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Columnas

Las voces de equinoXio

Produciendo un cuento de hadas

Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

26 dAmerica/Bogota Diciembre dAmerica/Bogota 2013 13:33 COT

Era lunes y era julio cuando yo tenía, al menos, tres certezas. Una: encontrar a una pareja gay que organizara bodas no sería sencillo. Dos: en caso de encontrarla necesitaría una maniobra complicada para confirmar su inclinación. Y tres: el sábado siguiente nadie me pediría que sostuviera el centenar de globos rojos que harían parte del final feliz de Yeny y Carlos.
Hoy, cuando ya no es lunes y julio es recuerdo, esas tres certezas han desaparecido.
***

La mañana del martes en que conocí a Sergio Acosta, uno de los organizadores de bodas que produce espectáculos únicos para las parejas que lo contratan, llevaba un ejemplo listo para explicarle, con delicadeza, porqué quería saber más de su mundo: tan inusual como es ver a profesores hombres dando clases a niños de pre-escolar es encontrar a un hombre que ocupándose de tareas que, en apariencia, han sido tradicionalmente femeninas.
Minutos más tarde me dijo que justamente el hecho de ser gay es su marca distintiva, porque cuando las mujeres sueñan con el día más feliz de sus vidas no sólo imaginan al príncipe azul sino que desean la magia que puede traer un hada madrina o, como ocurre en este caso, un padrino mágico.
***

Todavía no son las diez y media de la mañana de un sábado de agosto cuando Sergio sube a una camioneta, en la que puede leerse Sergio Acosta ─ Event Designer, que lleva, en el platón y bajo una lona negra, las compras hechas en un supermercado que más tarde será un ejemplo exquisito del caos en la tierra.
Mientras conduce, por la ya congestionada Autopista Norte, menciona algunos de los requisitos de su negocio:
─En este trabajo uno debe saber de todo: de vinos, de comida, el maridaje es importante, de protocolo, de moda, porque las viejas y las mamás siempre le preguntan a uno “¿cómo me voy vestida?, esto ¿me va a quedar bien?”. La profesión hace que uno se vuelva experto en mil cosas.
De otras habilidades, más y menos obvias, también necesarias para tener éxito en la organización de bodas, me hablará luego, entre sillas parecidas a malvaviscos, envueltas en plástico, y bajo un techo con luces navidad y ondas de tul.
***

Tan sorprendente como ver una caja de herramientas, robusta y bien dotada, haciendo parte del montaje de una boda, me resultó oír a Sergio hablando del poder de los huevos.
Quizás actualizando una costumbre, relatada por Rosa Pereda en El amor: una historia universal, que aconseja llevar huevos a las hermanas clarisas, para evitar que llueva el día de la boda, Sergio les sugiere a los novios llevar a un ancianato, y personalmente, tantos huevos como invitados hubiere a su matrimonio.
Luego, en la capilla que está a unos 150 metros del salón de recepciones, Jason, el auditor financiero con quien Sergio comparte viajes y vida desde hace más de un año, me dirá, al tiempo que prepara móviles hechos con palomas de papel y cuentas transparentes, porqué los matrimonios campestres no están de moda:
─En Bogotá tú nunca sabes cuándo va a llover, nosotros somos súper afortunados, nunca ─jamás─ nos llueve, pero es un riesgo que es mejor no correr.
***

Jason y Sergio, de pie en el lugar que Yeny y Carlos ocuparán horas más tarde, frente al altar.
Los detalles que faltan para terminar la decoración de la capilla sólo serán puestos después de que otra pareja se prometa amor eterno en una ceremonia que empezará a las cuatro de la tarde, pero los preparativos que se han tejido desde el día anterior ya comienzan a tomar forma.
Sergio habla de lo lindo que está quedando todo y de sus ganas de casarse. Jason sonríe, tal vez mientras piensa que el riesgo que sí está dispuesto a correr es el dejar que Sergio tome todas las decisiones de la organización de su matrimonio. Jason sólo quiere vivir la ceremonia de bendición de argollas y disfrutar la celebración, como lo han planeado desde hace meses, cuando aún no había pasado un año desde el día en que se conocieron.
***

A las tres de la tarde la magia de los árboles, que sostienen velas apagadas, y la del puente, sobre el que se colgarán globos de luz, se ve amenazada.
La organizadora de bodas, que está a cargo del otro salón que tiene la hacienda donde se casarán Yeny y Carlos, se ha llevado la escalera que estaba siendo usada para varias tareas del montaje. Un mesero va a pedirle que regrese la herramienta, pero la mujer no cede y responde “la cogí y ¿qué?”. Cuando Sergio se entera de la situación su escaso mal humor se enciende y deja ver la faceta de madre protectora que también usó a la hora del almuerzo, para convocar a todo su personal.
Más tarde la escalera volverá al territorio conocido, pero luego surgirá otra crisis que ahora nadie sospecha.
***

Los jeans, las camisetas y los aretes llamativos han sido reemplazados por ropa formal, oscura, y por joyas silenciosas. Las mesas del salón, los muebles para coctel y la constelación de accesorios que los complementan posan impecables frente a las cámaras de los meseros, de los floristas, de los luminotécnicos y de los fotógrafos profesionales.
El pastel, que en su único tercio comestible sostiene a una pareja de novios de madera, exhibe collares de fantasía en medio de una mesa cubierta con pétalos de rosas, mientras ve llegar a los postres traídos de un lugar frío y encerrado.
Una maleta con aire vintage, que Sergio siempre lleva a los eventos que organiza, y que fue usada por sus papás en su luna de miel, ahora está en el baño de mujeres, sosteniendo los zapatos de caucho que más tarde usarán las invitadas cuando necesiten descansar de los tacones. A centímetros de ella, una canasta discreta y una caja transparente guardan parte del inventario dispuesto para atender emergencias estéticas y estomacales.
***

Hacia las cinco y media de la tarde estoy al lado de Wilbur, el asistente principal de Sergio, esperando que los invitados y los ─ya─ esposos del otro matrimonio comiencen su celebración. Entre el séquito una mujer que tiene encima el brillo de las lentejuelas atrae la atención de Wilbur:
─¡Divino ese vestido!
Tal vez le recuerde, a este Licenciado en Educación Física, los que sus compañeras usaban cuando bailaba en el ballet Tierra Colombiana.
Los aplausos y las sonrisas siguen. La jefe de las aseadoras de la hacienda, que también está con nosotros, propone entrar a la capilla por la puerta trasera, para terminar la decoración.
Corremos con discreción, entramos y seguimos con los preparativos. Cierro la entrada principal mientras sigue el festejo de los esposos nuevos. Una aspiradora, también nueva, comienza a tragar pétalos amarillos.
Acomodo una especie de velas largas y huecas al lado de las bancas mientras Wilbur riega pétalos blancos a lado y lado de la alfombra roja. Llegan los encargados de las luces para instalar reflectores con filtros rosa y violeta. Uno de ellos hace templar la base metálica, escondida entre flores, que sostiene un farol blanco.
Llegan los amigos y los familiares más puntuales de Carlos y Yeny. Y entre ellos, ella.
***

La mamá de la novia, luego de ver el resultado, casi definitivo, del trabajo de más de setenta personas, dirá “¡¿eso era todo?!”, ejerciendo el poder de quien pagó para que su hija viviera un cuento de hadas.
La misma mujer inventará otra tarea de última hora para el personal de Sergio: poner más velas en las mesas del salón y en el puente sobre el estanque.
La orden se cumplirá mientras se alistan los juegos pirotécnicos y se desea en voz alta diciendo: “me voy a casar y le voy a decir al jefe que me haga el matrimonio”.
***

Hay lujos que un organizador de bodas puede darse, por ejemplo probar, bien entrada la fiesta, los cocteles con los que se embriagan los invitados, pero hay otros que están prohibidos, como dejar pasar mucho tiempo sin lucir una sonrisa en frente de quienes lo contratan.
Sergio, intentando olvidar la tensión extra que acaba de aparecer, vuelve a enfocarse en los protagonistas indiscutibles de la noche.
Antes de que comience la ceremonia religiosa le dice a Carlos que cuando vea a la novia debe besarla en la mejilla y no en la boca, poco después corre con Wilbur hasta donde está Yeny ─cien metros más allá─ para arreglarle el velo y para asegurarse de que el vestido, inmaculado, no se lastime al cerrar la puerta del carro que la llevará hasta la capilla.
***

Pasadas las siete de la noche y antes de que los novios esposos den sus primeros pasos, como pareja solemne y reconocida, me convierto, sin intentarlo, en la responsable de uno de los actos que le darán un carácter inolvidable a las escenas siguientes.
Diego, auditor jurídico, amigo de Sergio y de Jason, que es feliz organizando bodas, porque le dan espacio para “explotar ese lado gay que no puedo explotar en mi trabajo” en una empresa del gobierno, me pide que sostenga dos racimos de globos rojos mientras va a un lugar donde lo necesitan más.
Al regresar no sólo no se los devuelvo sino que tengo que oír a Sergio apurando para que los desprendan uno por uno para dárselos a las personas que llenan la capilla, antes de que Carlos y Yeny le den la espalda al cura, pues serán sorpresa y preámbulo del número de fuego que más tarde se verá en el cielo.
Y ahora que escribo, después de haber sentido los ruidos de la fiesta, las voces, el tintineo de las cucharas, la risa y el olor de la hierba, de alguna manera dentro de mí, usando palabras de Katherine Mansfield en Fiesta en el jardín, me pregunto si también hubo globos rojos en esa boda planeada en Suiza de la que Sergio, Diego y Diana, otra cliente de Sergio, me hablaron en ocasiones distintas.
***

Hace unos meses, cuando Diego llegó del trabajo se encontró con una situación inesperada.
En la sala del apartamento, que Sergio, Jason y Diego comparten, estaba Sergio ─que también usa ese lugar como sede de su negocio─ atendiendo a una pareja que hacía poco se había casado. La mujer, llorando, fue hasta donde Diego para abrazarlo y agradecerle el trabajo que habían hecho él y todos los demás, convencida de que sin su esfuerzo su boda no habría sido perfecta.
Era la misma mujer que semanas atrás había asumido todos los trámites necesarios para que Sergio fuera a pasar cuatro días en Suiza, planeando el sueño que luego se cristalizaría en Bogotá.
***

Son más de las ocho cuando los amigos y familiares de Yeny y Carlos, disfrutan el coctel y se relajan antes de oír los discursos del papá de la novia y del padrino, que con su final marcarán el comienzo de la celebración más alegre.
Jason aprovecha el momento para asegurarse de que todo vaya bien y ─sospecho─ para darles los datos de Sergio a las parejas que ya sienten antojo de casarse.
Al mismo tiempo los novios comen de pie al frente de la capilla, mientras reciben la atención de tres fotógrafos que miden la luz y ensayan composiciones, esperando el momento de empezar una sesión de fotos que poco podrá envidiarle a las protagonizadas por modelos profesionales.
Si bien Carlos difícilmente podría haber inspirado los rasgos del novio de Barbie, el escenario inundado de luz y plantas naturales motiva los saltos y los lanzamientos de velo que Sergio dirige para que los recuerdos inmortales transmitan la diversión y el encanto de esta noche.
***

Sergio, Jason, Wilbur y Diego utilizan sus modales más regios para llevar a todos hasta sus lugares, pero cuando las mesas se llenan todavía hay personas de pie.
A pesar de las incontables llamadas hechas por Wilbur para confirmar la lista de invitados, nadie pudo pronosticar la llegada de indecisos o despistados, por lo que un mesero debe llevar al salón más sillas de plástico transparente para atenderlos.
Una vez se ha controlado el último imprevisto la mayor actividad, durante un rato largo, se dará a en las sombras, como cuando Wilbur nos haga reír, improvisando brevemente la coreografía para una canción popular.
***

Hacia la una de la mañana Diego chatea con intermitencia, usando su teléfono; Jason intenta vencer al sueño mientras mira fotos de un hombre atractivísimo, en su cuenta de Facebook, también usando su teléfono; Wilbur pide a los invitados que dejen escritos mensajes con deseos buenos para los esposos nuevos, y Sergio se acerca al escenario para hablar durante las rifas del ramo y de la liga.
Las solteras rodean una pista de baile, armada con módulos de luces LED. En ella una ruleta animada por computador elige a la ganadora, que recibe un ramo distinto del que usó Yeny. El de la afortunada no tiene ni alfileres con topes que simulan gemas, declarando con esas ausencias quién es la dueña de la fantasía.
***

Son más de las dos de la mañana cuando la magia comienza a ser desmantelada.
Los platos, los cubiertos y las copas del brindis duermen en sus cajas, mientras Sergio escucha, junto a Jason, las quejas de un mesero y se asegura de que haya suficientes conductores sobrios.
Posiblemente a esa misma hora una pareja decide que ya es cuando, que es necesario comprometerse más, y para conseguirlo contratará a Sergio, que si tiene suerte comenzará el montaje de esa boda tras haber dormido ocho horas, y no sólo hora y media, como ha ocurrido en sus fines de semana más exitosos, en los que ha tenido que comenzar con los preparativos de una boda después de apenas haber desempacado los artificios de otra.

