano, el dedo indemne, y el diente intacto no parecen existir. De modo que sin duda alguna y con absoluta certeza uno está enfermo cuando siente su propia personalidad” 

¡Qué cuadro tan brutal! Que terrible es pensar que quienes no estamos de acuerdo con las artimañas con las que se viene gobernando a Colombia desde el año 2002 padecemos una patología que nos inclina al mal, porque los buenos –que son la mayoría- apoyan al régimen uribista, lo que es prueba suficiente de que gozan de buena salud.

No quiero decir con esto que quienes no nos sentimos recogidos en el proyecto de traquetización uribista seamos los verdaderamente sanos y que los realmente contaminados sean los otros, es decir, aquellos que están felices con el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Para mí el pueblo colombiano -uribista o antiuribista- sufre, en menor o en mayor medida, un padecimiento degenerativo, cuya cura aún no hemos podido descubrir. Carlos Marx, lo denominó “Alienación”, Erich Fromm lo llamó “Miedo a la Libertad”. Pero es José Saramago quien lo diagnostica con mayor exactitud: ¡NUESTRO MAL SE LLAMA CEGUERA! Los colombianos estamos ciegos.

“Por qué nos hemos quedado ciegos, No lo sé, quizá un día lleguemos a saber la razón, Quieres que te diga lo que estoy pensando, Dime, Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven”. (José Saramago, “Ensayo sobre la Ceguera”)

En esta novela, el Premio Nóbel portugués nos habla de un extraño tipo de ceguera que comienza a infestar a los seres humanos y que se propaga rápidamente por todos los rincones del planeta. Lo extraño de esta ceguera es que no sume a la víctima en la oscuridad, sino en una luminosidad blanca y opaca. Se deduce de allí que Saramago está hablando, no de una ceguera física, sino de una ceguera mental. Yo me atrevería a considerarla una ceguera voluntaria y me apoyo en esta metáfora para darle apellido a este artículo y para llamar la atención sobre la pérdida de visión del pueblo colombiano:

Están ciegos quienes, a pesar del genocidio velado tras el rótulo eufemístico de “falsos positivos”, votaron por el Ex – Ministro de Defensa Juan Manuel Santos Calderón quien es el responsable directo de estas masacres.

Están ciegos quienes continúan dando su aval a Álvaro Uribe Vélez a pesar de la yidispolítica, de la parapolítica, del enriquecimiento obtenido por sus hijos gracias a la Zona Franca creada en el Municipio de Mosquera (Cundinamarca) para su único beneficio y de la empresa criminal organizada tras el Departamento Administrativo de Seguridad (D.A.S), y cuyas acciones menos graves, cuales son “chuzar” o espiar a Magistrados, periodistas y miembros de la oposición, terminaron por ocultar infames actos de terrorismo, como ejecutar atentados contra dirigentes políticos y colocar bombas en lugares públicos para endilgárselas a la guerrilla.

Están ciegos los trabajadores de Colombia porque ya olvidaron que Álvaro Uribe Vélez lleva dos décadas atentando contra los derechos laborales, maquinando normas como  la ley 50 de 1990, la ley 100 de 1993 y ley 789 de 2002.

Están ciegos los cristianos de todas las vertientes que siguen confiando en unos sacerdotes y pastores que predican el amor infinito de un dios benevolente en tanto asisten a los juramentos de bandera y a las paradas militares para bendecir a uno de los ejércitos que más atenta contra los Derechos Humanos en el mundo. Esos mismos pastores y sacerdotes que en 500 años no han podido superar sus diferencias en cuanto a la “santidad o no de la virgen María”, pero que lograron encontrar inspiración divina para unirse y consagrar en corro la candidatura de Juan Manuel Santos Calderón.

Están ciegos los negros y los indígenas porque continúan nombrando como sus representantes a los mismos socarrones que históricamente los han traicionado y que acaban de unirse a la campaña de Juan Manuel Santos Calderón.

Están ciegos los que todavía no han descubierto ni sombra de corrupción en Andrés Felipe Arias y siguen creyendo que es casi un ángel y que no hace milagros por perezoso.

Están ciegos quienes afirman que el PIN (partido político conformado por familiares de mafiosos, narcos y paramilitares) no puso su fuerza electoral equivalente a casi un millón de votos al servicio de Juan Manuel Santos y que no hará parte de la coalición de gobierno en el Congreso de la República. 

