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Otra mirada al abuso

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jueves 12 de octubre de 2006 12:25 COT

Candido Portinari, Meninos brincando, 1955

Candido Portinari, Meninos brincando, 1955

El abuso sexual infantil, tan en boga por estos días, es literalmente abusado por los medios, que en su afán de rating y de notoriedad señalan incesantemente el problema del maltrato y el abuso infantil como síntomas de nuestra realidad violenta. Sin embargo, el abordaje se queda en la narración de los hechos y la descripción del abusador o del maltratante, sin una pregunta real por el sujeto abusado. Intento formular esa pregunta, a partir del relato de la experiencia de la terapia de dos niños abusados.

Primera experiencia

S tenía 10 años cuando la conocí. Paseaba por el colegio con su mejor amiga y sonreía sinceramente al saludar. No era buena estudiante, y tenía un pequeño retraso en el desarrollo del lenguaje. Cuando llegué una mañana al colegio, la rectora me dijo que notaba esa dificultad y me solicitó que la evaluara para remisión a fonoaudiología, si lo consideraba necesario.

Nos sentamos a conversar, y en efecto era difícil comprender el lenguaje bebetizado de S. Lo que sí era clarísimo era que entregaba en sus palabras y en sus preguntas una ternura sincera. Esa sensación empezó a generar en mí curiosidad: tenía una paciencia infinita cuando le pedía que me repitiera la pregunta que recién me había hecho. Demasiado grande para una niña de 10 años, pensé. Ternura y paciencia son escasas en el mundo infantil. Entonces empecé, instintivamente, a preguntarle por el amor, por las experiencias sexuales. Quería explorar esta madurez emocional.

Candido Portinari, Denise com Gato, 1960

Candido Portinari, Denise com Gato, 1960

Y me dijo, como quien habla de un error que le apena profundamente, que había sido abusada. Ella sentía que nadie debía saberlo, porque la castigarían. Me contó todo lo que había sucedido. Hicimos con su familia y con el colegio el proceso de denuncia ante las autoridades, y finalmente no se hizo justicia, porque la denuncia fue tardía y ya no había en el cuerpo de la niña huellas del delito.

Indignados todos, excepto S. Ella pensaba que había pasado por esa experiencia por una razón, y que el dolor le había hecho aprender nuevas formas de ser. Sin victimizarse, como lo hicimos todos cuando supimos su secreto, S empezó a desarrollar una madurez emocional impresionante para su edad. Reía, disfrutaba de una conversación a pesar de su dificultad, intuía las emociones de los otros y era capaz de expresar afecto de una manera que muchos adultos jamás logran.

Segunda experiencia

Meses después encontré otro caso. W acababa de empezar la primaria cuando lo conocí. Jugaba en el patio con sus amigos. Le gustaba correr y saltar detrás de la escuela. Era buen estudiante, se destacaba por su habilidad en matemáticas y por su buen comportamiento en clase. Me senté a conversar con su maestra, reportándole los excelentes resultados que había obtenido en una prueba diagnóstica de sus habilidades sociales. Ella me contó que el niño había sido víctima de abuso sexual a los 5 años, y me preguntó si era posible entrevistarlo para evaluar si podría tener un buen desarrollo de su sexualidad.

Llamé a su madre y ella me contó la historia. Le pedí autorización para trabajar con el niño. Ella lloró mucho al contarme lo que había ocurrido y me pidió no hacer nada con las autoridades. Me dijo que ese trámite se había hecho inmediatamente, que lo importante era W y que nadie más supiera su secreto. Ella había hecho justicia por su propia cuenta y el niño lo sabía.

Torpemente, quise jugar con W la primera vez que estuvimos juntos en entrevista. Pero él me miraba, inteligente, y me dijo: ¿por qué lloró mi mamá? ¿hablaban de mí? Entonces interrumpí el juego y le conté lo que había ocurrido. El recuerdo de esa noche lo invadió y me narró los hechos con la tranquilidad más increíble. Me preocupé, su rostro se hizo plano y sus ojos enormes me miraban con serenidad. Indagando sobre la represión, le pregunté si en sueños aparecía de nuevo. Me dijo que soñaba cosas bonitas, que volaba, que jugaba fútbol. Me dijo que le gustaba una niña y que a veces soñaba con ella. Todo bien, me dijo. Sonreí, admirada, y recordé a Zezé.