Fotos de esta crónica https://drive.google.com/file/d/0B-GpwHmV_gICMWl4eldHTkpsV0U/edit?usp=sharing

Un defensor prosaico de los clásicos

Estancias > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

13 dAmerica/Bogota Noviembre dAmerica/Bogota 2012 14:09 COT

Versión para llevar y leer en tu e-reader, si te apetece.

Pasar mucho tiempo en Uruguay puede engañar, haciendo creer que cualquier territorio más grande que el conocido lo es todo, así, Buenos Aires es Argentina y San Pablo es Brasil, sin embargo cuando el mundo propio, el que se construye con palabras, imágenes, sonidos, olores y demás sensaciones es inmenso, enorme gracias al esfuerzo constante que se hace para empujar los límites hacia afuera es posible descubrir que sí hay algo más, que es más lo que se desconoce que lo que se sabe.

Federico Arregui es el librero de El Narrador, una librería acogedora, en el barrio Pocitos de Montevideo, el primer paso en una ruta que permite recorrer el mundo a través de citas de obras clásicas y trozos de tangos, sin olvidar nunca que Montevideo tampoco es todo el Uruguay.

Federico ¿cuánto llevas en esto?

En libros llevo… ocho años.

¿Y cuándo dijiste “yo soy Librero”?

Yo trabajé desde el 98 al 2003, cinco años, casi seis años en realidad, porque fue un poco antes que empecé, en periodismo, cubría… hacía, no digamos crítica de libros porque es un poco soberbio… sí, hacía crítica pero bueno, a mí me gusta más la palabra de periodista cultural, entonces hacía reseñas y no críticas de libros… y de arte, y bueno, en el año 2003… me quedé sin trabajo y…

La crisis…

Sí, un [poco]… sí, la crisis y probablemente que además no me gustaba lo que hacía, como dice el tango “me rajaron del laburo por marmota y por sobón” y quizá bien rajado del laburo por marmota y por sobón, y por lo visto no me gustaba tanto lo que hacía porque nunca más volví a hacer periodismo y en realidad llegué… por equivocación, llegué porque ofrecían un trabajo para los libros y bueno, “vamos a probar, yo qué sé”. Venía sin trabajo, presenté el currículum y hace siete años… acá estoy haciendo… haciendo una profesión que te digo la verdad, te confieso, más allá de que me gusta muchísimo, no me veo haciendo otra cosa. Ahora también a los libreros chicos nos sucede que siempre estamos en la cuerda floja y diciendo “¿hasta cuándo vamos a poder seguir haciendo esto?”, entonces es un poco difícil por momentos. Yo no me veo haciendo otra cosa, me encanta lo que hago y trato de ponerle ingenio y a ver cómo hacemos pero hay días en los que uno siente que el negocio va bien, otros días en los que siente que va mal, entonces es muy difícil también hacer un balance y que uno diga… hay una cosa que nos sucede a todos, yo creo que a la mayoría, sacado Lionel Messi o Picasso o Mick Jagger, que se han dedicado a lo que les gusta y encima han ganado fortuna, hay como un costo de dedicarse a lo que a uno le gusta y es la pobreza, por lo menos si no la pobreza sí cierta justeza en la economía, pero sucede a nivel de todo… Casi siempre está la frase “bueno, pero hacés lo que te gusta”, es un consuelo de “te estás cagando de hambre”, que es curioso pero yo creo que los libreros un poco estamos hasta condenados a esa frase. (…) Yo creo que los libreros siempre tenemos que pensar un poco en ese consuelo, en esa especie como de premio de consuelo de que uno cuando hace lo que le gusta no gana plata, porque en realidad no estamos en el negocio más rentable. Sí creo que, ahora podemos ir a algo que yo no logro entender todavía, y es por qué hay grandes librerías y por qué hay gente que invierte mucho dinero en poner una librería, cosa que yo no logro entender aún.

Pero bueno, acá hay librero, una figura que está desapareciendo…

Creo que está desapareciendo el librero, y no me pongo como el ejemplo del librero. Quiero dejar muy claro que uno está aprendiendo de esto y el amor hacia los libros no te convierte tampoco… cosa que tampoco es una garantía de vender bien ni de hacer las cosas bien.

Federico ¿cómo haces para elegir tus lecturas en medio de semejante cantidad de opciones?

Ya a esta altura no leo, lo que hago es picotear, leer de mañana una cosa, de tarde otra, es más eso nos puede pasar a cualquiera que está mucho en contacto con libros, pero yo he perdido la relación casi de preso con el libro, que uno la guarda para las vacaciones. La gente te dice “yo quiero comprar diez libros para estas vacaciones”, yo quiero llevarme uno solo para las vacaciones y ver si me gusta ¿Querés que te diga cuál voy a llevar? 2666 de Bolaño. Es muy difícil para uno leer un solo libro porque obligatoriamente tenés que estar tratando de leer más de uno, porque tenés que venderlo, porque la única forma de venderlo es tratar de estar lo más actualizado para cuando alguien venga y te diga “no sé lo que quiero leer, no sé lo que quiero regalar, es un abogado de 50 años que lee poco”.

¿Qué autor recomiendas, uno predilecto que te guste mucho y que te gustaría que la gente lo leyera?

¿Renan Cevin ?… más que autor libros diría yo.

¿Qué tipo de libros?

El primer hombre de Albert Camus, Viaje al fin de la noche, Memoria del subsuelo de Dostoievski, quizás más que Crimen y castigo por la brevedad, por la intensidad; por supuesto Borges.

Siempre son clásicos.

Lo que pasa es que, claro, yo siempre estoy trabajando un poco con clásicos, por ejemplo un poeta que yo vendo muchísimo es Roberto Puarrós, poeta argentino, curiosamente menos conocido de lo que debería ser y lo vendo muchísimo, pero también porque lo recomiendo. Quizá yo no sea el ejemplo del lector que vende determinado material, que además es el que se vende en otros lados, ahora estoy vendiendo muy bien a [John] Steinbeck, Tortilla flat porque es un texto que yo leí hace muchos años que confieso también no releí en su nueva edición, tengo el recuerdo de haberme divertido mucho en mi juventud leyendoló y con eso me basta para volver a venderlo y para recomendarlo…también he vendido Libertad de Jonathan Franzen y cuando alguien me pregunta “¿lo leíste?” es como que uno se siente como que quedó en posición adelantada, está en orsai [off side], está fuera de juego, cosa que tampoco me gusta demasiado.

No me gusta que suceda con nada, hay cosas que indefectiblemente te van a pasar. A mí me preguntan si he leído El secreto… tengo por costumbre, en esta parte de la profesión, digamos en esa pregunta no mentir, tengo la mala costumbre de no poder mentir en eso, me cuesta decir “sí, sí lo leí” porque uno se está enfrentando en una cosa donde va mucho peor. Cuando me preguntan si leí El secreto casi siempre digo que no y ahí digo que toma de la ley de la atracción y un poco de la resiliencia, pero es un verso porque realmente… Ese libro no precisa del verso ni de lo que yo pueda decir de la ley de la atracción, ni de la resiliencia ni de la ley de la relatividad, porque es un libro que se vende solo.

[También] me han pasado sorpresas de hacer una mesa de poesía en la cual estaba Carver, Pessoa, Alejandra Pizarnik, Paul Celán, poemas de Maiakovski, como te decía hoy Puarrós, la lista por suerte fue muy larga y fue una cosa rarísima, se vendía, se vendía, se vendía, se vendió Vallejo, tuve que reponer, Hojas de hierba [de Walt Whitman] la versión bilingüe, se vendió Rimbaud, se vendio muchísimo, entonces esa sorpresa que uno tiene que se queda muy contento.

Esas personas que vienen por esos libros ¿vienen varias veces?

No, vienen por ese libro, se van, no vuelven, y si vuelven, vuelven por un libro parecido y si tú les ponés una mesa de ofertas a las cuales le estás ofreciendo la primera edición del Quijote, la que está en la Biblioteca Nacional de Madrid, a 500 pesos uruguayos no la van a llevar. Es un público que tampoco está mal ni hay que despreciarlo, se comporta frente al libro como yo me comporto frente a los zapatos. Yo no soy un consumidor de zapatos de cuero de cocodrilo, entonces cuando me tengo que comprar zapatos me dirijo casi siempre a un shopping, porque ahí tengo cuatro zapaterías, en las cuales lo que voy a hacer es un pequeño estudio de mercado que va a resultar en cuál es el zapato más barato y que me va a durar el tiempo necesario pero siendo barato, y con el libro hay gente que le sucede lo mismo. Lo que asocia es el artículo que está buscando con el cartel de librería, no el cartel de librería con el goce estético de entrar a una librería y rebuscar a ver si encuentro algo que me guste, como yo no asocio el goce estético de entrar y fijarme en todos los pares de zapatos a ver cuál es que tiene mejor mediasuela, cuál es el que tiene mejor taco y cuál es el que tiene los cordones más lindos.

Quizás si es un lector en el acto de lectura, pero no entiendasé como el ávido consumidor de libros, es un comprador de un libro, o de un género, que es el género de autoayuda, de superación personal, quiera uno llamarle como quiera, género que a mí no me molesta en lo más mínimo, que además siempre digo medio en broma y medio en serio, que no es de autoayuda, es de ayuda mutua, porque el día que un librero no ha vendido nada y viene un cliente y le compra 1500 pesos en libros de autoayuda, es casi de ayuda mutua, porque después con eso puede pagar el alquiler, puede seguir adelante y puede después darse esos lujitos de andar recomendando a Adolfo Bioy Casares o Samuel Beckett, pero lo confieso que el mes de ahora, octubre, vendí dos El secreto y dos El poder, que es la segunda parte de El secreto o no sé muy bien qué es, pero es de la misma escuela y de la misma autora. Son libros que cuestan 700 pesos, una cifra que un lector de buena literatura no puede, no quiere gastar, claro, entiendasé que cuando tú vas a comprar un par de zapatos una vez cada seis meses quizás te podrás dar el lujo de comprar un poquito más, cuando tú estás todo el tiempo comprando zapatos tenés que ver si te sobra el dinero. ¿A qué voy? Aquél que va a leer en una semana una novela y luego va a venir por un ensayo, y luego va a venir por un libro de poesía, y luego va a venir por un libro usado, si hay, de Historia, va a tener que acotar el precio de lo que está comprando, no así aquél que puede utilizar una tarjeta de crédito para comprar un libro de 50 dólares en cuatro pagos, porque va a ser el libro que va a haber en su casa, o por lo menos el libro que va a leer durante cuatro meses.

