“La paz empieza cuando podemos sentir el dolor de los demás”
Estancias > Hibakusha ProjectPor Mainichi Shimbun
domingo 18 de mayo de 2008 10:33 COT
(Publicado originalmente el 2 de mayo de 2008 en japonés y el 14 de mayo de 2008 en inglés)
Senji Yamaguchi habla acerca del dolor del asma que padece en Unzen, prefectura de Nagasaki, el 10 de abril. (© Mainichi Shimbun)
Primero me gustaría contar cómo Senji Yamaguchi, de 77 años, residente en un hogar para ancianos en la ciudad de Unzen, prefectura de Nagasaki, ha recuperado la salud.
Con el asma crónico que padece empeorando, estuvo prácticamente en cama durante el invierno. "Por favor, venga cuando haga más calor", me decía cada vez que lo llamaba por teléfono.
A mediados de abril fui a visitarlo. No nos habíamos visto en seis meses. Lo encontré no en su habitación sino en el vestíbulo. Verlo otra vez de pie y caminando fue una agradable sorpresa.
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"Esto llegó hoy", me dijo mientras me entregaba un sobre. Era un aviso enviado por Hidankyō, un grupo de apoyo a los hibakusha de cuyo comité Yamaguchi forma parte, dirigido a sus seccionales prefecturales en todo Japón. El aviso tenía que ver con los estándares para reconocer oficialmente a los hibakusha, revisados por el gobierno, así como para compensarlos por los gastos médicos ocasionados por su exposición a la radiación de la bomba. A pesar de estar enfermo, había estado ocupado durante el invierno recopilando información sobre el tema.
"Era un trabajo importante que había que hacer", expresó.
Durante nuestra entrevista de 20 minutos, habló suave pero se reía a menudo. Habían surgido numerosos problemas respecto de una respuesta apropiada a los nuevos estándares. Aun así, Yamaguchi estaba claramente complacido. Su rostro feliz de ese día fue como un rayo de luz de primavera.
Suzuko Numata en Hiroshima el 28 de abril. (© Mainichi Shimbun)
Los nuevos estándares, que entraron en vigor en abril, reconocieron como hibakusha a 149 individuos a quienes les habían negado una compensación médica según los estándares antiguos. Uno de quienes no recibió reconocimiento es Seikō Komatsu, del distrito de Asaminami de Hiroshima. Hospitalizado desde enero, Komatsu, de 72 años, había interpuesto una demanda porque el gobierno no le había otorgado estatus oficial de hibakusha. Últimamente se ha recuperado al punto de poder pasar la comida por la garganta, pero los prospectos de su demanda no se ven claros. "Me da miedo de que se esfuerce demasiado", nos dijo, preocupada, su esposa por teléfono.
En un hogar para adultos mayores en el distrito de Minami de Hiroshima, Suzuko Numata, de 84 años, se acostó para calmar los dolores del reumatismo. Con temblores en los miembros, se levanta y le permite a un miembro del personal llevarla a una silla de ruedas. Dice que los huesos de las costillas se le pueden romper en cualquier momento.
En sus conferencias acerca de sus experiencias como hibakusha, Numata suele hablar del hibaku aogiri, un árbol de parasol de la China que se encuentra en el Parque de la Paz de Hiroshima.
A finales de abril, en la ciudad de Fukuyama, prefectura de Hiroshima, arrancaron varios jóvenes retoños del hibaku aogiri. El ataque parece formar parte de una reciente ola de vandalismo contra las flores en lugares aislados del país.
"Las plantas y las flores llevan un trocito de vida", dice Numata. "La paz empieza cuando podemos sentir el dolor de los demás. Enviaré ese mensaje mientras tenga vida en mí".
Su vida es una lucha perpetua contra la enfermedad, pero ella no pierde la esperanza.
Por Tarō Yamasaki, Hideyuki Kakinuma y Kozue Inoue, Mainichi Shimbun. Traducido del inglés, con apoyo en la versión en japonés, por Julián Ortega Martínez
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