Road movie en burrito: Los viajes del viento
Artículo destacado > Life in the Picture MotionPor Diana Luque Lavado
lunes 27 de abril de 2009 2:54 COT
Afueras de Majagual (Foto: María Mercedes Mora)
Hace aproximadamente un mes estuve invitada al estreno de Los viajes del viento, la nueva película de Ciro Guerra, producida por Cristina Gallego y Diana Bustamante de Ciudad Lunar Producciones. Para mí Ciro no es el nuevo director estrella. No niego su talento pues en realidad lo tiene; lo digo porque fue, junto con Cristina, compañero de clase. Quiero presentar esta historia no únicamente con lo que vi, sino que quiero contar lo que pude hablar con ellos y los recuerdos que tengo de mis compañeros de clase, que ahora, nuevamente, van a la selección oficial del Festival de Cannes con esta road movie en burrito.
De Los viajes del viento
Road movie es el género de los viajes: no importa el destino, lo que importa es el recorrido. La diferencia de esta historia es que, en vez de ser en carro, es en burrito. Esta es la historia de Ignacio Carrillo, un reconocido juglar de nuestra costa colombiana, quien tiene una misión: devolver el acordeón que su maestro le entregó. Para esto, debe viajar desde Majagual, en Sucre, hasta Taroa, el último rincón de la Guajira. El joven Fermín decide unirse al viaje ya que desea ser un gran juglar, y con un poco de disgusto de Ignacio comienzan el recorrido en el que irán al ritmo que el acordeón toque.
Casi siempre en las "películas de carretera" solo importan dos cosas: el cambio del protagonista y el paisaje. Para la primera, esta historia transcurre en un trasfondo que determina el tipo de historia, que es el de la cultura vallenata. Ojo, no puse vallenato. No confundir con Silvestre Dangond y esas cosas que están sonando en radio. Tampoco confundir con Carlos Vives y todo el fenómeno de ‘los clásicos de la provincia’. Hablo de la verdadera cultura del Valle de Upar que muy pocos conocemos y que es lo que verdaderamente caracteriza a sus habitantes.
Piquería (Foto: Iván D. Gaona)
La música va por las venas de Ignacio y Fermín, va por los habitantes de la costa Caribe, y esa música es la reflexión de su propia vida, es la representación del caminar diario entre el sol y el desierto, entre el arriar ganado e ir a la piquería. Es la primera vez que siento que una película colombiana nos representa de verdad, y creo que lo logra porque habla de la vida diaria de la mayoría de habitantes de nuestro país, que no están en las ciudades, sino en los pueblos polvorientos que hay que atravesar con burrito, donde se bebe chirrinchi casero y siempre habrá espacio para la fiesta de 3 días. La verdadera esencia, acompañada con la verdadera música.
Las salinas de Manaure (Foto: Iván D. Gaona)
En cuanto al paisaje, la película habla por sí sola. Tanto, que el diálogo es el estrictamente necesario y el recorrido, hecho en buena parte sin diálogos, lo que da la reflexión del silencio, permite mirar y dejar de lado las frases hechas para campañas publicitarias sobre el paraíso tropical de Colombia y, simplemente, el espectador se siente perdido en un mundo donde quiere estar, donde quiere dejar el mundo urbano, tomar el burrito y sentarse a ver el atardecer desde cualquier lugar de la Sierra del Perijá o en medio de las Salinas de Manaure.
Decir más de la película es dañar la expectativa. Uno, porque las palabras se quedan cortas para expresar el contenido de las imágenes; y dos, porque la historia se desenvuelve sola, como cuando uno sale de viaje: nadie quiere que le cuenten a uno qué es lo que va a pasar.
De la producción
La mayoría de los ‘críticos’ que me acompañaron alabaron a Ciro. Yo pensé en el trabajo de Cristina y Diana, así como del equipo. Cuando una película sale bien siempre se alaba al director, porque el trabajo de los demás es prácticamente invisible, pero está ahí. Es evidente que es una película de increíble calidad, la primera hecha en Colombia en formato panorámico o widescreen. El rodaje duró 9 semanas, 4 en pueblos y ciudades de la costa, pero las otras 5 en medio de caminos, desiertos, ríos y mar, lo que significa que nada de luces, nada de conectar al enchufe más cercano ni dormir en un hotel de lujo, recorriendo en chalupa o en lo que hubiera en 80 locaciones y 5 departamentos.