¿Cómo sería un lector maduro?

Probablemente los que menos se pavonean y aquel que… pero no de pavonearse de lo que leyó sino pavonearse de su pasión por la lectura “a mí me fascina leer”. Algo que un lector maduro o un lector… agradecido, digamos un vicioso de la lectura…es parte de su naturaleza, no va a tener que decir “me fascina César Vallejo” o “cómo me gusta leer a Roberto Puarrós”, a mí me encanta la poesía, no porque como dijo el poeta “para qué sirve la poesía si no para cuando un amargo penar nos averigua” y el lector de poesía no es necesario que diga todo eso porque no se enfoca hacia determinados libros sino hacia el género, hacia la actividad de lectura. Lo que la gente que lee poco siempre avisa es de cómo practica la actividad de la lectura, directamente, no te dicen “yo leí ese libro” es “a mí me encanta leer”.

Casi siempre los que vienen y me dicen “porque yo antes que ropa me compro libros”, desconfío de ese… no de ese lector sino de ese cliente, porque en realidad el cliente de libros… quizá no… pero uno no dice que ama lo que precisa, uno lo precisa, y uno precisa de los libros. Que uno piense amo a Vallejo, me fascina Vallejo, no es un Vallejito de emergencia, es lo que uno precisa cuando se siente mal, es abrir y recurrir a Vallejo… yo a los Poemas Humanos, otros irán a Los heraldos y otros buscarán a Ruben Darío y otro buscará a Miguel Hernández, pero uno no lo ama, es una diversión.

En las librerías como la mía, las librerías pequeñas donde uno trabaja con el cliente, donde lo conoce, sucede mucho menos esa especie de ufanarse de lo que uno ha leído porque en realidad uno ya lo conoce al cliente y el cliente lo conoce a uno y no es necesario.

¿Quién se dejaría recomendar más libros, un lector novato o uno maduro?

El lector maduro, el tema es que yo también, no quiero parecer vanidoso pero la librería trabaja con ese lector… ese es el lector más asiduo, lector que muchísimas veces, y te diría sucede muchísimas más veces de lo que uno quisiera, es un lector que sabe mucho más que uno, o sea casi siempre que el que está en orsai de alguna manera no es el lector sino uno , lo cual no está mal, en cierta forma uno se siente en la obligación de decir bueno…

Desafía…

Es un desafío y hay que leer más, hay que conocer más… por eso motiva. La librería mía al trabajar con textos clásicos, que mal que bien todos hemos leído alguno; yo no he leído todas las novelas de Faulkner pero he leído como para saber cómo es Faulkner, no he leído todas las novelas de Onetti pero he leído como para saber cómo es Onetti, no he leído todas las novelas de Luis Fernando Céline pero también más o menos uno sabe, uno ha intentado leer lo más prolijamente posible a Borges, tampoco por supuesto completo pero más o menos sabe… entonces ahí no hay tanto el riesgo del decir “carajo, ¿qué le digo?” como cuando aparece un escritor, por poner un caso Al poder, Jonathan Franzen con la novela Libertad, que está considerada una gran novela, como la revelación en Estados Unidos y la cual confieso no haber tocado.

La gente que viene acá es grande, es joven…

De todo, la parte infantil funciona muy bien, tiene su rincón, que yo le di. Directamente al principio cuando yo planteé la librería pensé hasta no poner porque, pero no es por tema de precio sino por un tema de cómo hilar, no es la parte que uno más conoce, más allá de que tampoco es un sector difícil y en un momento dije no, es una librería de barrio, es una librería que pretende que aquel que no haya leído clásicos pueda venir a buscar Albert Camus, Céline, Carpentier, La vorágine, uno puede venir a buscar cosas que no son recientes pero es una librería de barrio, de eso no hay que olvidarse. La librería de barrio vive del barrio y en el barrio no todos siempre tiene ganas de leer clásicos o novelas editadas en 1930, y particularmente el sector infantil es uno que hay que tener, es un sector que funciona y que además le da mucha vitalidad, mucha movilidad, muchas cosas lindas a la librería. Es un sector que lo puse sin saber cómo iba a andar y no solamente me ha resultado, (…) se mueve, es una parte que vende, es una parte que además tiene su público, y es un público que a mí particularmente no me molesta en lo más mínimo atender, los adolescentes son un poco más complicados.

El sector infantil [es]“yo quiero un libro de dinosaurios y listo”, y si no tenés un libro de dinosaurios, no, “pero tengo uno precioso de hadas”, “las hadas no me gustan, me gustan los dinosaurios”, como también puede a la media hora volver con el criterio cambiado de decir “ahora ya leí el de los dinosaurios y quiero el de las hadas”, pero no lo vas a convencer al niño de que en realidad si vino a buscar el de dinosaurios es mejor el de las hadas. Ahí tenés el comportamiento ideal, un comportamiento que uno agradece en el lector que es infantil, y hay comportamientos que se parecen mucho al del lector maduro, viene sabiendo lo que quiere, cosa que no sucede otras veces, con otro lector o con el que regala libros “porque a mí me fascina regalar libros, yo si regalo, regalo siempre libros”, “bueno, pero ¿qué es lo que quiere regalar?”, “ay no tengo ni idea, es para una amiga” “y ¿qué lee su amiga”, “ah, no sé”, “¿qué hace su amiga?”, entonces uno ahí tiene que hacer una especie de censo: “¿qué es lo que hace su amiga?”, “mi amiga es profesora de yoga”,” impecable, ¿qué edad tiene su amiga?”, “54”, “muy bien, entonces vamos a regalarle un libro que le explique a su amiga que sigue siendo bella, que nunca se va a convertir en una mujer vieja y fea, su amiga ¿está casada?”, “no, mi amiga está divorciada”, muy bien ,afinamos más el concepto y ya sabemos hacia dónde vamos (risueño).

En Colombia se tiene la percepción de que en Argentina los libros son baratos, ¿cuál es la percepción en Uruguay?

Que en Argentina los libros son baratos. A veces es una percepción correcta y a veces es una percepción errónea. Siempre está esa idea de “bueno, me lo compro en Argentina”. El otro día justamente… una clienta había comprado La historia del arte de Gombrich en Argentina y le había costado 5 dólares menos que en Uruguay, yo le decía “lo hubiera comprado acá con una financiación de tres meses”, también hay otra cosa que de eso podemos un poco hablar, el tema de la cuenta, de casi como la libreta del almacén donde uno iba y anotaba lo que iba gastando y pagaba a final de mes…

¿Ese sistema funciona acá?

Acá en esta librería sí, y mucho, y es una forma de que vuelva.

Buenos Aires lo que sí tiene, por supuesto, [es]que uno entra a una página de una librería y se quiere morir, digo uno como librero, [frente a] esa cosa masacotada, más chiquita que tenemos acá, es una variedad descomunal, una variedad inclusive de editoriales propias, chicas, como Eterna Cadencia, Caja Negra, Las Cuarenta, Negro Absoluto, que acá también hay, y acá ha mejorado muchísimo la calidad de edición, inclusive hay una cantidad de proyectos chicos que están andando muy bien, muy bien como anda El Narrador y todas las otras librería chiquitas, a los golpes, pero sobreviven.

Pero en Buenos Aires por supuesto hay mucho más, y hablamos tanto de Buenos Aires, tanto que a veces yo pienso me interesa lo que hay en Buenos Aires, pero me interesaría ir hasta Rosario a ver qué es lo que hay, me interesaría ir a Córdoba, la docta, que me imagino que ahí, que es justamente donde está la Universidad de Córdoba, una de las ciudades considerada polo cultural de Argentina. Fuera de Buenos Aires, alguien debe estar haciendo algo, entonces más allá de los precios, esa concepción que se tiene en Colombia de lo que sucede en Buenos Aires, o de Uruguay [de] lo que sucede en Buenos Aires, o [en] Buenos Aires de lo que sucede en Santiago de Chile; lo que es imperdonable es que una editorial y librería, que se llama Metales Pesados en Santiago de Chile, lo que edita no llegue a Montevideo. Es una pena.
Hay un texto particularmente que se llama El narrador de Walter Benjamin que a mí me encantaría leerlo, porque confieso que no lo he leído, más que partes tomadas de otros textos de Beatriz Sarlo y después sé que en internet se puede conseguir pero me interesa más leerlo [en papel], y encontré que estaba editado por esta librería que se llama Metales Pesados pero no llega. No tengo la más mínima idea de qué es lo que se edita en Colombia. Sé que en Venezuela [está] Ayacucho, que en realidad es un fondo fundado en su momento por un uruguayo, por Ángel Rama cuando vivía en Venezuela, descomunal, que es una maravilla… ahí queda ─señala un anaquel─ en El museo de la novela eterna, eso es Ayacucho es un fondo muy grande, muy lindo y sin embargo tampoco llega. En alguna época acá se estuvo distribuyendo Ayacucho, había un distribuidor en Uruguay, un muchacho que lo estaba trayendo; igual que los sellos editoriales y que las librerías, las pequeñas distribuidoras funcionan tan bien que van a los tumbos. Algo sucedió, por algo el muchacho no lo pudo traer más. Realmente que haya una Iberoamérica que se surta de libros que vienen solamente de Buenos Aires o de España, habiendo mercados editoriales como México, que también llega poco a Uruguay por ejemplo, a veces da un poco de pena.

Creo que de la misma forma que en Montevideo se puede hacer Editorial Hum, que están haciendo cosas muy lindas, o Irrupciones, que es un sello nuevo también, [Mario] Levrero quizá en este sello es dignísimo de estar en una librería de Bogotá, de la misma forma que el escritor… creo que es Juan Gabriel Vásquez, Los curiosos, cuentazo y ¿dónde lo encontré?, en una editorial Eterna Cadencia en una selección de autores nuestros, nueva narrativa latinoamericana aparece un cuento, pero me imagino que quizá Vásquez esté editado en alguna editorial chica colombiana.

¿Crees que el periodismo narrativo está moviendo editorialmente cosas o no? porque hace poco se hacen recopilaciones de Osvaldo Soriano y Martín Caparrós.

No te sabría decir porque acá tampoco hay demasiado… Se hizo una biblioteca, una recopilación Soriano Seix Barral hace 10 años, que ya no está disponible, y alguien me puede decir “hace 10 años no es hace tanto”, bueno, ese es el tema, para que ya no esté disponible, para que ya no esté en el mercado. Creo que se lee periodismo, pero creo que es la tiranía de la novela, pero no creo que se mueva más. Creo que la gente cuando dice voy a comprar un libro se refiere a una novela, es muy difícil sacarlos de la novela. Yo soy un apasionado de los cuentos, yo creo que el cuento debe ser perfecto, debe ser redondo, como dice Erskine Caldwell el cuento tiene su nacimiento en la primera línea y su resurrección en la última. Hay una circularidad en el cuento que la novela no la precisa y sin embargo que la gente lea cuento da mucho más trabajo, que tampoco está mal y todo es entendido y todo es llevarlo del otro lado. Hay menos tiempo, hay necesidad de ocupar un poco el tiempo en una historia que… la literatura no es más que vivir vicariamente vidas que uno no vive, en cierta forma la novela nos permite vivir esas vidas, en forma más largas, más desplazadas. El cuento necesita de la concentración del lector de otra manera.