Candido Portinari, Meninos soltando papagaios, 1947

Candido Portinari, Meninos soltando papagaios, 1947

Zezé es el protagonista de la novela de Jose Mauro de Vasconcelos Mi planta de naranja lima, que logra proponer lo que pasa con un niño de 5 años después del descubrimiento del dolor. En la novela del brasileño no aparece el abuso, sino la pobreza, el duelo y el maltrato. Nunca he leído algo así escrito por un colombiano, aunque la cotidianidad nuestra sea tan similar a lo que en el libro se describe.

¿Qué hace que en Colombia veamos el abuso sexual infantil como algo irreparable? ¿Como algo que rompe para siempre el alma? Nos duele profundamente ver las marcas en el cuerpo de un menor, pero ¿nos preguntamos efectivamente qué queda después en el psiquismo? Esas son las cuestiones que habría que preguntarse, creo. Espero generar en los lectores discusión sobre el asunto, para mirar con otros ojos tanta noticia sin análisis real de lo que ocurre.

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14 comentarios a la entrada “Otra mirada al abuso”

  1. Sylvie
    jueves 12 de octubre de 2006, 15:52 COT
    1

    El fin de semana pasado, pasaron por enésima vez en televisión la película de Keir Pearson y Terry George: Hotel Rwanda. Cuenta la historia del genocidio de 1994, en Ruanda. Habla de cien días de matanzas entre hutus y tutsis, y de la insensiblidad del mundo entero ante una situación de tal magnitud. Más allá de las relaciones que se pudieran establecer, sobre la indiferencia de las personas acerca de las cosas que no las comprometen, recuerdo haber escuchado allí una frase, que quisiera resaltar. No la recuerdo textualmente, pero la decía un periodista que había filmado unas imágenes extremadamente duras sobre aquel infierno, y las mostraba en presencia del gerente del reconocido hotel. Se disculpaba por su imprudencia. Paul, así se llamaba el gerente de aquel prestigioso hotel, respondió que no le importaba, que era necesario que el mundo entero se diera cuenta de lo que ocurría y que con ello se empezaría a hacer algo. A lo cual respondió de nuevo el reportero (y esta es la frase de la que hablo): Es muy posible que el mundo entero quede impactado después de ver las imágenes, y que incluso se lamente por lo que ocurre, pero segundos después terminará el plato de su cena y dormirá tranquilamente, sin pensar de nuevo en ello.

    En España, puedo advertir un manejo similar de la problemática sobre el abuso a menores. Y, la preocupación de nuestra querida Rana, podría sostenerse. Los noticieros cumplen el deber de reportar el abuso, se preocupan, incluso, por ofrecer los datos estadísticos que muestran el incremento de los índices, y creen lavar la culpa, al mostrar seguidamente los “esfuerzos” gubernamentales por solucionar, en parte, el problema del maltrato y el abuso infantil. Pero las reales soluciones, aún están por llegar. Muy poco, o nada, se dice de las estrategias de prevención y mucho menos se habla de la atención inmediata del pequeño abusado. Nadie, al parecer, se ocupa de su sentir, de la huella que deja marcada tal episodio, y de la influencia en su vida futura.

    Se me ocurre que ésta indiferencia, surge en parte, por el desconocimiento, de la comunidad en general, del efecto que surte este evento en la vida personal del sujeto, de las graves implicaciones en su salud mental. Y aquellos que lo saben, creo que no cuentan con todas las herramientas de las que precisan para hacerle frente. Pero talvez, si empezáramos por sensibilizarnos nosotros mismos, se podría contribuir a que familia, escuela y todos, hiciéramos un esfuerzo por intentar reconocer los signos de abuso, no dudar un segundo en buscar ayuda profesional y con esto resalto talvez lo más importante: nunca, nunca, volver a guardar silencio.

  2. Rana
    jueves 12 de octubre de 2006, 16:17 COT
    2

    Sylvie: Hemos escrito aquí en otras oportunidades sobre la indiferencia que destacas en la película Hotel Rwanda. En aquel momento hablamos de aquello que se calla en una comunidad que no desea perder su fuente de trabajo y debe soportar la presencia de un muro infame.

