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Colombia - Cargada el 06.09.2017 23:26:36 COT 

Humanizar la guerra (segunda parte)

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lunes 18 de diciembre de 2006 17:48 COT

Bajada de http://www.paullop.es/category/periodismo-de-conflictos/

Análisis del DIH aplicado al conflicto colombiano.

Es importante dejar claro que frente a situaciones de conflicto armado donde se ponga en juego la situación de las poblaciones civiles, y en un mundo globalizado como el actual, se hace necesaria la presencia de organismos internacionales que entren a mediar y a resolver situaciones que afecten el bienestar de una sociedad, y es posible que estos organismos hagan uso de leyes y acuerdos que se han establecido en el seno de ellos, mediante la aprobación de los países pertenecientes a los mismos. Por eso la existencia y la razón de ser de las organizaciones internacionales intergubernamentales que han sido creadas mediante tratados celebrados entre diversos estados, y están dotadas de órganos y voluntad propia y sujetas al Derecho internacional público, tienen personalidad jurídica distinta de la de los estados miembros, y su fin es gestionar la cooperación permanente entre éstos en un determinado campo.

Tal es el caso de la ONU y sus distintos organismos (OIT, FAO, OMS, UNESCO) y la OEA dentro de la cual está la OTAN. Como herramienta útil para el campo específico de un conflicto armado está el DIH que es lo que interesa aquí. Si bien es cierto que de alguna manera se necesita de mecanismos que garanticen seguridad y con mayor razón cuando éstos se extienden más allá de las fronteras nacionales, también es cierto que esos mecanismos deben ser un poco más aterrizados y menos ilusorios, si el problema con el que se trata se parece algo más o menos a la Hidra de la mitología griega, pero sin pensar que por ello sea imposible acabar con la Hidra, o dejarlo al azar, porque estoy segura que en el caso del conflicto armado colombiano no aparecerá un Hércules que nos pueda salvar de manera tan exitosa e inmediata.

El Informe de Desarrollo Humano Capítulo 8 y los principios del DIH, plantea una serie de obstáculos acerca de las dificultades que se tienen para que los actores armados asuman una posición comprometida con los acuerdos establecidos por el DIH; sin embargo, más allá de lo desinformados que puedan estar los grupos armados acerca de tales acuerdos existe un trasfondo que imposibilita el entendimiento entre las partes.

Una de las más grandes limitaciones resulta ser la misma estructura en que se presenta el DIH frente a la situación que vivimos, y además la cual puede definirse como atípica incluso con la de otros países que tienen o han tenido problemas de guerrillas y grupos bélicos organizados al margen de la ley, o con países que presentan iguales o mayores niveles de pobreza y analfabetismo pero que nunca han tenido problemas de conflicto armado siquiera interno.

Los módulos que el DIH ha establecido como prioritarios chocan con el sentido que caracteriza a los grupos armados en nuestro país, no sólo por estar pensados para países en los cuales se libran guerras internas eminentemente ideológicas (caso que sabemos desde hace mucho no es el móvil fundamental del conflicto colombiano), sino que se centran en puntos que son incongruentes con factores que van desde lo mental hasta lo geográfico.

Podemos tomar el caso de la población civil involucrada en el conflicto, resulta contradictorio plantear a los grupos al margen de la ley respetar los derechos de la población cuando ellos mismos están constituidos por la misma, se debe tener muy en cuenta que los grupos rebeldes (FARC, ELN) se dotan de la gente necesaria (que proviene de la población civil), ya sea por la fuerza o con tentadoras ofertas que los jóvenes aceptan debido a la crisis económica que padecemos y al abandono de las instituciones que cierran las alternativas de progreso especialmente en aquellos lugares donde se ubica la guerrilla.

El DIH contempla también el respeto por los centros urbanos, pero si analizamos las condiciones geográficas de nuestro país tendremos que reconocer que se quiera o no el conflicto entre los diferentes bandos pasará sobre localidades algunas de las cuales han ido creciendo sin control ni estructura debido también al descuido estatal especialmente en las regiones más alejadas.