Pero es más breve…

Es breve, curiosamente para los tiempos modernos. Yo por ejemplo recomiendo y vendo mucho la Antología de la literatura fantástica: Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, porque no solamente es una antología deliciosa, es una cosa perfectamente bien hecha, más allá de que le faltan una cantidad, entre otras cosas porque Borges, Bioy y Silvina se podían dar el lujo de poner a este sí y a este no; en aquella época no había internet y probablemente si se olvidaban de alguno era porque quisieran y no porque no supieran qué había escrito; pero el cuento, particularmente ese libro, como forma de cuando uno termina un libro y va a empezar otro, hacer como una especie de zapping, en la cual uno terminó de leer imaginemos, no sé, la biografía de Napoleón, por lo menos un lector un poco desprolijo, yo por lo menos y después voy a comenzar a leer una novela de Nick Hornbey, preciso que el personaje se saque el gorro de Napoleón porque si no me queda el personaje de Nick Hornbey con el gorro de Napoleón, entonces leer un buen cuento para salir de una cosa y entrar en otra creo que es ideal. Lo vendo mucho, lo recomiendo pero insisto, el cuento es algo que ya en este momento no se vende demasiado, cuesta vender y la gente cuando se refiere a “quiero comprar un libro” o “no tengo nada para leer” se refiere a la compra de una novela. Es mucho más raro vender un ensayo, hay ensayos que uno los vende, también, no son todos porque no en vano Ricardo Piglia se convirtió en el escritor importantísimo, pero creo que son ensayos o formas breves muy fácil de vender para un lector, además el hecho de que se refiera al acto de la lectura ─El último lector─ lo vuelve un ensayito interesante, pero uno a veces encuentra libros más fáciles fuera de la novela para vender…

Quizá una historia [de novela] es una piscina y un cuento es una palangana, a veces es mejor pegarse un baño en una palangana y no ahogarse en una piscina. Confieso yo que si la novela es una piscina En busca del tiempo perdido es el océano y yo me hago a un lado y nunca he podido flotar dentro de esa novela. No siempre hay que leer novela, ni tampoco me parece mal que [la gente] lea novelas y deje de leer cuentos.

¿Qué opinas de las librerías donde ubican los libros por medio de un computador y de los supermercados que venden libros en rebaja?

Vamos a lo cierto, uno trabaja en una librería que tiene cuatro metros por seis, yo qué sé, me parece que no está mal. Soy una persona un tanto relativa y nada me parece esté demasiado mal ni demasiado bien. En realidad dice Luisito Rosales, poeta español al que quería mucho Onetti, hijo de quien escondió a Federico García Lorca, dice Rosales “porque todo es igual y tú lo sabes, y probablemente todo es lo mismo”. Uno piensa un poco en aquella caída de Albert Camus en aquel personaje cuando se da cuenta de que todo es igual y de que en realidad es lo mismo leer, no leer, la condenación es anterior y no se pelea contra el mundo, es un tanto nihilista, pero venir a decir ¡este es buen lector, este es mal lector, esto se hace bien, esto se hace mal, esto se hace así, esto se hace asá!

Me choca tanto el que considera la lectura como una cosa casi sagrada como el que la profana, lo mismo el mercado del libro, el que considera el libro casi como una cosa sagrada, el que lo profana revolcándolo al lado de los fideos, te diría que me da un poco lo mismo, por supuesto a mí me gusta más la librería de Alberto Casares en Buenos Aires que el Geant ─supermercado─ de Montevideo para comprar libros en donde hay una batea, también confieso que me da la misma avidez comprar en un lado como en el otro y que estoy seguro de que en el Geant podés encontrar aquel libro de periodismo narrativo de Osvaldo Soriano que no pudiste encontrar en todo Buenos Aires, porque el mercado además tiene esa cosa jodida, pero bueno es así, el buen lector compra más caro en buenas librerías y aquel que por H o por B no llegó al libro lo termina comprando rebajado en un supermercado.

Si quieres escuchar un fragmento de esta entrevista puedes hacerlo en este enlace.

A mí personalmente no me gustan las pirámides en las vidrieras hechas de libros, me parecen aburridas, no me gusta que si salió el último libro, Libertad de Jonathan Franzen pongas 54 libros en la vidriera. Entiendo sí, que para determinado lector que va al shopping a comprar un libro ligero y que le gusta ver la vidriera, está en la vidriera, está adentro, lo compré, pin, tarjeta de crédito, tres pagos, me fui. Me interesa tres carajos que vos me hagas creer que es el último, que no te queda más, cosas que me suceden a mí también con los pares de zapatos, lo que habría que definir un poco es si el libro es un artículo para tomarlo con cierta…

¿Ceremonia?

Sí, o es un artículo de entretenimiento en un mundo donde cada vez hay más artículos de entretenimiento, en un mundo donde arribamos a la utopía que el hombre viene buscando desde siempre y desde la biblioteca de Alejandría, desde la enciclopedia de Egipto y es reunir todo el conocimiento en un solo lugar y ahí está internet para ello en un mundo en donde la gente tiene cada vez menos plata y menos tiempo…

y es más infeliz…

Sí, probablemente es más infeliz con muchos más libros, entonces ¿ha servido el libro para hacer a alguien feliz?, hablamos de qué es ser feliz, tú acabas de decir que es infeliz, sí, probablemente sí. Ahora, probablemente la buena biblioteca de un buen lector, no hablo de un académico o un catedrático, tiene 500 volúmenes, la biblioteca de Dante quizás no tenía 500 volúmenes, por supuesto que la de Homero no tenía 500 volúmenes, lo damos por descartado, la de Cervantes no sé si tenía 500 volúmenes , que leía las páginas de los diarios que encontraba tirados en las calles de Madrid, entonces… quizá esto no es para resolverlo en una entrevista y mucho menos yo y yo no lo sé, pero quizá el tema es ver si efectivamente el libro es un artículo tan importante y tan sagrado, o es una de las pocas cosas que el hombre arrastra desde su origen y a esta altura es de alguna forma como el cordón umbilical o lo que le queda, cortarlo de un hachazo sería reconocer que nos fuimos a la mierda y que ya somos otra cosa. El libro a esta altura tiene más de sagrado por su pasado que por su presente, a lo que voy, como bien dice Umberto Eco, el libro es de esas cosas que ya están terminadas y no se pueden mejorar, como la cuchara. Tú puedes hacer un cuchillo de filo, de sierra, una cuchilla alta, grande, fina; un tenedor puede tener tres, cuatro, cinco puntas, dos puntas pero la cuchara probablemente esté terminada como está porque si la hacés convexa probablemente no te va a funcionar a menos que la des vuelta. El libro funciona un poco igual, el aljibe también debe ser uno de esos inventos que el hombre hizo que ya está terminado, igual que la rueda, ya no se le puede poner nada, está terminada desde el día que el hombre la inventó, quizá lo que uno deba definir es si el libro es tan sagrado o si fue en alguna época tan sagrado [como] cuando alguien como El Quijote perdió el seso leyendo libros de caballería. Quizá en el mundo de hoy lo que nos quede, la relación más fuerte que tengamos con los libros sea lo que fueron para nosotros “nuestra memoria está hecha de lecturas o páginas, libros cuya lectura fue una dicha para nosotros” dice Borges y quizá nuestra memoria como especie esté hecha de haber logrado aprender a leer, de haber logrado aprender a andar con un libro debajo del brazo, de haber logrado aprender a mentirnos y a creernos historias unos a otros, de haber logrado traducir, y llevar de una lengua a la otra y conocer así lo que piensa un escandinavo o traer hacia Latinoamérica, al mismo tiempo que se trajo la conquista, la cruz, el idioma, la Biblia. Quizá el libro, pensando en la Biblia, sea el invento más importante que ha hecho el hombre, entonces considerar que ese invento esté corriendo riesgo luego de haber cometido etnicidio, luego de haber reventado tanta cosa al hombre le da un poquito de miedo, ¿por qué advertimos que se deja de leer y advertimos una pérdida de la cultura que probablemente no sea una advertencia sino una realidad? pero quizás sí, quizás sea cierto que hilvanar las ideas a uno se le ha hecho más fácil porque uno ha tenido muchas horas de concentración…

Hay una anécdota que yo pensé que estaba en La Vorágine, pero no, que es preciosa, que es un personaje, alguien que lee El Quijote metido dentro de una hamaca paraguaya en el medio de la selva y en un momento vuelve de hacer no sé qué y encuentra a su ayudante, a un indio analfabeto, porque además él se mete en la hamaca paraguaya, lee El Quijote y se ríe, y encuentra al indio metido dentro de la hamaca paraguaya, leyendo El Quijote con el libro al revés, porque por supuesto no sabe leer, cagado de risa, simplemente porque el indio ve a su amo, a su patrón leyendo El Quijote, agarrando esa cosa en la mano eso que es el libro y riendosé.

Es un objeto para producir risa.

El libro es un objeto para producir risa, es un objeto para producir emociones, es un objeto para enamorar a otro. Uno también en su época dijo cosas de Cortázar o dijo cosas de Borges o dijo cocas de Neruda para enamorar a alguien, todavía lo sigo haciendo. Uno si tiene que hacer una dedicatoria busca poner algo que tenga que ver con la literatura, entonces el libro es un objeto que le es muy querido al ser humano, es su gran invento, es su chichesito, es lo que le quedó mejor, Internet nos quedó muy bien…


Pero si uno no aprendió a leer, a cuestionar antes ¿de qué te sirve que de den todo listo?, incluso yo he escuchado por ejemplo al director de la Udelar diciendo “ya todo está en internet pero si usted solamente se aprende ese pedacito, entonces cuando ese pedacito deje de funcionar ¿para qué sirve?, ¿dónde lo van a contratar?”

Sí, sucede en carreras de comunicación. No digo la universidad ni el profesor al cual le llevan la crítica de un libro de Nick Hornby, esto me lo contó él, en la cual había dos o tres palabras curiosas para una alumna que tenía un vocabulario reducido, universidad privada, la matrícula cuesta un platal, entonces lo que hizo fue poner en Google esas tres palabras más no se qué y le salió el trabajo de la muchacha. Más allá de las virtudes, las ventajas y desventajas de internet, yo creo que el libro uno no lo puede definir porque uno está adentro, todos estamos dentro, entonces es muy difícil que uno defina si… es como decir si uno quiere a la pareja, uno no hace un balance para saber si la quiere, uno la quiere, hay un cuento de un escritor uruguayo, Paco Espinola, donde un personaje quiere tener un perro y el otro le dice “¿pa’qué va a tener un perro?” y él le dice “pa’nada, pa’todo, pa’quererlo, ¿pa’qué se tiene un perro? pa’quererlo”, entonces es muy difícil que uno desde adentro pueda decir si el libro efectivamente está muerto.

Volvamos a ponerlo en números, en cifras monetarias ¿tú sientes alguna consecuencia de estos supermercados, de estas cadenas?, ¿sientes que te están quitando mercado? o ¿crees que tu fuerte está en la atención?

No, yo creo que nos están, de alguna forma, quitando, no a mí. Me imagino que el mercado tiene que dar para más: ¿por qué a alguien se le ocurre editar un libro?, porque creo que no es el mejor de los negocios, sin duda por algún lado sí lo es, o quizá los editores al igual que los libreros somos todos unos románticos… aclaro, cuando dije que es muy difícil entender estando desde adentro no me refiero ni a ser lector ni a ser librero, me refiero a ser humano, a que a todos nos pesa en algún lado el haber inventado ese prodigio que es el libro, que si es la Biblia o es el Corán, que ya es un poquito más que un libro, no importa, pero saber que uno forma parte de la especie que inventó…

Es parte de la cultura…

…y sea occidente sea oriente, sea Las mil y una noches o sea El Quijote o sea Shakespeare, es muy difícil saber si eso efectivamente se murió o si eso ya no camina más y es muy fácil ver la parte económica, desde el punto de vista de la parte económica yo te diría que no porque se siguen editando libros, porque buenos o malos hay libros, de autoayuda o de superación personal o de lo que sea, o novelas malas, rosas, de príncipes y hadas, pero hay libros.

Y se dice ahora que se publica más con internet, que ahora la gente se autogestiona sus libros.

