A propósito de Los viajes del viento y Mario Benedetti
cine > Cineclub > EstanciasPor Marsares
martes 19 de mayo de 2009 13:24 COT
Pensaba escribir sobre Usted, Maestro Benedetti, el hacedor de utopías y conspirador de sueños, el desmitificador de los dioses humanos y divinos que nuestra soledad construye a diario y multiplica como si se tratara de panes evangélicos.
Pero un desliz me obliga a serle infiel transitoriamente. Se trata de una película que no tiene nombre de pila bautismal, sino de ciénaga y piquería, de pactos sagrados y lenguas ancestrales, de un universo mítico que de tanto visitarnos se quedó a vivir entre nosotros, de herencias que ni siquiera el tiempo puede quebrantar.
Se llama Los viajes del viento y sí, como usted lo piensa, lo pienso yo también, es un nombre que sólo puede ocurrírsele a un poeta, a uno de esos jóvenes que, como usted bien lo dijo, “En este mundo de paciencia y asco / … / también les queda no decir amén / no dejar que les maten el amor / recuperar el habla y la utopía / ser jóvenes sin prisa y con memoria / situarse en una historia que es la suya / no convertirse en viejos prematuros”.
Y a este llamado responde con creces Ciro Guerra, con una cinta que, como amante de carnaval, te entrega el cuerpo a cambio de tu alma, trueque al que asentimos sin remordimientos porque nos proporciona la alegría que, como usted mismo lo dijo, hay que defenderla “como un derecho 7 defenderla de dios y del invierno / de las mayúsculas y de la muerte”, así sea de la muerte suya, maestro.
Pero yo sé que usted me entiende porque antes que poeta fue cómplice de la vida y Los viajes del viento es eso, vida en su más pura e inquietante dimensión. Por ello, antes de que el viejo juglar arranque de la pared el acordeón que su maestro le encomendara para contar las historias de los hombres, sentimos la presencia de un dios más antiguo que la memoria, que como una tramontana tropical se nos mete en los sentidos, suave, cadencioso, hechicero, el añoso viento que nos prepara para el viaje que todos emprendemos alguna vez en la vida en busca de los porqués, razón de nuestra existencia.
Cuando el borrico, con el hombre a cuestas, se pierde en la sabana inmensa, en compañía de un joven que tan sólo quiere ser su sombra, descubrimos con asombro que esa tierra mítica, tan lejana de nuestras ciudades fosforescentes, no es tan ajena como al comienzo nos parece.
En un instante mágico que, como el cristal de María, pasa sin rompernos ni mancharnos, comenzamos a reconocernos en ella, en las ciénagas, en los pastizales, en los riscos donde impensables anacoretas reparan la música, en los desiertos, nevados y playas, en las parrandas eternas y los duelos de honor, en los poblados sagrados, en los diálogos de acordeón y flautas milenarias, todo se vuelve tan nuestro que, cuando el último acorde abandona la llanura llevado por el viento, la emoción nos embarga, quizás porque como ninguna otra película de estos lares, Los viajes del viento nos descubre la esencia de la que estamos hechos, con nuestros miedos y derrotas, alegrías y nostalgias, pero sobre todo, con la esperanza que nos espera paciente, al final del sendero, detrás de unos ojos que apenas están aprendiendo a mirar.
El eterno retorno se cumple así, inexorable, sin que el tiempo lo perturbe, y con sorpresa descubrimos que Colombia no es una ficción poblada de ciegos, sino una realidad tan verdadera donde caben todas las especies de hombres y sueños, incluida la poesía “Que golpee y golpee / hasta que nadie / pueda ya hacerse el sordo / que golpee y golpee / hasta que el poeta sepa / o por lo menos crea / que es a él / a quien llaman”.
- 27 abr 2009 Road movie en burrito: Los viajes del viento
Vaya, maestro, se salió usted con la suya, como siempre lo ha hecho, mire que al final el viento también me llevó a usted, porque a la larga la poesía es promiscua por naturaleza y si hemos de creerle a Nicanor Parra que la poesía es la “vida en palabras”, el cine es “la vida en imágenes”, axioma que Ciro Guerra cumple, como alumno aplicado.
Y vaya que lo cumple.
mircoles 20 de mayo de 2009, 17:39 COT
De lo mejor que te hemos leido, Marsares. Gracias.
sbado 3 de julio de 2010, 12:33 COT
[…] Benedetti, “el hacedor de utopías y conspirador de sueños” como lo recordamos en estas páginas el día de su muerte, es el referente de Uruguay, es el referente de Sudamérica, para […]