Al comparar los módulos del DIH con los actos perpetrados por los grupos armados se puede ver con claridad que los discursos parecen escritos en idiomas distintos, mientras el DIH trata de definir parámetros que buscan de algún modo atenuar el conflicto, parecen más bien tratar de ordenarlo, de hacer que se vea un poco menos salvaje, sus medidas adolecen de una generalidad, de un tronco común que permita ver su aplicabilidad pues intentan suprimir conductas propias de la guerra en sí, características que se han ido forjando durante siglos hasta convertir las guerras en actos de barbarie infinita que distan mucho de los caballerescos combates de la edad media (que aunque respetaban los centro urbanos y los pobladores tampoco dejaban de ser bárbaros al interior), y los cuales buscara perseguir el DIH con sus acuerdos, donde pareciera no pensarse que si todo el mundo se acogiera al DIH, sencillamente las guerras no existirían, y por supuesto si su solución fuera tan sencilla, nuestro conflicto no hubiera durado y costado tanto (en términos humanos, sociales, económicos,…).

El guerrillero, el paramilitar y el soldado aplican diferentes métodos bélicos que los diferencian relativamente uno del otro pero siempre encuentran en común diferentes estrategias o maneras de saltarse algún protocolo para alcanzar resultados eficientes, es algo que la historia ha mostrado antes y que en cuestiones bélicas funciona de modo efectivo, atacar poblaciones claves e indefensas, sembrar la zozobra en regiones para apoderarse de tierras y recursos, atacar a uno que otro ex combatiente para dar ejemplo de poder, técnicas de espionaje, torturas sistemáticas y acciones terroristas para desequilibrar al enemigo.

Técnicas que de alguna manera son inherentes a la guerra y de las cuales es casi imposible prescindir, porque de ellas está compuesta; y si a algo se le quita su sustancia, su propiedad, su naturaleza intrínseca es obvio que esto desaparece para convertirse en otra cosa. ¿Cuál sería esa transformación en el caso de la guerra?, ¿Será cierto que una vez acabada ésta se llegue a la tan anhelada Paz?. Si ese es el propósito que persigue el DIH es muy loable, pero como dije anteriormente debe hacerse del DIH algo más aterrizado. No quiero decir con esto que estoy echando por tierra 55 años de su existencia, pero frente a la existencia del mundo y sus civilizaciones, el DIH es aún un niño al que le falta crecer, madurar y transformarse.

La guerra no es un juego y parece obvio decirlo; pero si nos detenemos en los planteamientos del DIH, vemos la demarcación de una serie de reglas que intentan sintonizar a los actores armados en un mismo orden de conflicto que es imposible de alcanzar dada la naturaleza única de cada situación sin antes examinar a conciencia el contexto histórico, socio-político e incluso psicológico del cual surge.

Poseemos una historia caracterizada por la muerte, la cultura de la violencia es casi una tradición en nuestro país, el atraso de la cultura ha puesto de manifiesto que las clases menos favorecidas tengan que lidiar con la disyuntiva de ser victimas o victimarios en los conflictos; y ante el gobierno de la impunidad las opciones se traducen en la ley del más fuerte, la vía de las armas se convierte pues en una salida inevitable para quienes carecen de oportunidades. Incluso, las manifestaciones guerrilleras de tipo medianamente intelectual como lo fueron el M-19 y la UP cayeron al final en esta disyuntiva, los primeros entraron con increíble comodidad en el juego de la política sucia para sobrevivir, los otros fueron sistemáticamente eliminados.

Nuestros gobiernos parecen repetir sus mediocres estrategias para importar técnicas y soluciones planteadas para otros lugares sin que primero estas sean pasadas por el tamiz de la realidad nacional. Esta carencia de análisis no es tan ingenua como se pensaría ya que existe una resistencia a ser buenos jueces de sí mismos y el gobierno prefiere evitar su auto-confrontación frente a las políticas estatales que han sembrado la semilla de la desigualdad extrema favoreciendo a unos pocos y afianzando con las décadas una crisis social de la cual la violencia de los conflictos armados que vivimos es solo un pequeño resultado de errores del pasado y que se siguen perpetúan en el presente y hacia futuro.