    Lo que señalas sobre el silencio de los niños y las mujeres abusados, sobre el desconocimiento de esta problemática es preocupante. Sin duda. Reconocer las señales de abuso, comunicar estrategias de prevención, todo ello contribuiría a una mejor intervención primaria y de urgencia. El problema del abuso infantil existe desde siempre, y creo que seguirá existiendo, por el placer perverso que existe en todos los seres humanos.

    Lo importante creo, es entonces entender las consecuencias de cualquier abuso, sin exageraciones dramáticas dignas de noticiero sensacionalista. Y ver que, a pesar del dolor, se genera en el niño o niña abusados, una conciencia del mundo distinta, que bien orientada, puede conducir al desarrollo de aptitudes morales y humanas maravillosas. Todos vivimos esta vida pasando por el dolor. Y es necesario medir nuestra capacidad para aprender de él, sin victimizarnos ni dejar que otros se lucren de tal victimización.

    Muchas gracias por el comentario, colega. Saludos y abrazos fuertes desde la pileta hacia España.

  3. olga
    jueves 12 de octubre de 2006, 16:18 COT
    3

    Interesante tu pregunta, que sentimos las personas que hemos sido abusadas? En mi caso personal, fui victima de abuso cuando tenia unos 10 años. Era un secreto en la familia, nadie hizo nada, no hubo denuncia, no hubo reclamos, nada. Las relaciones con las personas nunca vuelven a ser lo mismo, siempre estas desconfiando de todas. Pero me hice fuerte, aprendi de lo que me paso, y aunque me aisle un poco, luego aprendes que eso no es bueno tampoco. Siempre dicen que no hay que hablar de esto y creo lo contrario si lo cuentas y dices lo que sientes seria mejor…y seguiria la vida con una experiencia dolorosa pero que se cura…

  4. Rana
    jueves 12 de octubre de 2006, 16:32 COT
    4

    Olga: Agradezco mucho tu comentario. Nunca se olvida lo que se intenta olvidar demasiado.

    Me haces pensar en un caso de una familia judía que me contaba un psicoanalista: los abuelos intentaron guardar el secreto de los maltratos nazis, pero los padres empezaron a soñar con torturas y violencia. Puede ser una simple coincidencia, puede ser efecto de cualquier fenómeno. Pero lo cierto es que los secretos escapan por cualquier parte, y en el lenguaje del inconsciente reaparecen, de alguna manera.

    Aprecio que hayas contado tu experiencia de abuso en la infancia, y que hayas dicho ahora lo que callaste con el apoyo de tu familia. Traes a la discusión el asunto de “es mejor no hablar de eso” y de la represión a la que nos sometemos en muchas cosas que nos pasan, por ignorar que la mejor manera de olvidar, es precisamente recordar hasta el cansancio. Abrazos desde la pileta.

  5. Sentido Común
    jueves 12 de octubre de 2006, 23:22 COT
    5

    Feliz salto, Ranita! Estupendo artículo.
    Bueno, alguna vez discutimos tu y yo el tema de los medios de comunicación y su incidencia en las estadísticas sociales, y por esas cosas de la vida, me dió por profundizar y constaté que realmente las estadísticas podrían no haber variado, sino que cada vez se socializan más los problemas como el suicidio infantil, el maltrato o el acceso carnal, entre familiares regularmente. Pero mira tu que el papel de los medios no lo veo tan negativo como dices, porque puede ayudar para que menos niños inocentes sufran alguno de estos crímenes gracias a la “vacuna” potencial que generan masivamente los medios en nosotros.
    Abrazo!

  6. Marsares
    viernes 13 de octubre de 2006, 10:24 COT
    6

    Ranita:

    Los medios de comunicación, como todos los actores que intervienen en este drama, cumplen su propio papel. En este caso es el de comunicar los hechos con veracidad y responsabilidad. Nada más se les puede pedir.

    Que de allí se generen otras situaciones por el poder de convocatoria que poseen, es diferente. Pero allende a los medios, están instituciones que también deben cumplir un papel activo.