Pues por eso, sí las pequeñas ediciones de 100 ejemplares que antes era imposible hacerlas, hecho que lo constato porque a mí me llegan autores con sus libros publicados que los quieren dejar en librería, que no les sirve pasar por una distribuidora porque tienen 150 libros para distribuir, entonces “Federico a ver si te puedo dejar cinco y que tú ves si los vendés, libros de poesía; yo no sé porque pero a los 60 años ciertas cosas las tenía que decir”, y casi siempre uno se pregunta antes que nada ¿qué era lo que tenía para decir?, pero bueno…

¿Cómo está influyendo internet en la venta de libros? Tú haces parte del caso de Orsai y hace poco comenzaste a abrir una tienda online, ¿eso cómo surgió?

Yo tengo un amigo que es diseñador, que sabe mucho de esto y que más o menos va llevando la parte informal de comunicación de la librería a través de internet. Yo pongo los libros en la tienda online, sí ha funcionado, tampoco es una cosa que sea infernal…

¿Te piden libros?, “quiero este libro no lo encuentro ¿tú lo puedes buscar?”

¿Tenés este libro?, ta, en ese caso se lo envío; hace poco envié a España, a Brasil, a Buenos Aires hemos enviado también.

Pero sí te has convertido en esa persona a la que se le encargan libros.

Acabo de encontrar uno para unos chicos, coincide que ellos vivían en Uruguay, él es colombiano, justamente trabaja con la agencia France Press, ella también, pareja de colombianos y están viviendo en Brasilia y tuvieron la mala suerte de antes de irse de Uruguay de que les robaran las maletas y perdieron algunos libros que quieren recuperar, y estamos trabajando para recuperarlos. Volvamos a lo mismo ¿qué es una biblioteca? es una gran vanidad también.

Me parece perfecta, como el joyero puede ser para una mujer.

Imelda Marcos y sus zapatos, estaban malditos los zapatos de Imelda Marcos, que tenía cuántos pares de zapatos, no sé si eran miles o cientos pero muchos , sin embargo a nadie le parece mal decir en casa de Umberto Eco había treinta mil libros, que debe haber, y sin embargo todos sabemos que Umberto Eco no los puede haber leído porque si tú sacás la cuenta de leer un libro por semana, que era de semiótica, pero pongamos un libro cada tres días en 70 años te está dando seis mil libros más o menos, entonces hay algo de vanidad pero curiosamente la relación del hombre con el libro ha hecho que no se considere de vanidad, o por lo menos a nadie le importa el dinero que hay depositado ahí. Sí está mal visto si alguien tiene joyas o si un japonés loco se compra los girasoles de van Gogh para guardarlo y para no mostrárselo a nadie, sin embargo las bibliotecas pueden ser descomunalmente grandes, siempre tienen algo de vanidad y tienen algo muy grande también de vago horror sagrado como dice Borges, hay algo inabarcable que lo vuelve casi horroroso.

Es como el guardián del conocimiento y por eso uno teme dejarlo, o sea no lo sé pero el libro lo sabe.

Claro, el libro lo sabe y está ahí. Aquí hay una biblioteca en Uruguay, de las más grandes privadas te diría casi de Sudamérica que tiene 25 mil volúmenes, biblioteca que yo conocí y te genera al mismo tiempo que una gran admiración, ver el cuarto entero donde está todo san Agustín, no Las confesiones, todo san Agustín, donde la suma teológica, santo Tomás está todo, está todo san Buenaventura, está todo san Bernardo, solamente una habitación donde está la patrística, después hay otra que está no se qué, inclusive no están en colecciones demasiado buenas, esa colección media celeste que se llamaba Los premios Nobel con letra dorada; genera al mismo tiempo lo que genera una gran admiración por la persona, por lo que juntó sin ir a una atracción, pero casi la atracción que genera lo desmesurado, no digo lo horroroso pero sí aquello que no podemos abarcar que, como tú decís, yo no lo sé pero lo sabe el libro y el libro está ahí.

¿Cómo has visto que cambian los hábitos de lectura con internet?

Yo creo que bajan, inclusive yo soy una persona que desde hace cuatro meses o cinco tengo una computadora en mi librería, durante tres años no tuve y reconozco que he bajado el consumo de lectura en la librería, probablemente sí pueda hacer muchas cosas, contestar muchos mails, he intentado informatizar la librería pero así y todo mi tiempo ha variado de sentarme a leer a hacer una cantidad de cosas en la computadora.

Y para los clientes, ¿crees que es lo mismo?

Yo creo que sí, me imagino que sí.

¿Qué opinión tienes de los e-readers?

Acá no han llegado, me imagino que deben ser terribles porque si tú vas y le preguntás al CEO o al gerente de Barnes & Noble se le van a parar todos los pelos, porque en realidad la empresa, por lo que tengo entendido, en diez años pasó de valer 2100 millones de dólares a 700 millones de dólares, la tercera parte por la competencia.

Entonces ¿crees que va a influir negativamente, en tu oficio, por ejemplo, en tu profesión?

Sí, sí, yo creo que sí, pero por eso insisto, creo que no va a ser mañana, creo que el libro corre ese riesgo siempre, pero por otro lado curiosamente si tú ves se está editando más, entonces no hablamos del buen lector o del mal lector, porque ahí ponemos categoría de librero, “el pobre Federico se va a fundir porque trató de vender buena literatura, al muy tonto se le ocurrió que podía salir a vender Marguerite Yourcenar y resulta que no le funcionó”, pero al editor que está editando a Jorge Bucay le está yendo muy bien, entonces perfecto, digamos que hay un problema pero no es un problema del libro sino del consumo de buena cultura o de cultura o como le quieras llamar.

O de entretenimiento, porque ese es el tema, ahora hay tantas fuentes que ¿cómo hacemos con el tiempo si el tiempo sigue siendo el mismo?

Bueno, ese es el problema, que cada vez hay más cosas para hacer, más actividades en el poco tiempo libre pero también volvamos a lo otro, tú me decís de entretenimiento: una persona a la que le gusta superarse o convertirse en una mejor persona a través de Jorge Bucay o de Chopra, en vez de buscar [eso] leyendo Las almas muertas de Gogol, ¿por qué consideramos que aquello es entretenimiento y lo otro cultura?, quizás es al revés, quizás leer Las almas muertas es entretenimiento y lo otro es cultura en el entendido de cultura como incrementar mi conocimiento sobre mí, sobre cómo entender al otro, equivocado quizá, pero ahí también tenemos otra cosa, yo trato de relativizar las cosas, entonces yo no voy a leer a Jorge Bucay, me aburre leerlo, tengo una librería que como tú bien decís hay libros hasta en el baño, cuando en el baño hay un libro de Jorge Bucay nunca me he detenido a hacer más de lo que tengo que hacer en el baño, sí puedo pasar igual la tarde leyendo a Hemingway en el baño pero no a Jorge Bucay, pero a mí tampoco me parece bueno que se hagan esas taxonomías de “esto es bueno, esto es malo, esto es cultura, esto no es cultura, entonces Jorge Bucay no es cultura, Dostoievski es cultura”. Crimen y castigo “no es”, como dijo un amigo mío “nada más que una novela donde un tipo mata a una vieja y después se arrepiente”, ahí todo el tema de la conciencia negado por Dostoievski es fantástico, la mala prosa de un autor de autoayuda no llega a ese nivel, sin embargo quizá el que compra el libro de autoayuda pretende sí convertirse en una mejor persona y uno que compra Crimen y castigo no está pensando “yo voy a evitar ser Raskolnikov porque voy a leer esta novela para no matar a la vieja deschaveta”.

¿Tú crees que el libro se va a acabar?, ¿que tu profesión se va acabar?

No, yo creo que no, siempre va a seguir habiendo gente, el tema es ¿qué calidad de libros van a leer?, si dentro de 200 años vamos a seguir leyendo cosas buenas… si tú le preguntabas a alguien hace 300 años si se iba a seguir leyendo a Homero probablemente te diría que no, acá seguimos hinchando algunos, entre los que me cuento, pero de alguna forma creo que sí. Si tú le preguntabas a Shakespeare si iba a llegar hasta hoy te hubiera dicho que no.

¿Cuáles son los que lo lograron?

Los buenos, sin duda.

Dentro de 500 años ¿se leerá a Bucay?

No.

¿Y Borges?

Sí, Borges sí, Borges ya está, ya entró en la gloria de alguna forma, pero quizá el mismo día que Cervantes publicaba El Quijote salía alguna novela de caballería que hoy está olvidada y que no es tan buena, y también se leía, entonces quizás el libro es lo que nos ha permitido más cosas. Probablemente pocas veces el hombre encuentra esa comunión casi perfecta como encuentra la lectura… que se encuentra menos, que se encuentra más, acá estamos hablando de dos cosas: de si se deja de leer o si se dejan de leer los libros, son dos cosas diferentes, estamos hablando de soporte en definitiva. Si se deja de leer el libro en papel, y bueno, sí, quizá mañana se terminen los árboles. Si se deja de leer yo creo que no, tampoco creo que se vaya a dejar de hacer libro en papel, lo que sí creo que hay que reconvertir esta industria del libro en una más rentable, perdón, no sé si es una industria poco rentable, quizás es una de las industrias más rentables ─en el 2011 la industria del libro alcanzó los 14 mil millones de dólares─, porque en realidad el precio del producto es carísimo, cuando hay libros de cien dólares por lo menos acá, lo que sí me parece que de alguna manera para competir en un mundo en el que cada vez hay más actividades de entretenimiento y que como digo la gente principalmente se queja de que le faltan otras cosas, la gente no se queja de que le falta amor, la gente no se queja de que le falta oxígeno, la gente no se queja de que le faltan ganas de vivir, la gente se queja de que le falta tiempo y plata en la vida moderna, entonces si yo te digo “fantástico, luego de haber escuchado tus grandes quejas sobre la falta de tiempo y de plata he resuelto hacer lo siguiente: te voy a aconsejar leer Los hemanos Karamazov y que me pagues por eso cien dólares”, “¿sós sordo o idiota?”. Volvamos a lo mismo, esa emoción singular llamada belleza que se puede producir cuando tú lees Los hermanos Karamazov ¿se va a dejar de dar?, no, pero no podés pretender que alguien que le falte tiempo y plata te pague por eso, que para ese encuentro disponga de cien dólares.

Creo que hay que buscar una manera en que el libro… sucedió en la industria del disco, a mí nunca me gustó piratear los discos porque me gusta el disco, me gusta el objeto, me gusta que tenga su tapita, su librito, me gusta abrirlo, me gusta comprarlo y me encanta, me encanta pagar diez dólares por un disco. Yo pasé a ser un comprador de discos cuando el disco bajó, antes compraba, compraba cuando podía, hoy en día, que compré en liquidación discos a 125 pesos, es cierto, no tenés una gran variedad, la variedad de Uruguay, el problema, pero si yo me veo tentado a revolver la batea de una disquería para ver si encuentro algo por cinco dólares, te aseguro que sí, si estoy tentado para ver qué encuentro algo a 30 dólares, no. Puede ser que sí pero no los tengo, no cuento con ellos, entonces el libro, ¿en dónde entra, en la cultura, en la emoción singular llamada belleza o en el entretenimiento?. No sé cómo se resuelve pero creo que un poco la cosa viene por ahí, quizás sea hacer las próximas ediciones en una imprenta china, la industria automotriz se pasó a China quizá sea hora de que se pase la industria del libro.

Dicen que los libros clásicos no se han podido editar en versión electrónica porque las editoriales que tienen los derechos no los han cedido.

