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Un oficio para la nostalgia de los abuelos

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viernes 15 de abril de 2011 6:57 COT

Hierro

Hoy sólo han pasado unos cuantos meses desde que fui al sector de Las playas en Rionegro, a visitar uno de los tantos talleres que se encontraban junto al río. Actualmente, en este lugar fuertemente afectado por las inundaciones producto de las lluvias y de estar ubicado en un sitio de alto riesgo, sólo queda en la memoria de algunos lo que en otro momento fue.

Me gustaría en un futuro, por cuestiones del alma si se le puede definir así, o por simple capricho, hacer un pequeño documental que aunque esta vez no cuente con el sitio original permita recordar a las personas, el pasado que se pierde a medida que la infraestructura y las dinámicas de los municipios cambian, eso si mis limitadísimos recursos me lo permitiesen. Por el momento quiero compartir con ustedes una de esas historias.

Junto a un puente, casi debajo de él, se puede ver una fila de pequeños talleres hechos de rejas, latas, palos, partes de autos y demás elementos que fácilmente podrían confundirse con chatarra. Estos lugares artesanales desde su propia arquitectura contrastan con la moderna infraestructura vial que está junto a ellos y con el Río Negro que amenaza constantemente con inundarlos recintos.

Maestro
Agaflor

Frente al primer taller hay un carro de apariencia antigua, al cual le ha sido adecuada una parrilla hecha de hierro forjado que tiene unas letras hechas del mismo material y que dicen “Maestro Agaflor”.

El taller, más grande de lo aparente desde afuera, tiene toda clase de objetos esparcidos por el lugar. Frente a la puerta de entrada se puede ver el cabezote de un camión antiguo oxidado de color rojo (casi rosado de lo desteñido que está), mas al fondo hay otro de color blanco, ambos sin llantas ni carrocería.

Junto a la entrada, hay una separación hecha de rejas y latas que deja ver fácilmente tras ella otro taller de herrería que parece nacer de la división del recinto principal.

Por el suelo, que es de tierra compacta, se esparcen montones de pedazos de metal, de todos los tamaños y formas. Hay dos yunques, uno más pequeño que el otro y ambos fijados con varillas retorcidas a grandes troncos de madera. Junto al yunque pequeño hay una máquina de soldadura y un taladro industrial que son empleados constantemente para unir o hacer los arreglos para las piezas que se forjan.

Fragua

La fragua del herrero está frente a la carretera, separada por una reja, ubicación que probablemente fue elegida para ventilar el exceso de calor producido por el fuego que genera el carbón encendido de la máquina.

En la pared posterior a la fragua, se sitúa una pequeña puerta, que conduce a un pedacito de tierra firme antes de encontrarse con las aguas del río; allí una separación del taller se ha adaptado para la mascota, una perra labrador de color negro.

Junto al río, casi en el agua, se ve un farol hecho de forja, que es sostenido por una vara de metal y finalmente está el baño —creo que sobra explicar cómo funciona el desagüe—. Es en este sitio donde Alberto hace sus creaciones en forja.

Alberto, el herrero

Alberto es una persona de aspecto robusto y duro, su piel color canela y sus manos endurecidas por el trabajo pesado y las altas temperaturas a las que son expuestas dejan ver el paso del tiempo empleado en el oficio que aprendió de su padre y ha ejercido desde hace treinta y dos años. Con lunas tenazas coge un carbón que está al rojo vivo y prende un cigarrillo, le da unos cuantos soplos y comienza a hablar acerca de sus primeros pasos en la herrería.

Los inicios de Alberto en el oficio fueron en Sonsón, cuando a una edad aproximada de dieciséis años decidió aprender a forjar el hierro: comenzó haciendo herraduras con su padre, que desde ese momento no corrió más con los gastos de su hijo. Posteriormente y después de mucho andar “con su taller al hombro” por diversas partes de Antioquia como el suroeste, Medellín y Urabá, se instaló en Rionegro hace 14 años.

Al arribar al municipio situó el taller en una parte periférica del casco urbano, sitio que, según él, no era muy concurrido y no representaba mucha clientela. Después de dos años se instaló en el lugar que actualmente ocupa. Sin embargo, el proceso para asentarse en este lugar no fue fácil, pues tuvo que exigir a la alcaldía bajo las premisas del derecho al trabajo que le permitieran quedarse allí.