Están ciegos quienes siguen viendo ideas progresistas y socialdemócratas en el Partido Liberal. Están ciegos quienes creen que Nohemí Sanín había marcado distancia con Juan Manuel Santos y que el Partido Conservador no se adheriría al Partido de la U en la segunda vuelta. Están ciegos los que, alelados por un discurso grandilocuente, creyeron que Germán Vargas Lleras brindaba la posibilidad de un cambio y que encarnaba la renovación de la política colombiana. ¡Ciegos estamos! Todavía no hemos podido ver que tanto Cambio Radical, como el Partido Liberal y el Partido Conservador subsisten gracias a las cuotas burocráticas y al dinero que diariamente le liban al erario público y que desde hace 8 años administra el uribismo.

Están ciegos quienes persisten en hacernos creer que de Antanas Mockus resolvió, gracias al “neoinstitucionalismo”, las contradicciones que existen entre democracia y neoliberalismo, entre protección de los intereses nacionales y respaldo al TLC, entre fortalecimiento de la soberanía y complacencia con la presencia de tropas extranjeras en nuestro territorio. Lo digo nuevamente, el programa de Mockus, así como su discurso, por paradojal que parezca tratándose de un científico, están por fuera de toda lógica y se cubren con “el traje nuevo del emperador”.

Están ciegos los dirigentes del Polo Democrático Alternativo que consideran una victoria el haber obtenido menos de la mitad de los votos que nos respaldaron hace cuatro años. Ciegos están Gustavo Petro y Carlos Gaviria porque fueron incapaces de superar oportunamente sus diferencias políticas (y personales) en aras de preservar la unidad del POLO. Están ciegos los miembros del POLO que no atienden los serios cuestionamientos hechos a la administración de Samuel Moreno y que van a generar que el uribismo recupere la Alcaldía de Bogotá. Estamos ciegos al creer que estos errores no cercenarán la posibilidad de que la Izquierda Democrática algún día pueda gobernar en Colombia.

El pueblo de Colombia está ciego, no así los magnates, mafiosos y mercaderes de la fe que lo gobiernan. ¡Ellos si ven! ¡Ellos si tienen suficiente claridad en sus objetivos! Ellos no parpadean ni un segundo porque saben que ese sólo descuido le puede significar la pérdida de su Poder.  

No creo que Yevgeni Zamiatín haya influido de manera considerable la obra literaria de José Saramago. Pero estoy seguro que es esa incapacidad para ver, expuesta en el “Ensayo sobre la Ceguera”,  y de la que sufren algunos pueblos, la que genera los excesos y arbitrariedades de los estados totalitarios radiografiados en “Nosotros”. La ceguera conduce al autoritarismo y a la victoria de la distopía. La lucidez fortalece la democracia y permite seguir avanzando en la construcción de mundos perfectibles. La lucidez –por decirlo de alguna manera- engendra la Utopía.

A pesar de que se perfilan en el horizonte otros cuatro años de iniquidades por parte del gobierno colombiano, que estará garantizando, además, la continuidad de sus políticas retardatarias y genocidas a favor de los ricos; a pesar de que se dispone con total impunidad ese escenario distópico, yo mantengo viva mi esperanza –mi Utopía- en que el Pueblo colombiano despertará. Soy consciente de lo difícil que es esto, dada la facultad que históricamente hemos tenido para demostrar que nuestra estupidez puede aumentar día tras día. Muchos hombres y mujeres sensibles ante la brutalidad imperante, y cansados de tanto luchar, han optado por buscar la realización de sus utopías en países “un poco menos siniestros”. Colombia todos los días se parece más a una pesadilla, pero como dice Michael Moore en “Capitalismo: una historia de amor”, su más reciente documental: “Me resisto a vivir en un país así. Y no me voy”. 

Tal vez en ello radique mi lucidez… o mi ceguera.

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8 comentarios a la entrada “Sobre la ceguera”

  1. Tequendamia
    jueves 17 de junio de 2010, 22:25 COT
    1

    ¡Caramba! Lo leo y no lo creo.
    ¿Puede haber tanta libertad de expresión en equinoXio o estoy soñando?

  2. Lully
    viernes 18 de junio de 2010, 07:52 COT
    2

    Una pluma exquisita la tuya, una delicia leerte y reafirmarme en el tema que comparto un 100%.