Todo esto acompañado de buenos actores: Marciano Martínez (Ignacio Carrillo) es un verdadero juglar que ha compuesto canciones conocidas como Amarte más no pude, junto con Yull Núñez (Fermín), quien con solo 18 años ya es un artista, pues también es pintor. Junto a ellos está un impresionante trabajo de dirección de arte a cargo de Angélica Perea y su equipo, quienes se dieron a la tarea de recrear esta historia en 1968 de una manera tan atemporal que uno solo descubre la fecha cuando aparece en un cartel. También construyen una casa en medio de la nada en el camino a la Sierra Nevada y hacen un diseño de vestuario real y cotidiano para la historia.
Después de la función, hablaba con Cristina y Diana, quienes estaban felices pero notablemente extenuadas. Ojalá hacer una película fuera crear la historia e irse a filmar, pero el proceso de realización de Los viajes del viento comenzó con año y medio de escritura de guión a ritmo de ir lugar por lugar, pueblo por pueblo, para investigar y sacar la historia. También hablamos del proceso de llevar todo a Cannes, Berlín, Róterdam, España y Los Ángeles, donde ganaron varios premios que se invirtieron en la realización.
Del director
Ciro Guerra
Conocí a Ciro porque fuimos compañeros de clase. El recuerdo que tengo de él en la universidad no tiene mucho que ver con la persona que creo que es ahora, o por lo menos con su imagen pública. En realidad la gran mayoría de personas en la universidad pensaba que era el típico costeño, muy alegre, muy hablador y con apariencia de vago… Primeras impresiones.
Eso sí, todos sabíamos que había visto más cine que cualquiera en el momento, por las cosas que decía y sus historias siempre me parecieron raras, con un toque de realidad, pero raras al fin de cuentas. Trabajé con él en uno de sus primeros cortos, llamado Alma —no sé si él lo cuente como uno de sus trabajos, pero yo sí—, que era la historia de un matrimonio aburrido donde a él se lo tragaba un hueco. Sí, un hueco.
El mayor recuerdo que tengo de ese rodaje es a las 3 de la mañana todo el equipo durmiendo excepto Ciro, los actores y yo, que era la script, que no entendía de dónde sacaba energía para verse como si nada, y aun así citarnos a todos ese mismo día a la 1 de la tarde a seguir grabando… era muy exigente y terco, dos cosas que son necesarias en este trabajo, pues lo único que todo el equipo está esperando es que el director sepa para dónde va. Aún creo que lo es, si no, no creo que hiciera lo que hace.
La idea para la historia de La sombra del caminante surgió al mismo tiempo que mi propia tesis. De eso recuerdo que tuve la oportunidad de ver el que yo creo que era el primero de muchos cortes de La sombra cuando estaba en la universidad, pues su sala de edición estaba al lado de la mía. De eso, ni sombra de lo que sería la película que vi en cine: la historia original perdura, pero es evidente que el productor Jaime Osorio tuvo mucho que ver.
Luego vino el boom. Recuerdo haberlo visto en una foto en la portada de la sección de cultura en el periódico El Tiempo, con un tabaco en la boca… Me llamó mi mejor amiga de la universidad para preguntarme por la foto y simplemente nos sorprendimos: jamás pensamos que Ciro, el que desertó de la universidad, llegaría tan lejos. Un buen llamado de atención para la academia, que demuestra que para hacer cine no es necesario pasar por ahí.
Después de eso, lo he visto dos veces: una almorzando en Santa Marta; yo estaba de vacaciones y él trabajando para la Universidad del Magdalena. La segunda fue ahora, en el estreno de Los viajes del viento. Me sorprendió. Es grato darse cuenta de que el tiempo no pasa en vano y de que todos maduramos. Él sigue siendo el mismo costeño orgulloso de su tierra, pero menos ruidoso y más visual. Y entendí que su lógica sigue siendo la misma: esa preocupación por mostrar quiénes somos, desde adentro, desde la calma y la reflexión que da el crecer en un lugar como el que muestra la película.