Yo soy hincha del papel. Particularmente me cuesta mucho hasta leer el diario por internet, también digo la verdad, no compro diario, lo leo por internet, no soy una persona que gaste el dólar y medio que cuesta un diario, entonces probablemente haya mucha gente que vaya a ahorrar dinero y baje los libros, como hay mucha gente que te dice “¿y por qué te compraste el disco si yo te lo grababa?”, que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafados dice el tango, siempre va a haber gente que siga leyendo, lo que a mí sí me parece que es un poco riesgoso es plantearse vender un artículo suntuoso a este precio. No es un artículo de primera necesidad; me podés decir” las Ferrari son más caras”, sí, son para menos, un libro tiene el problema de cómo hacer para que llegue a todos a un precio que es exclusivo, hay ediciones más económicas, probablemente venga un editor se siente acá y te diga “mirá, el libro tiene que salir esos 60 dólares que sale, los vale y no hay forma de que salga menos” y nos trae los números y nos muestra [cuánto]cuesta una resma de papel, la tinta, la tapita, lo que gano yo, lo que gana él, lo que gana aquél y no hay forma de que valga menos. Se hace así, lamentablemente se hace así. Creo que hay varias patas que andan rengueando en esta industria y no toda la culpa la tiene internet, no toda la culpa la tienen los malos libros, no toda la culpa la tiene que la gente salga a pasear en vez de quedarse leyendo en su casa, quizá no toda la culpa la tiene que los libros sean caros, pero hay que buscar las responsabilidades y también está en el precio del libro, Internet es una gran competencia, no hay duda. Quizás los tiempos están cambiando, como decía Dylan y la gente ya no lee, dejemos el beneficio de la duda a que se está leyendo menos.

Entrevista realizada en noviembre de 2011.

L. a V. de 10 a 12:30 y de 14:30 a 20
Sáb: 10 a 15:00
Tel: (02) 707 34 02
Gabriel Pereira 3036 bis
Montevideo, Uruguay

Porqué dejo de publicar en Kienyke

Bloguiverso > Columnas > Ética en Internet > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

31 dAmerica/Bogota Octubre dAmerica/Bogota 2012 18:44 COT

Dejé reposar el sinsabor que me causó el despido de Daniel Pardo con la esperanza de que pasara, de que se convirtiera en otra cosa, y sí, se transformó en una incomodidad que no podía ignorar: seguir publicando mis columnas en Kienyke me hace sentir que no soy periodista.

Porque nunca hablo de política = corporaciones

Salvo por una columna que publiqué hace no sé cuánto, después de ver un debate entre dos candidatos a la alcaldía de Bogotá, que también me dejó verborreica y amargada, evado la política tanto como puedo. Antes incluso votaba creyendo que con eso resolvía algo, ahora que tengo cada vez más claro que los países son sólo fincas inmensas de terratenientes con intereses desfondados me importa un pito el sufragio. El tiempo y el análisis me han mostrado que los políticos todos, son títeres pagados, que el mundo está hecho para que los borregos se mantengan en fila india sin protestar, ojalá también sin Internet para que no puedan hacer mucho escándalo cuando les cortan el cuello.

En Colombia, según he visto a mi alrededor, la política es una herramienta multipropósito. Si por ejemplo quieres ser reconocida como líder de opinión y necesitas un tema polémico para ganar notoriedad, basta con sentarte a leer las noticias más controversiales de este tópico, escribir luego una columna en un medio más o menos leído y poco tiempo después tendrás a defensores y detractores mencionándote por todas partes, redes sociales incluidas por supuesto, lo que poco a poco popularizará tu marca. La política es un altavoz que te hace ver como un opinador profesional más serio que aquel que usa el sexo como elemento de difusión. Empero yo aspiro a ser una periodista seria, es más quiero ser cronista, por lo tanto no me conformo con escribir acerca de lo que está de moda ni de lo que la mayoría de la gente quiere leer.

Más meditación menos masturbación

Hace mucho dejé de creer que hablando de política se iba a arreglar algo. Ahora creo que lo mejor es influir en el pedacito que me toca y en los que tengo inmediatamente cerca. Creo que se logra más meditando y siendo conscientes, sanando las heridas propias, combatiendo los demonios íntimos y contagiando a los cercanos con ese bienestar. Hablar de política para mí se parece más a una sesión masturbatoria colectiva en la que todos se pelean por ver quién tiene los genitales más grandes y quién eyacula más lejos, porque ya somos todos tan vulgares que no nos basta con hacer de las deposiciones matinales un ejercicio social. Acá la exhibición se basa en el tamaño de los cerebros y en la grandilocuencia de las ideas, supuestamente bendecidas por el progreso, que nos llevarán a un mundo mejor a punta de palabras y no de actos.

Del anonimato de Blogger al anonimato de Kienyke

Comencé a publicar en Kienyke porque quería darle mayor difusión a una serie de entrevistas que he hecho a libreros. Teniendo en cuenta que me leen un centenar de personas pero que a los medios grandes o, supuestamente, independientes los leen muchas más envié correos electrónicos a Arcadia, El librero, El País de Uruguay y a otro medio independiente, el único que me respondió aclarándome que sólo publican crónicas. Lo siguiente fue Kienyke.

Envié las direcciones de mis blogs para que evaluaran si querrían abrirme un espacio en su plataforma. La respuesta fue positiva y así en julio comencé a publicar allí artículos que había creado para otros lugares. Nunca escribí nada original para ellos, nunca publiqué primero allí algo que no hubiese publicado antes en mis blogs ─incluido equinoXio.

Revisar mi contenido antiguo me llevó a descubrir que la forma en que hace años abordé algunos temas no me convence, a veces por el ritmo otras por los puntos de vista defendidos, sin embargo me decía: “lo haces por la difusión, para que alguien con interés en los contenidos de calidad vea que puedes abordar prácticamente cualquier tema de un modo competente y consistente”.

A mí no me pagaban por subir tres veces a la semana contenido a la plataforma de Kienyke, eso debe quedar muy claro. Lo repetiré: subía mis columnas gratis a la página de Kienyke, nadie me consigna un peso por publicar mis textos en ese medio, por lo tanto no tengo ningún compromiso contractual con ese portal. No me pueden echar, no puedo renunciar, pero sí puedo abandonar el espacio que me dieron si no estoy de acuerdo con ellos, porque como aclaran “las opiniones de los blogueros son de su estricta responsabilidad y no representan la opinión de esta revista”, y la viceversa también es pertinente: los autores de los blogs no estamos obligados a compartir las decisiones del consejo editorial ni de la dirección ni de los dueños y muchísimo menos de los patrocinadores.

“En esta casta naciste, en esa casta te quedas”, sí, como no

Mis apellidos son comunes y no es casualidad. Soy una persona más de la escasa clase media de este país arreglándomelas como se me va ocurriendo para dedicarme a lo que amo y no a lo que toca. Trabajo de modo independiente con agencias de publicidad generando contenido para marcas y empresas que han creado sus espacios para hablar con voz propia, no a través de terceros. Me he untado para seguir adelante, pero el lector si quiere puede verlo como que no me diferencio mucho de aquel que roba para comer, pues dado el esquema actual del mundo en el que vivimos es una utopía vivir atravesándolo de modo impecable.

Pensándolo bien no hablo de política pero sí la ejerzo

De Martín Caparrós he aprendido mucho y sigo haciéndolo. Él opina que hacer política siendo periodista consiste en mirar hacia esos lugares adonde la prensa masiva, oficialista y popular no mira. Estoy de acuerdo con esa forma de pensar. Cuando me contratan para escribir una nota económica lo hago, me documento, la escribo y la entrego pero generalmente no la firmo. La marca paga por su contenido y yo no protesto, la marca paga por un producto, por un resultado no porque respalde con mi nombre su quehacer, en esas condiciones todavía es tolerable trabajar.

De un tiempo para acá, cuando firmo insisto en hacerlo como periodista, creyendo que mi experiencia de décadas con las letras me habilita para ejercer con responsabilidad y ética una profesión a la que llegué de modo empírico, mas esta palabra que encierra tanto se ha desdibujado en demasía, sobre todo cuando un, dizque, profesional trabaja como remedo de redactor publicitario para hacer quedar bien a una de las muchas corporaciones que sólo enmascaran a las poquitas familias que comandan el mundo. ¿Necesita una petrolera canadiense que yo trabaje para ella? ¿Tiene sentido que le ayude a posicionar su contenido vacuo y falaz con textos que escribo para divertirme, formarme y cuestionar a los demás?

Valoro mi independencia, me gusta poder decir lo que quiero sin filtro y más sabiendo que visibiliza perspectivas que se hunden en la marea furiosa de datos que nacen todos los días. Investigo y escribo bien, mejorando cada vez, para que mi audiencia, aunque escasa, pueda diferenciar más fácilmente la paja del trigo. Escribo para mi tribu, para los que valoran su consciencia por eso no me interesa más estar en Kienyke.

En los pocos meses que estuve allí la posibilidad de entrar en el radar de otro medio, realmente independiente o al menos no tan dependiente de la publicidad, no se cristalizó. Empero conseguí otro tipo de certezas: ahora sé que si el capitalismo salvaje finalmente me vence y no me deja ni para pagar una cremación, bien puedo dejarle mi cadáver a los comentaristas compulsivos de medios ¿prestigiosos? para que se encarguen de convertirlo en polvo; además mis blogs independientes siguen mejorando su desempeño, mostrándome que estoy enviando mi energía a un lugar inadecuado. Luego, como si necesitara una confirmación el lunes pasado me enteré del despido de Daniel Pardo, un tipo al que comienzo a admirar porque no se acomoda al mundo que le ayudó a ser el periodista que es, sino que critica todos los días al medio en el que se mueve para que no se olvide que si no cambia se muere mereciendo esa muerte.

¿Periodismo independiente en Colombia? Ahora cuéntame uno de aviones

Es el colmo soberano que en esta república bananera el periodismo de investigación sólo sirva para inflamarles las ampollas de la represión a los padrinos de cuellos blancos y caras ignotas, o a sus esbirros fieles y ciegos. Si me quiero identificar plenamente como periodista no me puedo quedar callada ni mucho menos puedo seguir publicando allá. Aunque lo haya hecho para ampliar mi radio de acción, también a beneficio de guerreros del libro que siguen luchando por su permanencia, no puedo quedarme en donde claramente el negocio se pone por encima de la neutralidad.

No me quedaré callada, seguiré dando lata gústele a quien le guste. No me voy a resignar a trabajar en lo que toca, a quedarme en un lugar donde no moleste a nadie poderoso ni a aquel mando medio tan adaptado a la matriz que protesta cuando le sacuden la realidad. Entretanto me seguirán leyendo los cien gatos raros, fieles y entrañables de siempre que me recuerdan que no estoy sola, así seguiré sabiendo que enriquezco a las corporaciones sólo a costa de mi salud, gracias a la producción de sus omnipresentes alimentos transgénicos/o con antibióticos en nuestra leche de cada día. Mi alma, mis contenidos, esa que no han podido matar no va a seguirles ayudando a vender la visión del mundo que a ellos les conviene extender.

Falso gurú de redes sociales o una especie nueva de pseudomesías

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

25 dAmerica/Bogota Julio dAmerica/Bogota 2012 20:15 COT



IvanClow

 

Las condiciones económicas y los hábitos de lectura actuales configuran un escenario ideal para que personajes necesitados de atención y plata vendan humo usando el mote de “experto en redes sociales”. Como en otras industrias el sentido común y la documentación previa acerca del tema que se desconoce son de mucha ayuda a la hora de decidir si ese individuo que promete “viralidad inmediata” y aumento exorbitante en las ventas es el aliado que se busca.

 

Así como ahora es el momento de las redes sociales más adelante será el de la realidad aumentada o el de la web semántica, pero como la historia parece carecer de originalidad muy a menudo, sin importar la moda, siempre hay alguien que se declara experto en la materia.