    Quiero resaltar estos párrafos:

    (…)No quiero decir con esto que quienes no nos sentimos recogidos en el proyecto de traquetización uribista seamos los verdaderamente sanos y que los realmente contaminados sean los otros, es decir, aquellos que están felices con el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Para mí el pueblo colombiano -uribista o antiuribista- sufre, en menor o en mayor medida, un padecimiento degenerativo, cuya cura aún no hemos podido descubrir. Carlos Marx, lo denominó “Alienación”, Erich Fromm lo llamó “Miedo a la Libertad”. Pero es José Saramago quien lo diagnostica con mayor exactitud: ¡NUESTRO MAL SE LLAMA CEGUERA! Los colombianos estamos ciegos.

    “Por qué nos hemos quedado ciegos, No lo sé, quizá un día lleguemos a saber la razón, Quieres que te diga lo que estoy pensando, Dime, Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven”. (José Saramago, “Ensayo sobre la Ceguera”) (…)

    (…El pueblo de Colombia está ciego, no así los magnates, mafiosos y mercaderes de la fe que lo gobiernan. ¡Ellos si ven! ¡Ellos si tienen suficiente claridad en sus objetivos! Ellos no parpadean ni un segundo porque saben que ese sólo descuido le puede significar la pérdida de su Poder. (…)

    Y termino con el convencimiento de que sóloi si despertamos de esa ceguera podremos ver un horizonte resplandeciente.

    Te abrazo y bienvenido a esta casa de equinoXio.

    P.D.: Saramago, uno de mis preferidos.

  3. hen
    viernes 18 de junio de 2010, 10:05 COT
    3

    Que buen artículo, muy de acuerdo con tú plantamiento,a éstas novelas que citas para medirlas con nuestra realidad nacional yo le agregaría la pelicula de Robert Wiene: El Gabinete del DR Caligari el cual es un analogía al facismo Aleman no muy lejos de lo que sucede en Colombia.

  4. lucia Ortiz
    viernes 18 de junio de 2010, 14:08 COT
    4

    Sera mejor escribir sobre la lucidez del colombiano que ha vivido ciego durante décadas y ahora estamos comenzando a ver la realidad ,desheredando muchas cosas ocultas que siempre han estado ahí que por x motivo las destaparon en este gobierno nada es nuevo con distintos nombres pero siempre como digo están ahí .Gobiernos mafiosos los ha habido, y todos sabemos que es asi,etc, etc, Ceguera es la que teniamos , mala memoria es lo que sufren algunos que no quieren ver a nuestra colombia desde hace no mas 50 añitos no se por que tanto asombro hoy

  5. Paola Cabrales
    sbado 19 de junio de 2010, 18:58 COT
    5

    Me recomendaron este escrito y me quedo con la sabiduria de Jose Saramago y el escrito suyo que a la vez compartire con el proposito de hacer algo por la salud visual de mis coterraneos.

  6. Bailarina
    sbado 19 de junio de 2010, 21:08 COT
    6

    Este artículo tiene para mí, dos cosas muy valiosas 1) el tema, sus planteamientos y opinones 2) la forma en como está escrito, no solo porque está bien escrito sino porque está desprovisto pasiones, maniqueismos y clasificaciones odiosas, desde mi punto de vista diría que es “justo”. Yo me acerco un poco a lo que aquí está escrito, salvo que nunca hubiera podido decirlo así de claro.

    Creo que soy una ciega a medias y pese a que trato de hacer lo mío cada día, lo que creo que es correcto y de hacer ver a otros que su acción sí hace la diferencia en el día a día (mi utopía) no tengo mucha esperanza de que las cosas cambien para Colombian, al menos no en unas pocas generaciones (distopía) porque creo que la estupidez es más fuerte que el valor

    Pd1: Gracias por la recomendación del libro de Zamiatin, lo buscaré.

    Pd2: A propósito del Ensayo sobre la Ceguera, tu escrito bien podría ser un homenaje a Saramago dada la coincidencia de su muerte.

  7. equinoXio » » Elecciones en Colombia, una consolidación de la ingenuidad y la desinformación
    domingo 20 de junio de 2010, 22:03 COT
    7

    […] la República de Colombia en el periodo 2010 – 2014.  En Colombia, no sólo la ceguera de José Saramago está de moda, hoy están celebrando  de forma anticipada […]

  8. andres esteban calvo
    martes 17 de abril de 2012, 21:16 COT
    8

    gracias sergio por, permitirnos, apesar de vivir esta realidad tan triste y deplorable, regocijar el pensamiento con tus palabras



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