Es frente a esto que cabe plantear un serio interrogante: ¿Cómo es posible que nuestros dirigentes al haber tenido acceso a mejores oportunidades educativas en países desarrollados se muestren tan incompetentes en la implementación y apropiación de estrategias?. La respuesta es incierta; por una parte debemos aceptar que la clase dirigente ha permanecido al margen de la realidad nacional, viviendo prácticamente en una fortaleza donde todo es perfecto y donde se tiene la concepción de que los pobres nacieron para serlo y no progresan porque sencillamente no quieren, o no pueden serlo, o simplemente se trata de una cuestión de meritocracia; mientras ellos nacieron en la opulencia casi por mandato divino los otros están condenados a sufrir su mala suerte…nada recuerda más al feudalismo que dicho modo de pensar.

Por otra parte, existe una carencia absoluta de valores éticos sembrada en generaciones enteras de la élite nacional, los herederos del poder toman indiscriminadamente del país recursos, dividendos y tierras para asegurar la boyante supervivencia de sus familias demostrando una codicia que raya en lo enfermizo y obtuso, se constituyen en gamonales que arrebatan partes considerables del territorio nacional en aras de acumular riquezas sin medir el desbalance social que crean y que en últimas los perjudicará en el momento en que el caos de la guerra haga fútiles sus intentos por atesorar territorios a los cuales no tendrán acceso.

Una y otra vez las sabias palabras de Darío Echandia cobran fuerza y vigencia: “¿El poder para qué?” ¿De qué sirve la apropiación de territorios si no se puede obtener nada de ellos? ¿De qué sirve generar políticas caprichosas que fomenten el beneficio personal si el caos social impedirá su aplicación a futuro?. Argentina y sus gobiernos inescrupulosos y rateros dan cuenta de un camino por el que avanzamos a gran velocidad, salvo que en dicho caso los dirigentes supieron salir con las manos llenas antes de la caída por no tener el factor de la guerra recrudecida de por medio, aquí las cosas tienden a volverse más complicadas para los dirigentes depredadores, pues estamos más cerca de ser una tierra de nadie que la tierra de unos pocos.

La violencia de las clases dirigentes, traducida en la ampliación de la brecha social es un factor que podría ser incluido como punto a discutir dentro del DIH, un derecho a la dignidad, un derecho a mejores condiciones educativas y culturales, a mayores oportunidades laborales, al fortalecimiento de la pequeña y mediana empresa, a la desaparición de algunos monopolios (y no sólo comerciales) y otros fenómenos de manipulación de poder que hieren directamente los más básicos principios de la libertad y la dignidad humana.

Ahora bien, el DIH está enfocado al conflicto entre actores armados donde se realiza una reflexión acerca de todos los errores que la historia barbárica de las guerras ha dejado a modo de lección para no repetir, reflexión que arroja ciertas luces para determinar los parámetros bajo los cuales rige el DIH; que si bien son importantes deben ser especificados y ampliados en aras de hacer de él una herramienta viable pensada por gente que tenga un conocimiento claro de la situación de cada país (o al menos general), con todas las aristas que posee el problema, visto desde todas las disciplinas y visionado más allá de la sola salida del conflicto armado.

Puede sonar obvio pero parece ser que los diferentes veedores internacionales que han participado en las negociaciones llegan a las mesas de diálogo con una idea de conflicto muy diferente a la que padecemos, ya sea por escaso compromiso o por simple y llana ignorancia (amén de algunas participaciones que rayan en la completa estupidez, aunque creo que la ignorancia es la causa más probable). Las características de nuestra situación actual distan mucho de la situación en Irlanda, y esta a su vez del de España, o el de México e incluso el de las super-guerras que gustan tanto a los norteamericanos. Colombia tiene un conflicto sui generis y eso debe quedar claro para quienes tengan aún en su cabeza imágenes heroicas del Che Guevara, de la Revolución Rusa y su comunismo o de las “madres de la plaza de mayo” como representación de “lo guerrillero”, que llevan a manifestaciones tipo pedreas en la universidades públicas del país, o paros sindicales simbolizando la expresión a la que tiene derecho el pueblo, pero apoyándose en eso para entorpecer todo tipo de procesos.