    La familia es quizás el principal pues allí germinan estos abusos y es deber del Estado mismo y de la sociedad proveer a la familia del sustento moral, económico, social, afectivo, para que estas situaciones no se presenten.

    Pero claro, tenemos un entorno que conspira a diario para que estas familias, sobre todo las de bajos recursos, pronto se marchiten, disolviéndose los lazos afectivos que las hacen posibles, creándose modelos deformados, una de cuyas consecuencias es el abuso infantil.

    Nadie tiene el remedio milagroso para cortar de raiz este problema. Infortunadamente es el esfuerzo de todos, familia, escuela, entorno, Estado, los que permitirían desterrar esta tragedia cotidiana.

    El cambio es lento, con dificultades a granel, pero por fortuna, en muchas partes, personas como tú hacen posible tener la esperanza de que esta realidad se destierre algún día.

    La terquedad del buen padre de familia, del maestro, del patrón, del funcionario, del amigo, del profesional, a diario le ganan batallas a esta lacra social, no solo previniendo el abuso, sino luego, aminorando sus secuelas en las víctimas. Como en oriente se dice, un camino de mil pasos, empieza por el primero, y acá, Ranita, estamos dándolos.

    (Las imágenes que ilustran el artículo son bellísimas y simbólicas porque reflejan la esperanza)

  7. Rana
    viernes 13 de octubre de 2006, 10:46 COT
    7

    Sentido Común: Muchas gracias por tu comentario. Me encanta saltar y que me feliciten por ello, mucho mejor. Permiteme aclararte que no veo el papel de los medios negativo, sino que lo encuentro inmediato, superficial y pasajero. Es decir, no empeora el asunto, pero tampoco aporta a mejorarlo, en mi opinión. Me gustaría que me explicaras aquello de la “vacuna”.

    Marsares: Gracias por las flores, las imágenes son de Portinari me encantan por su sencillez y esa energía maravillosa de los niños que captura muy bien.

    Sobre desterrar el abuso al menor, te digo que ese cambio no lo veo. No soy pesimista, pero eso no es posible, Marco. Y no es posible porque siempre ha existido en todas las épocas y en todas las culturas. Y quizás las razones son tan simples como que los seres humanos tenemos deseos, que son en muchas ocasiones, perversos. Y que no obedecen a la razón ni a lo moralmente adecuado.

    Lo que sí me parece posible es cambiar la manera como lo vemos, como lo entendemos, como los medios lo abordan, inmediatos, sin seguimiento. Yo creo que en la veracidad y en la responsabilidad de la comunicación de los medios falta mucho por establecer. Los veo facilitando esa inmediatez de la que hablaba Sylvie en su comentario: vemos atrocidades, las lamentamos, sin preguntarnos qué pasa después. La semana siguiente habrá otro niño, otro cura, otro padre maltratante pero, dónde está el verdadero análisis de dichos hechos? Si lo dejamos en manos de las instituciones, limitamos en gran medida la posibilidad de llegar a todas las comunidades, las familias, los sectores que deben como afirmas, recibir esta información para ser “tercos” en la batalla.

  8. Padrino José
    viernes 13 de octubre de 2006, 11:34 COT
    8

    Hola, me ha gustado mucho tu artículo sobre el tema. Los medios han dado prioridad ultimamente a toda noticia que se genere sobre abuso infantil, el lenguaje con que se trata la noticia de abuso tiene una sola cara y no es la mejor, ver a los presentadores haciendo muecas sin nada más que un "no hay derecho", "jum", suspiros y ceños fruncidos abre el espacio de discusión que necesita la sociedad para tratar este problema?.

  9. Rana
    viernes 13 de octubre de 2006, 13:21 COT
    9

    Padrino José: El cansancio que ha generado en mí esta “sola cara” de la noticia que señalas, es la razón fundamental para empezar a discutir en serio el problema del abuso sexual infantil. Existen en nuestra ciudad intentos multi-institucionales que convocan a los diversos estamentos implicados (policia, fiscalia, instituciones educativas, instituciones de salud) pero sus esfuerzos están encaminados no a la prevención, sino a la detección e intervención articuladas una vez que el problema se ha dado.
    Pero la información que los medios dan sobre estos esfuerzos es tan escasa, que pasa por invisible.
    Muchas gracias por tu comentario. Besos desde la pileta.

