El Capitán América… a fondo (1a. parte)
Columnas > Cómic en serioPor Doctor Comic
mircoles 30 de noviembre de 2011 0:03 COT
¡Oh, caro y ocioso lector! Si has seguido este periplo de publicaciones equinoxiales en esta columna absurdamente llamada Cómic en serio, ya os ha quedado claro que en este asunto del noveno arte se sostienen mis delirios…
¿Suena medio a Shakespeare? En fin, la idea es que tengo que reconocer que en estas dos semanas de ausencia se me ha pegado algo del estilo lírico del cómic, sobre todo del característico en las décadas de los setenta, ochenta y noventa; más específico, el estilo narrativo de la Marvel Comics, y aún más puntual: las traducciones al castellano made in España.
En fin, la cuestión es que en dos semanas de vida he completado la maniaca tarea de devorarme casi 25 años en secuencia de la historia del Capitán América (es en serio), todo gracias a la buena fortuna de que existan tipos aún más desocupados que yo para tomarse la molestia de escanear la serie completa a partir de las publicaciones de la editorial española Forum y más aún, tomarse el trabajo ingrato de colgarla en la red en aquella deliciosa locura informática que es Taringa.
Antes de hablar del Capi (a fondo como señalé), me parece justo que el lector sepa a cuento de qué va esta serie de artículos. Bueno, debo confesar que sufro de un desorden mental a pequeña escala conocido popularmente en psicología como obsesión compulsiva e ideación fija; es decir, en términos coloquiales, que ¡si se me mete algo en la terca cabezota no me lo saca nadie!
El pasado 31 de octubre se me ocurrió disfrazarme del Capitán América (sí, me disfrazo y me hago mi propio disfraz cada año ¿y qué?) y luego de haber visto la película, de la cual quedé muy satisfecho (esta frase tal vez traerá de la tumba virtual a cierto trollcito, pero ¿y qué?)… y me dije que todo estaba dado para que de una vez por todas me desatrasara de los grandes huecos que siempre había tenido en la historia de Steve Rogers (a. k. a. Capitán América, por si acaso).
Como dije al principio, fue asquerosamente fácil encontrar el rastro del Capi y para colmo en español. Lo que si me dejó a punta de psiquiátrico fue la lectura continuada, pero bueno, este programita magnífico llamado Cdisplay hace la lectura de cómics virtuales mucho más cómoda.
Ahora bien, ¿por dónde empezar? Tal vez por lo primero que encontré: unas publicaciones traducidas al español que arrancan nada menos que en 1977, pero que corresponden a la friolera del número 123 de la colección original del Capi. Aquí hay que aclarar, antes de que algún obseso de los números saque calculadora, que el título original del Capitán América se vino a publicar durante la II Guerra Mundial, a principios de los cuarenta, y que se suspendió al alcanzar el número 44 si no estoy mal. Luego, en los sesenta, la Marvel Comics, al mando de Stan Lee, trajo de nuevo al Capi, en principio como parte del grupo Avengers y luego en solitario, pero continuando a partir del número en el que se quedó; es decir, el 45 si no estoy mal tampoco.
Es muy básico lo que se sabe de la historia del Capitán, pero si uno lo ve bajo la lupa es el héroe más viejo de todos en la casa Marvel y, pese a ello, si su uniforme ha variado algo en casi setenta años de historia haya sido muy poco. Podría parangonarlo con Superman en este aspecto y en otros de tipo icónico que analizaré más adelante. Lo que sí es un hecho es que su presencia en la vida real es un hecho palpable, mientras los aviones de guerra llevaban tatuado el cuerpazo de Betty Page, los soldados en el frente gozaban con los cómics del Capi.
Y es que lo que me ha atrapado de su mística tras esta lectura de una saga que atraviesa tres décadas es la constante mental del personaje, su desenvolvimiento ante crisis personales terribles que lo vuelven muy humano y cercano, lo hacen creíble, verosímil y permite que la gente se identifique con él, caso que hasta hace poco pensaba solo se aplicaba a héroes Marvel como Spiderman, Punisher, Wolverine o Hulk.
Steve Rogers es un tipo en desfase temporal, tiene traumas de guerra serios, ha visto literalmente el rostro de la muerte y lo sigue viendo con su enemigo perenne Red Skull, es un desastre para las relaciones amorosas, carga un liderazgo innato que no pidió tener y con todo y eso sus convicciones se mantienen intactas… si eso no es un modelo a seguir no sé qué lo será, eso le da valor como icono y quizás es lo que hace que sea un símbolo que trascienda más allá que a la misma Marvel Comics.
Entonces mis razones para escribir este seudo-homenaje-semblanza-biografía, o lo que sea, se sostiene en la base de tratar de mostrar el trasfondo que ha constituido un icono norteamericano del capitán. Aquí espero que no se detenga el lector en mamertadas o mochiludeces del favoritismo a los yanquis, del imperio capitalista y todos esos discursos trasnochados que harto tuve que aguantar en mi paso por la universidad pública. El interés de los tres futuros posts es llegar a la raíz del mito y del héroe super humano que se me escapa siempre que intento analizar a Superman… la razón del tropiezo es obvia, Superman es y será siempre un alien, vino de las estrellas, se siente más como un semidiós que como el “super hombre” visionado por Nietzsche.
Eso le da sabor a la historia de Steve Rogers: él si es un humano, nació en este mundo y se forjó en la ciencia avanzada para luego llevar su nuevo estado evolutivo a un punto de perfección que solo se debe a algo aún más humano: VOLUNTAD.
En fin, solo espero no aburrir al lector con lo que se avecina, nos vemos en ocho días si no les da pereza o se les pierde el enlace.