 

A los gurúes religiosos o espirituales los tenemos más o menos identificados y quienes dudamos de sus intenciones santas intentamos eludirlos tanto como podemos para evitar perjuicios, por eso mi propuesta es usar ese saber que nos mantiene a salvo de vividores malintencionados ─¿los hay bienintencionados?─ para reconocer a los oportunistas que ofrecen algo que ni siquiera entiende. A continuación expongo las señales de alerta que le ayudarán a identificar a un falso gurú de redes sociales:

 

Lenguaje enredado: Sintiéndose mejor y más sabio que los demás se niega a hablar usando palabras comunes por eso intercala dos o tres términos especializados, en inglés, en cada una de sus líneas. Si se le pide una traducción es muy probable que sólo castellanice los extranjerismos y que use frases sin sentido para explicar algo que él tampoco acaba de comprender. Ejemplo: “Lo que queremos es viralizar tus productos/servicios usando la fan page y eso lo logramos con los hits que medimos con los analytics.” Lo cierto es que vender algo a través de redes sociales no es tan sencillo como lo pintan, es más, se desaconseja y tampoco es tan fácil hacer algo viral o se puede hacer pero acudiendo a aspectos negativos, situación que obviamente se busca evitar.

 

Un consultor de redes sociales sensato y honesto les explica a sus clientes el factor emocional de las cuentas asociadas a la presencia de una marca en redes sociales. Esta es una de las razones por las cuales no se puede medir directamente el impacto del número de seguidores en Twitter en las ventas de colchones. Un consultor competente además ilustra el conocimiento de un modo sencillo, haciendo traducciones fieles y acertadas de los conceptos nuevos que está introduciendo en la conversación.

 

Indignación ante la falta de reconocimiento: El falso gurú de redes sociales suele presentarse diciendo “hola, ¿cómo estás? Soy @lomás” porque aparentemente es hijo de un par de profetas que adivinaron su futuro y por eso usaron ese signo ─extraño para épocas pasadas─ en su registro de nacimiento. Es conveniente desconfiar de aquellas y aquellos que dibujan una mueca de asco en sus rostros cuando al mencionar su marca personal sólo encuentran desconcierto. En las mitologías que han creado con su imaginación ya son ultrafamosos, más si tienen miles de amigos/seguidores en sus cuentas propias, por lo tanto apenas mencionan su apodo esperan respuestas del tipo “claro, tú fuiste él/la que publicó la fotito esta del mono tocando trompeta” u “hola, ¡qué bueno verte”, en el último Champus Paris quería preguntarte…”, empero, como es previsible, suelen quedarse con las ganas porque más allá de sus círculos cercanos son tan anónimos y mortales como el resto.

 

Recuerde también que si la reacción del personaje, después de decir su apodo, es una sonrisa condescendiente o poco sincera le conviene mantener las orejas y los ojos bien abiertos. Puede que su ignorancia frente al trabajo de posicionamiento de su imagen sea tomada como afrenta íntima, una que querrá capitalizar a la hora de pasarle el presupuesto.

 

El conocimiento tiene dueño: Aunque es posible, mucho, que un experto en redes sociales y sus vericuetos sepa de Creative Commons o el grupo de licencias alternativas a la copyright vieja y rígida, el falso gurí de estos temas fingirá demencia frente al tema. Usando como espada los nombres de sus héroes personales, o sea de los autores de moda en su rubro, intentará dar la impresión de saber mucho y de dominar hasta el último naipe de la baraja, cuando lo cierto es que leer una que otra reseña publicada por Wired y Mashable porque su déficit atencional adquirido le impide sostener la lectura de textos de más de 140 caracteres, basta mencionarle la palabra brochure para causarle una jaqueca.

 

El falso gurú de redes sociales sabe bien que de la imagen que proyecte depende la cantidad de leche que sacará de la vaca que quiere ordeñar durante el mayor tiempo posible, por eso se negará, con toda la amabilidad del mundo, a revelar sus verdaderas fuentes ─inexistentes─ pues correría el riesgo de dar elementos suficientes para que el cliente potencial descubra su ignorancia franca y el carácter prescindible de todos los servicios que ofrece, recuerde entonces que quien sabe realmente es consciente de que el aprendizaje nunca termina por lo tanto no teme compartir con otros los fundamentos que lo han llevado al lugar donde se encuentra.

 

Yo no sé pero puedo enseñarte: En Occidente tener un título universitario es sinónimo de matrículas costosísimas, no de capacidades intelectuales extraordinarias. Estoy en un punto en el que cada vez más conozco a personas destacables por lo que saben, por los temas que exploran incansablemente y no por el listado de especializaciones que alargan su CV, razón por la que desconfío por principio de aquellos autoproclamados CMs (porque si pones todo en siglas te ves más cool) que organizan cursos de fin de semana para enseñarte todo lo que necesitas saber para ser el community manager que las marcas más famosas están buscando, además te damos certificado.

 

Los falsos gurúes de redes sociales son bastante tradicionales a pesar de presentarse en público como la madre de la innovación. Sabiendo que un diploma de profesional se puede conseguir casi hasta en un paquete de galletas, porque la educación superior es un negocio buenísimo, más cuando se privatiza, y aprovechando que las autoridades educativas desgastadas todavía no han reglamentado este oficio, y a que en el inconsciente colectivo aún patalea la creencia que alimentaron nuestros bisabuelos (para salir adelante hay que tener un cartón o título que llaman), aprovechan para ofrecer programas que habilitarán a los asistentes para administrar la presencia digital de un cliente cándido gracias a los estudios de caso que se trabajarán en el seminario y claro, los estudiantes o recién egresados de cualquier carrera se apuntarán para que les enseñen sin dolor cómo tener un trabajo “playsito” en la agencia zanco, owe, jut, onderman, brn o lo que sea que firme el comercial en el festival de los canes.

 

Con este comportamiento los falsos gurúes comprueban de un modo poco original que lo importante no es saber sino aparentar que sabes, pues mientras haya quien compre tu verso siempre tendrás futuro.

 

Así como a la oscuridad se la ahuyenta con luz, a la ignorancia se la espanta con conocimiento: Un falso gurú le hará creer al cliente que su trabajo es complicadísimo, un poco más que el de los astronautas que trabajan en la estación espacial, mas lo cierto es que pertenecen a un gremio capaz de pedir trabajo cometiendo errores de ortografía al tiempo que intentan combatir ese mal a través de “transmiciones” de mensajes educativos.

 

 

 

 

 

Trabajé con algunas agencias de publicidad y por eso sé que en la lectura inteligente, minuciosa, constante y consciente está la clave. Los falsos gurúes de redes sociales creen de corazón que ver el comercial que emitió la empresa manzanita en 1984 es suficiente para evadir la lectura del libro homónimo escrito por George Orwell y muchos de ellos ni siquiera imaginan que un cliente con maña y paciencia podría prescindir de ellos.

 

Un empresario, especialmente si tiene ganas y poco presupuesto, puede leer libros como The Cluetrain ManifestoTienes 5 segundosCrush it y blogs acerca de marketing guerrilla para aprender a administrar por cuenta propia su presencia en redes sociales, eso en caso de que quiera hacer más cálida y cercana su relación con sus clientes, porque si lo único que le interesa es bombardearlos con más publicidad y embutirles sus productos /servicios hasta por los poros entonces mejor que se siente a aprender de anuncios en internet y tiendas electrónicas, pero que en todo caso se anime a dejar de micro-utilizar su conexión si no quiere merecerse el engaño descarado de un gurú falso de redes sociales.

Hipster de buseta

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

31 dAmerica/Bogota Enero dAmerica/Bogota 2011 10:17 COT

 

Santrax

Se sube a la buseta un sábado a las 8 de la noche en la séptima con 46, le pregunta al conductor si puede llevarlas a ella y a su amiga por dos mil pesos, aunque la tarifa completa es 700 pesos más costosa. Sonríe como mosca muerta y logra el favor.

Ya sentada en el costado izquierdo del vehículo medianamente destartalado, habla con su amiga de fin de semana de lo peligroso que se ha vuelto su barrio:

 

Hipster de buseta

Ay sí, es que llegar a mi casa es horrible, horrible, horrible, hay que subir por la 92, desde la séptima y eso es súper solo, ya han robado a varias personas por ahí

Amiga de fin de semana

Huy sí, me imagino.

Hipster de buseta

Yo por eso prefiero dar toda la vuelta por el otro lado, por la 93 o por la 94.

Amiga de fin de semana

Claro, es mejor.

Hipster de buseta

Ay pero no sé qué hacer.

Amiga de fin de semana

¿Qué hacer…?

Hipster de buseta

Sí, hoy. Estoy muy cansada como para ir a rumbiar, sólo quiero dormir, leer algo de Camus y quedarme dormida.

Amiga de fin de semana

Sí, yo sé.

Hipster de buseta

Pero no quiero llegar sola a mi casa, no a esta hora, por lo que te dije.

Amiga de fin de semana

¿Y por qué no llamas a tus papás para que te recojan en mi casa?

Hipster de buseta

Pues sí, espera llamo a mi papá. 

 

….

Hipster de buseta

¿Papá? Hola, ¿cómo estás? 

Celular

Hipster de buseta

Sí, sí. Te llamo para que por favor me recojas en la casa de las gemelas.

Celular

Hipster de buseta

No, con la otra, con Helena, estoy con Helena.

Celular

Hipster de buseta

Sí, ah bueno entonces pídeme esto.

Celular

Hipster de buseta

Sí ahí, mira, entonces pídeme una sopa ramén y un rollo de sushi.

Celular

Hipster de buseta

Sí, de ese, del normalito. 

Celular

Hipster de buseta

Sí, eso y nada más. Gracias papá.

 

Vida sufrida la de la hipster de buseta, que a veces se ve obligada a pagar los 1300 pesos que vale el pasaje regular en buseta, mientras los pobres regatean todos los días para pagar sólo mil pesos.

El que se acuesta con amigos

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

16 dAmerica/Bogota Diciembre dAmerica/Bogota 2010 16:48 COT

Federico
Antes, cuando era más joven tenía sexo con mujeres mayores, sin compromisos, sin problemas.
 
Sarah
Y me vas a decir que ahora no.
 
Federico
No, no te voy a decir eso. Ahora… a veces tengo sexo con amigas, pero siempre, sin excepción quieren saber luego si somos novios o no, dicen “la respuesta que me des va a estar bien”, pero la verdad es que siempre esperan que les diga “sí, vamos a ser novios después del sexo”.
 
Sarah
¿Y eso se arregla?
 
Federico
¿Qué?
 
Sarah
La amistad, ¿la amistad sobrevive después de eso?
 
Federico
Mmm no, creo que no.
 
Sarah
Para mí que ustedes los hombres, si pudieran, si nosotras las mujeres no tuviéramos problema con eso, se acostarían con todas sus amigas.
 
Federico
…Sí, es verdad, nos gustaría.
 
Sarah
Pero eso es difícil, las mujeres podemos tener sexo con un hombre sin que sea nuestro novio o nuestro marido.
 
Federico
¿Has tenido sexo con alguien que no sea tu pareja?
 
Sarah
… Eso no se pregunta Federico.
 
Federico
No seas tonta, si ya estamos hablando de sexo así puedo preguntar eso.
 
Sarah
Bueno, el asunto es que tiene que haber algo: gusto, cariño, atracción, química, no somos como ustedes, que nos acostamos con alguien porque ‘ajá’. Las mujeres somos más complejas.
 
Federico
Sí, son muy complejas. Pero no respondiste lo que te pregunté.
 
Sarah
Y no lo voy a hacer.
 
Federico
¿Por qué?
 
Sarah
Porque luego tendría que responderte si me acostaría contigo o no.
 
Entrada relacionada: La que se acuesta con amigos

Sonreír es para mujeres

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

18 dAmerica/Bogota Noviembre dAmerica/Bogota 2010 16:38 COT

Pocas expectativas ajenas tan machistas, y sutiles a la vez, como la de aquellos que siempre quieren verte sonreír sólo porque eres mujer.
 
A las mujeres se nos cría con la idea de que debemos ser criaturas sociales, amables, candorosas e incluso cálidas, para que nuestra personalidad combine armónicamente con nuestro cuerpo. Los hombres también reciben una educación que se ve bien con sus cuerpos. Desde pequeños los convencen de que las lágrimas no les quedan bien y si intentan jugar con muñecas los regañan, porque ese comportamiento es un peligro potencial, además ningún papá sueña con tener hijos homosexuales. 
 