Hierro

De su experiencia como herrero resalta cómo él, al iniciar un proceso básico como la elaboración de herraduras, trasciende hasta la fabricación de piezas industriales, elementos para la agricultura, candelabros, bisagras, rejas, faroles, y demás elementos que se pueden elaborar del hierro.

Tal vez su amor por el hierro, mezclado con la idea de que forjar es un proceso que requiere de la mano de un artista que dé forma y cree con el metal piezas únicas y funcionales, hacen de Alberto un maestro de la forja.

Entra un cliente al taller y Alberto detiene sus actividades momentáneamente para poder atenderlo. Se escucha su voz desde la puerta del taller mientras se puede ver cómo el metal va tomando su color rojizo con el fuego. Después de un rato retoma la actividad que venía desarrollando. Retira la forja que se encontraba calentando en la fragua y la lleva al yunque que está ubicado cerca, comienza a martillar el trozo de metal para moldearlo,  después de varios golpes se ve la forma de lo que podría ser una manija para una portada de una finca, luego la sumerge en un balde con agua lo cual levanta una nube de vapor denso.

Él es una persona jovial y llena de ideales delimitados principalmente por su amor hacia los carros antiguos, motivación que lo ha llevado a hacer modificaciones en su automóvil, La Jeapeta, que recorre las calles del municipio con su parrilla hecha de hierro forjado y en la cual se pueden ver las palabras “Maestro Agaflor” (Alberto Gaviria Flórez), o incluso a planear proyectos más ambiciosos como el de un carro doble cabina que “va a ser casa, almacén y taller a la vez”. De este proyecto Alberto ya ha hecho el primer paso, conseguir las dos cabinas para el auto, un cabezote de camión rojo. “Ese es un carro ñato, de ahí se puede sacar un carro hermosísimo”, menciona. La segunda cabina es otro cabezote de color blanco, ambos son carros antiguos.

Alberto es sin duda un hombre de peculiaridades, pero sobre todo es una persona que conoce y sabe cuál es su papel en la sociedad, pues no duda en identificar el gran campo de acción que tiene un herrero: “todos, de una u otra manera, necesitan del herrero, del forjador, del que con el hierro y el acero hace miles de cosas, para el agro, para los ebanistas, los carpinteros, los talladores, los mecánicos, los albañiles, para todos se fabrican piezas en el taller…”

Detiene por un momento su trabajo y cuenta una de sus anécdotas más memorables, cuando en Urabá, para enderezar una parte de maquinaria industrial tuvo que golpearla repetidamente con uno de sus yunques, pues los mazos y martillos no servían para una pieza de tal dimensión.

Al referirse al trabajo del herrero, el maestro Agaflor, lo define como “la nostalgia del ayer, de los abuelos”, pues sostiene que hay una tendencia a regresar a los orígenes, “el que es agradecido vuelve al pueblo donde nació, o a la vereda donde se crió y compra la casa vieja de los abuelos que generalmente está derruida y en ruinas, y la vuelve a restaurar. Ahí es donde entro yo, al proceso de restauración de esas casas antiguas. O sea que en la parte de herrería, toca lo que es la forja, lo que son las aldabas, los cerrojos, las chapas, todo lo mismo que tenían las casas de los abuelos, esa parte es la nostalgia del tiempo de de los abuelos, tiempo que no vuelve y que era de una calidad inmensa”.

Después de haber hecho varios procesos en las piezas como la soldadura o las perforaciones pertinentes para los clavos que soportaran la estructura, probablemente una puerta de madera, Alberto muestra su trabajo terminado, hace una breve explicación del proceso y reflexiona acerca de cómo ha forjado su vida y su familia mediante el oficio que heredó de su padre y que ahora ejerce uno de sus hijos.

En esos momentos en que, en medio de risas, Alberto me decía que quería hacer un relleno de tierra sobre el río para abrir una tienda al lado del taller, y así valorizar más su propiedad para negociar con la alcaldía que lo iba a desalojar a él y el resto de establecimientos, con el fin de construir un parque lineal, no creí mucho en sus afirmaciones, pues no era la primera vez que habían tratado de tomar acciones contra estos asentamientos comerciales. Hoy no sólo no existen más estos lugares, sino que tampoco hay indicios del supuesto parque.

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12 comentarios a la entrada “Un oficio para la nostalgia de los abuelos”

  1. ana
    domingo 17 de abril de 2011, 22:08 COT
    1

    me gusta mucho como describe cada situación de la escena, hace que se transporte a ese lugar.