No hablamos mucho en el estreno, tenía una gripa terrible y fue a la presentación realmente por cortesía, pero lo vi muy contento y al mismo tiempo nervioso: La sombra del caminante fue muchas cosas, obviamente es una buena idea, pero también una gran cantidad de trabajo de muchísimas personas y un poco de suerte, no nos engañemos. Los viajes del viento es la prueba, ya no hay suerte, solo una mejor idea y el trabajo de otros muchos, más profesionales. A la larga, admiro a Ciro y a Cristina: son los únicos de la generación que están haciendo lo que siempre dijeron que harían.
Quiero saber qué pasará con Los viajes del viento. No solamente en Cannes, ni en los demás festivales. No hablo únicamente de la taquilla. Quiero saber si mis estudiantes, mi vecino, mi hermano y mi mamá, y obviamente los lectores de equinoXio sienten lo mismo que yo: dicen que el cine es el reflejo de lo que somos, por eso el cine de cada país es diferente y por primera vez en la pantalla me sentí identificada como colombiana. Si tengo que explicarle a un extranjero cómo es ser colombiano yo puedo decirle, "vea Los viajes del viento".
Espero sus comentarios. El estreno en Colombia es este 30 de abril.
El material audiovisual que acompaña este artículo fue suministrado gentilmente por la producción de la película.
lunes 27 de abril de 2009, 15:27 COT
Soy poco afecto al cine nacional. A decir verdad, nada afecto. Pero luego de leer tu relato de lujo sobre esta nueva cinta de Ciro Guerra, habrá que verla pronto. Me dejaste las ganas desde nuestra conversación usaquereña, antes de abordar abrúptamente el expreso. ¿Cómo te pareció Xtian Caricaturas?
martes 28 de abril de 2009, 21:08 COT
La primera noticia que tuve de “Los viajes del viento” fue por boca de Vincenzo Bugno, director del World Cinema Fund, entidad alemana que patrocinó en parte los costos de la película. En su paso por Bogotá contó que cada año, de 1.000 proyectos se escogen 10 para financiar, con criterios muy estrictos en todos los aspectos, pero sobre todo, deben promover una estética narrativa propia que enriquezca el cine. Con orgullo, Bugno nos habló que la mayoría de sus películas no sólo son invitadas a los principales festivales internacionales de cine, sino también se ganan los premios. Para la muestra, “La teta asustada”, proyecto patrocinado por el WCF, ganadora del festival de Berlín.
En la reunión se habló en términos elogiosos de la película de Ciro Guerra y entendí, si lo decía una autoridad alemana de cine de primer nivel, que la película debía tener mucha calidad. No me sorprendió, por consiguiente, su nominación a una de las categorías del Festival de Cannes, ni tampoco, que en su periplo por otros festivales compita y gane.
Y ahora, con la reseña que haces de la película, nos acercas más a sus realizadores que, como lo afirmas con justeza, son un magnífico equipo que nos transporta a esa Colombia aún desconocida, no sólo por su lejanía, sino por los estereotipos que se manejan sobre ella. Por ello la veremos con curiosidad, con alegría y con el asombro que genera nuestra riqueza cultural, que no alcanzamos a captar en este excluyente centralismo.
Un artículo que conmueve por su cercanía.
martes 12 de mayo de 2009, 17:22 COT
Ví la película recién el sábado, de paso muy bien acompañado por quizá la única persona que podría haberme guiado por esos caminos… y, aunque previamente la había descartado de manera completamente arbitraria (changos, no me gusta el vallenato y me sonaba a eso), la disfruté a plenitud. Desde la fotografía -excusa suficiente para ver la película si uno no le encuentra otros méritos – hasta la música de acordeón – no necesariamente lo mismo que vallenato – viví un viaje con ese viento que sopla en la sabana… un viaje heroico, bello e inquietante, un viaje con la música y con la muerte.
http://mornatur.wordpress.com/2009/05/11/viajes/
martes 19 de mayo de 2009, 17:19 COT
[…] llama Los viajes del viento y sí, como usted lo piensa, lo pienso yo también, es un nombre que sólo puede […]