No importa cuán delgados sean los televisores o qué tan grande sea el ancho de banda de nuestra conexión a internet, los cuartos de las niñas se siguen pintando de colores pasteles y hay más hombres en las facultades de ingeniería que en las de psicología, confirmando que no hemos cambiado.
 
La mayor parte de mi vida ha transcurrido en ambientes donde se me ha discriminado poco o nada por el hecho de ser mujer. Encuentro tan natural el hecho de dirigirme a un hombre como un igual que tengo serias sospechas de que olvidé cómo coquetear, sobretodo porque cuando me encuentro con un tipo que me resulta atractivo termino diciéndoselo dentro de las 24 horas siguientes después de conocerlo, pero no con tono cómplice sino como quien le plantea una situación a un socio para abordarla de alguna manera, pero la falta de habilidades femeninas no para acá.
 
Mis recuerdos están salpicados de frases como “eres una aburrida”, “deja de ser tan amargada” o “no leas tanto” así como de miradas inconformes por los decibeles a los que llego cada vez que suelto una carcajada. Lastimosamente, para otros, no puedo confirmar que sea un suicida en potencia porque nunca intenté cortarme las venas o lanzarme desde la azotea de un edificio, pero tampoco puedo complacer a quienes me ven como un somnífero. No necesito bailar para divertirme, no me gusta reírme a un volumen “decente” y no le sonrío a todo el mundo.
 
Las personas tienden a sacar conclusiones apenas ven a una persona y esas conclusiones no salen sólo de lo que tienen al frente. Cuando conocemos a alguien los estereotipos hacen lo que quieren con nuestro criterio, impulsándonos a hacer afirmaciones acerca de cómo debe ser una persona por el modo en que se ve, se viste, habla, se ríe o no sonríe. Es más, la primera operación que hace nuestro cerebro, después de ver un objeto con forma de persona, es definir si es un hombre o una mujer, luego vienen las ideas preconcebidas. Ahí es justo cuando yo comienzo a perder.
 
De un tiempo para acá he comenzando a sospechar que si hubiera nacido hombre no me dirían con tanta frecuencia que soy antipática y odiosa. De las mujeres, más específicamente dentro de una cultura latina, se espera que sean amorosas, suaves y alegres para que complementen a los hombres, cuando eso no ocurre quienes las rodean creen que es su deber criticarlas para que cambien, pero no se detienen a pensar que simplemente no son ni tan divertidas, ni tan interesantes como para que inspirarles sonrisas a mujeres como yo.
 
Así como yo vivo feliz sin sonreírle a todos, espero que otros lo sean ignorando el hecho de que no muestro mis dientes con la frecuencia que una actriz porno muestra las tetas, al tiempo que entienden que eso no me hace menos mujer.
 
Esta columna también está publicada en mi blog Licuc.

Twitter: El atrapa-ideas

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

14 dAmerica/Bogota Octubre dAmerica/Bogota 2010 16:15 COT

Si bien las sesiones de espiritismo sirven para comunicarse con los difuntos, son completamente inútiles para revivir ideas. A las frases brillantes hay que capturarlas en el momento. Para cumplir esa función Twitter puede ser una buena red atrapa-ideas.
 
Por lo general las ideas nacen crudas, prematuras y deformes. Es responsabilidad del inventor, del ingeniero o del creativo trabajar en ellas hasta convertirlas en aparatos con utilidad, puentes resistentes o eslóganes pegajosos, sin embargo no siempre quien parió la idea es capaz de transformarla.
 
No se trata de un tema de habilidad o imaginación, más bien se relaciona con la entrega y la disposición.
 
En muchas ocasiones voy por la calle y algo llama mi atención, luego busco apresuradamente mi casi eterna compañía, mi libreta de notas para aterrizarla, esperanzada en que cuando la relea más adelante pueda escribir una columna entera a partir de ella, pero no siempre tengo tanta motivación, tanto talento o simplemente carezco de disciplina suficiente para llevarla a donde quería.
 
Con el pasar de las semanas el papel donde escribí esa cautivadora ocurrencia se vuelve opaco, se llena de sombra por la suciedad y pierde su calidad especial, acompañada por otras ideas, en bruto también, y unas más desarrolladas con dedicación, que sólo esperan ser publicadas para darse a conocer.
 
La triste realidad, de muchos pensamientos es que no germinan, al menos no en la cabeza de su creador.
 
Del mismo modo en que Flickr está poblada con miles de imágenes que pueden ser usadas libremente, siempre y cuando se dé crédito a los autores, Twitter es un semillero de iniciativas que cualquiera puede usar para darle vida a un proyecto nuevo. Aunque no estén claras las aplicaciones de Creative Commons en este servicio de micro-blogging, prefiero llevar mis ideas al mundo a través de esta herramienta, siempre y cuando pueda expresarlas en 140 caracteres o menos. Quizás neuronas distintas a las mías puedan darles el futuro que yo no les di.
 
 
Esta columna también está publicada en mi blog Licuc.

Advertencia: Analfabeta chateando

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

16 dAmerica/Bogota Septiembre dAmerica/Bogota 2010 16:36 COT

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Creative Commons License photo credit: miniQQ
 
A veces cuando chateo con alguien por MSN, leo muy rápido y saco conclusiones, luego respondo, mal, todo mal, porque más tarde, cuando tengo tiempo, me aburro de lo que estoy haciendo o decido perder el tiempo revisando los registros de las conversaciones pasadas, descubro que Sarah me preguntó por mi prima y yo le respondí pensando en la suya. Sospecho que mi imaginación se está enredando peligrosamente con mi realidad. Es mejor que deje mi costumbre multitarea porque me estoy saboteando desde adentro.
 
Hace un par de semanas comencé a ver con preocupación cómo mi disco duro se llenaba inexplicablemente. Había borrado todas las series de televisión vistas, pasado a mi unidad externa los documentos del año pasado y eliminado los archivos innecesarios de trabajos pasados, pero la imagen del espacio libre se hacía más y más pequeña.
 
Esculqué muchas carpetas de la unidad C, una por una, aún sin entender qué había adentro, decidida a descubrir qué ratón, termita o plaga similar estaba comiéndose mi computador. Tras un par de horas descubrí la razón, Digsby, el programa que uso para centralizar los servicios de mensajería a los cuales estoy afiliada, tiene una función que guarda automáticamente los registros de todas las conversaciones que mantengo. Esa bendita carpeta estaba llena de basura electrónica o eso creía.
 
La curiosidad me pudo y comencé a abrir una por una las carpetas de charlas tenidas hace meses. Estuve toda una tarde leyendo lo que me decían y lo que respondía, al final tenía una conclusión clara: yo no sé leer, no tengo comprensión de lectura.
 
Me he encontrado en la ducha pensando en lo ridículo que es aguantarle desplantes a un hombre inmaduro, para luego darme cuenta de que Silvia no está de novia con él sino que Andrea usaba esa situación para compararla con la relación que tiene ahora. En resumen, leer a la ligera y responder es equivalente a todo el esfuerzo mental que hace un hombre para responder algo coherente cuando su novia le pregunta si está gorda. No hay modo de responder bien, se responde por decir algo, para evitar el llamado de atención del otro, pero bien no se hace.
 
Luego de revisar esos archivos me siento insegura y chateo menos, pero cuando lo hago intento no hacer nada más al tiempo. No quiero tener problemas del tipo “anoche te dije en MSN que ya no estaba con Mario sino con Iván” cuando una amiga me presenta al novio y yo le llamo por el nombre incorrecto. De ahora en adelante pretendo tener toda mi atención centrada en lo que escriben los demás para evitar nuevas vergüenzas.
 
Realmente no sé cuánto tiempo vaya a necesitar para recuperar la confianza en el funcionamiento de mi cabeza, el hecho de no pronunciar palabra cada vez que chateo no ayuda, así es muy difícil separar la fantasía de la realidad, sólo sé que de ahora en adelante es mejor no tratar asuntos importantes por chat mientras se lo acaban de inventar.
 
 
Esta columna también está publicada en mi blog Licuc

Pasatiempo: Odiar

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

12 dAmerica/Bogota Agosto dAmerica/Bogota 2010 16:51 COT

Conozco personas a quienes les apasiona encontrar motivos de odio verdadero y profundo, seres a los que la sola posibilidad de lanzar sus ataques contra un blanco jugoso y distraído les hace brillar los ojos, individuos que salivan de sólo pensar en los chismes que podrán esparcir acerca de alguien, más aún si tendrán la oportunidad de crearlos.
 
Generalmente noto la existencia de estos personajes cuando se sueltan, cuando sienten la confianza suficiente para dejar fluir sus agresiones abiertas o escondidas. En otras ocasiones los reconozco porque me corresponde ser el objetivo a destruir.
 
Aunque no soy coleccionista profesional de agravios y quejas, me sé muy capaz de revivir todo tipo de recuerdos, basada en las emociones que me produjeron las experiencias que los imprimieron en mi cabeza, por eso recuerdo con bastante claridad las veces que recibí críticas, fundadas o no, con toda la intención de herirme. Han llegado de variados lugares, desde bienintencionados amigos preocupados por mi eterna adolescencia, hasta de enemigos hechos a la ligera y sin ganas.
 
Lentamente estoy aprendiendo que no debo tomar decisiones ni evaluar situaciones estando cansada. La falta de sueño es equivalente al exceso de alcohol en la sangre, todo se ve distinto, más grave, más iluminado o más bonito de forma intercalada, por lo que prefiero dormir bien, esperar a que se retiren los efectos del guayabo (también conocido como resaca) antes de emprender las sendas elegidas. Sin embargo soy consciente de que no todos actúan así.
 
Algunos individuos tienen unas vidas tan aburridas y miserables, tan monótonas que han asesinado su imaginación, al punto que sólo pueden tener emociones fuertes siguiendo con las pautas que traen desde antes. Están aquellos que olvidaron (sí, para colmo perdieron la memoria también) otras formas de diversión distintas a lanzar críticas destructivas y empollar huevos de resentimiento. Se sienten conformes y menos incómodos sentándose en sus nidos de espinas para producir veneno hacia otros. Pueden pasar meses, años, incluso décadas y ellos seguirán esperando el momento en que sus objetivos caigan en desgracia, para anunciar a su audiencia que se ha quebrado la cáscara, que el engendro ha salido para permitirles gozar con la desgracia ajena, sin embargo esto no siempre ocurre.
 
Hay épocas durante las cuales las personas tienen los problemas de siempre: pierden el trabajo, se enferman, sufren robos, deben realizar reparaciones locativas y demás, para luego volver a emplearse, montar un negocio, recuperar la salud, irse de compras o disfrutar de la remodelación, con lo cual cometen un grave error, intentan ser felices, en algunos casos lo logran. El odiador aficionado sentirá como una traición personal que alguien más, alguien que no sea el, obtenga beneficios con esfuerzo, aun cuando no desee lo conseguido por otro, porque este ejemplar siente como una ofensa dirigida expresamente hacia el, cualquier suceso positivo que le ocurra a los demás.
 
Me estaría declarando mentirosa si negara que por temporadas el exceso de problemas y la falta de optimismo me han tentado a ejercer este pasatiempo, sin embargo con los años he aprendido que el tiempo y energía que pierdo odiando a otros, podría invertirlo provocándoles yo misma las desgracias o creando éxitos propios que les permitan a los odiadores amargarse solos.
 
He descubierto que el último método es más divertido y productivo, por eso prefiero reírme con frecuencia, hasta de mis errores, antes que desgastarme eligiendo gestos, palabras y medios para responder ofensas ajenas, que sólo me quitan espacio para llegar a los lugares donde realmente deseo estar. Esta es la forma que he elegido para amordazar a los odiadores.
 
 
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