  10. caminante77
    viernes 13 de octubre de 2006, 20:39 COT
    10

    Puede que el dolor nos hunda y nos empuje a sentirnos como lo peor, pero vale la idea de la resiliencia: de poder salir de las cenizas y renacer como el ave fenix.
    No a la revictimizacion.
    Estoy de acuerdo con el argumento sobre los medios de comunicacion, puesto que son precisos a la hora de tener la chiva lista, presta para que todos la conozcan, listos a la hora de dar estadisticas y de darles voz a aquellos que no la tuvieron cuando seguro la justicia la tuvieron al frente, pero todo se queda alli, en la puesta en escena y no en lo que esta detras del mensaje.
    Quizas a los medios les falta poner un poco mas de limites y reconocer la carencia a la hora de una investigacion que salve no solo la noticia sino a los implicados.

  11. Rana
    sbado 14 de octubre de 2006, 08:49 COT
    11

    caminante77: Muchas gracias por tu comentario, y por traer a la discusión el concepto psicológico de resiliencia. Más allá de criticar a los medios de comunicación es interesante la reflexión sobre las posibilidades de recuperación de los seres humanos. No se trata de evitar el abuso, sino de reparar el dolor que a todos nos afecta. Y en gran medida, la resiliencia permite entender esa reparación. Abrazos desde la pileta.

    Para los interesados dejo enlaces sobre el concepto en su definición genérica y una interpretación psicoanalítica.

  12. Sentido Común
    sbado 14 de octubre de 2006, 22:59 COT
    12

    Sencillo Rana: cuando hablo de la “vacuna” que generan los medios de comunicación en este y otros temas, me refiero a que entre más se trate algo, entre más bombo se le dé y entre más gente se ponga a opinar o atestiguar sobre casos antes secretos, es mayor el número de personas que están prevenidas y ya no dejan tan fácil a sus hijos al cuidado de otros, los advierten y entrenan para impedir abusos y hablan de las cosas por su nombre, que es principalmente lo que ha hecho que en las estadísticas aumenten ciertos delitos tradicionalmente ocultos.

    Considero que aquí hay un papel positivo, que sí aporta a la solución, por parte de los medios. Para la muestra un botón, estamos hablando del tema en un medio…

    Abrazo!

  13. lully
    domingo 15 de octubre de 2006, 13:17 COT
    13

    http://reflexionesaldesnudo.blogspot.com/2006_01_01_reflexionesaldesnudo_archive.html

    Te envió este enlace para que leas el segundo tema. En enero hice una campaña sobre el maltrato infantil y mira que estamos en octubre y siguen presentándose más y más casos. ¿Hasta cuándo?
    Considero que nuestro aporte es el de no entrar en la indiferencia, exteriorizarlo, exhortar a toda la humanidad a no callar y denunciar.
    Al enfocar este tema tocas una parte de mi sensibilidad por los angelitos del universo: EL MUNDO DE LOS NIÑOS.
    Felicitaciones Ranita por contribuir para el bienestar de las generaciones futuras.
    Un abrazo equinoXial!

  14. Rana
    domingo 15 de octubre de 2006, 18:53 COT
    14

    Sentido Común: Gracias por el comentario, entiendo que la vacuna tiene que ver con sensibilizar a la gente, anunciar sobre la gravedad del problema hará que más y más personas prevengan su ocurrencia. Pero creo que la tarea de los medios ni siquiera en ello, funciona. Por aquello del argumento de “veo atrocidades en las noticias, pero sigo almorzando sin inmutarme”. Estamos sensibilizados realmente, o ya después del bombardeo queda precisamente el efecto contrario, y ya no sentimos nada?

    Lully: Gracias por el enlace y por tu comentario. Creo que la respuesta a tu pregunta es hasta siempre. Mientras nuestra condición humana sea un poco perversa y un poco violenta, habrá abuso (de todas las formas).
    En medio de estas situaciones conocí muchos maestros con miedo a hablar, muchas madres asustadas, muchos niños con temor a contar sus experiencias. El silencio es, en muchos de estos casos, obligatorio para conservar la vida y la tranquilidad.



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