  2. ana
    domingo 17 de abril de 2011, 22:25 COT
    2

    Me gusta mucho como describes cada situación, me hace transportar al lugar

  3. martha
    domingo 17 de abril de 2011, 22:33 COT
    3

    en estos momentos de invierno estas lineas son muy oportunas las descripciones de el lugar son fascinantes ojala reunas los recursos para continuar con tu documental

  4. maria patricia
    lunes 18 de abril de 2011, 18:12 COT
    4

    Me facina tu manera de escribir, deseo de corazón que obtengas los recursos necesarios para realizar el documental que deseas realizar.

  5. Lully
    martes 19 de abril de 2011, 16:16 COT
    5

    La forma sutil y deliciosa en que nos introduces a nosotros tus lectores, para acercarnos a conocer al Maestro “Agaflor” (Alberto Gaviria Flórez), me lleva no sólo a disfrutar de tu escrito, sino también a volver mi mirada en ésta y muchas otras profesiones manufactureras muy propias de nuestra Colombia, donde aún se encuentran forjadores de pura cepa que seguro, si los abuelos paisas existiesen, se enorgullecieran de su empuje y templanza para salir adelante.

    Sobre tu documental, debes ir preparándolo porque el tema está súper. Estoy segura de que un día nos darás la sorpresa y tus sueños al respecto serán toda una realidad.

    ¡A warm hug and congratulations dear Juan José!

  6. Paola
    mircoles 20 de abril de 2011, 23:27 COT
    6

    Bien por este Don Alberto porque defendio el derecho al trabajo,un derecho que en Colombia esta en via de extincion y valga decirlo con -voz alta- cuando se aproxima el dia del trabajo, por eso le propongo al periodista Juan Josè una de estas historias reales para el primero de mayo.

  7. Nora C.
    jueves 21 de abril de 2011, 14:45 COT
    7

    Mira Juan José.
    Es un texto transparente y muy bonito, laborioso, como el trabajo del artesano, de nuestros artesanos, el forjador de hierro, y tras él, el forjador de sueños.

  8. melisa
    domingo 24 de abril de 2011, 18:25 COT
    8

    Hola Juan este texto se puede comparar con la herencia que dejó San José a su Hijo Jesús de Nasaret con la ebanistería, como sabemos èste era mirado en forma displicente e irònica por el oficio que desempeñaba. ya que para el ser humano era imposible que un carpintero fuera el enviado a la tierra ha hacernos reflexionar sobre la importancia de la Fe, el amor y el Perdón para convivir con el prójimo. Su texto es un llamado a todos los lectores para que en estos días de relexión valoremos todos los oficios y entendamos que siempre se puede hacer algo por el que lo necesita. !Qué bien¡ que hayan escritores que muestren este tipo de situaciones.

  9. Hernando
    domingo 24 de abril de 2011, 18:52 COT
    9

    Hay oficios que nunca nos detenemos a pensar que son importantes, es más no sabemos que existen. El poder conocer este tipo de labores y la historia de Don Alberto viviendo al lado del rio en el municipio de Rionegro donde hay varias inundaciones, hace que nos pongamos en los zapatos de las personas que estan abandonando sus hogares. Estoy seguro que asi como Don Alberto se abrió camino con su profesión heredada de su Padre nuestros colombianos desplazados podran salir adelante con sus familias.. Felicitaciones al escritor

  10. giovanna gaviria
    martes 19 de junio de 2012, 13:01 COT
    10

    Este es el hombre mas valiente y fuerte, responsable , mi idolo mi heroe……lo amo, es mi papá.

    papi te adoro, te quiero a mi lado siempre.

  11. MARIA JOSE CASTILLO GAVIRIA
    jueves 21 de junio de 2012, 18:46 COT
    11

    LA HISTORIA DE MI ABUELO QUE ES ALBERTO GAVIRIA FLORES ES MUY BONITA….Y GRACIAS A SU TALLER DE FORJA A FORJADO COMO DICE EN EL ARTICULO SU FAMILIA

  12. diego alejandro gaviria restrepo
    sbado 15 de septiembre de 2012, 19:43 COT
    12

    juan jose felicitaciones por el articulo muy bien contado muy bien elegido y muy importante para dar a conocer estos oficios tradicionales que hacen idiosincracia patria y nos enorgullesen, mas a mi que soy hijo de alberto gaviria y que aprendi y aprendo de el maestro AGAFLOR esta hermosa tradicion de amar el oficio de la fragua, forja o herreria haciendo cada dia articulos productivos, bellos y valiosos , y mil gracias de nuevo bendiciones para usted.



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