Los diferentes entes negociadores ya sean nacionales o internacionales se centran en admitir todas aquellas excepciones (entiéndase por excepciones como los acuerdos que hace la guerrilla para no violar el DIH, pero que están condicionados a situaciones casi permanentes, que impiden cumplir con ellos) propuestas por la guerrilla sin tener en cuenta que la laxitud en aras de llegar a acuerdos es contraproducente para la efectividad de los mismos, las leyes son una cosa fija que debe ser asumida como un compromiso y los acuerdos deben ajustarse al cumplimiento de la ley y no a la relatividad de lo conveniente para uno u otro actor del conflicto.

Tomemos como ejemplo los intentos de nuestra guerrilla por asumir las condiciones del DIH al interior de sus filas. En los acuerdos de paz y en los diferentes comunicados vemos una cantidad de “excepciones”que les permiten continuar más o menos con las mismas actividades, el respeto a la población civil aparece aparentemente como su mayor compromiso; sin embargo las exigencias para que los civiles no queden en medio del conflicto se quedan en el papel sin que los hechos permitan ver que tales acuerdos se asuman a cabalidad. En el caso de los secuestrados sucede casi lo mismo al hacerse caso omiso de lo estipulado en el DIH cuando se menciona la protección al rehén y el cuidado de su vida y su salud.

Es claro que el DIH busca llegar a nulificar la guerra por si misma, ya que si se respetaran todos y cada uno de sus puntos los conflictos terminarían por resolverse en una partida de ajedrez de dos generales enemigos en un restaurante. Si el DIH busca que el ser humano se civilice frente a la guerra podría ser más directo y esgrimir una sencilla consigna: “Prohibida toda manifestación agresiva” y evitar el rodeo por senderos de brutalidad legalizable que demuestran ser ingenuos antes que efectivos.

Sería ideal que los líderes guerrilleros y paramilitares leyeran y reflexionaran frente al DIH como texto, el problema es que quizás la mayoría no tenga muy buena capacidad de análisis y en el peor de los casos no sepa leer, costo que debemos asumir gracias al inefectivo desarrollo educativo que ha heredado nuestro país de una lista de gobiernos oportunistas y mentecatos que han privilegiado los intereses de poder territorial de unos pocos en detrimento del esfuerzo por construir una nación sólida y uniforme desde los albores de nuestra independencia.

Por supuesto, esto se traduce en un retraso en cuanto a la negociación del conflicto armado se refiere, pues los dos contrincantes (Estado y Fuerzas Armadas por un lado, y guerrilla y paramilitares por otro) son opuestos totalmente además de diametralmente diferentes, como menciono más arriba hablan en dos idiomas distintos, donde el Estado pretende razonar y utilizar el método de la negociación y la persuasión por una vía pacífica, mientras que los grupos irregulares no conocen de esto, pues su modus vivendi no les ha enseñado otra cosa que la brutalidad y la barbarie, y que “las cosas se arreglan a los golpes”.

Como dice Fito Páez en una de sus canciones “No es bueno nunca hacerse de enemigos que no estén a la altura del conflicto”, y es evidente que cada enemigo es diferente a otro, y que están peleando en planos distintos, que piensan en idiomas distintos y mundos distintos, donde la posibilidad de un acuerdo rápido, que deje contentas a ambas partes es muy pequeña, porque nunca va ha existir un empalme, o un hilo que pueda unir estos dos universos disímiles. Cuando el enemigo se mueve y piensa diferente, las cosas se dificultan si alguno de los dos está en franca desventaja, ya sea ésta intelectual, armamentística, militar, económica,… que provoca ciertas desazones y frustraciones.

Si nos adentramos un poco en el asunto económico resulta ser que los módulos y acuerdos del DIH chocan directamente con intereses de lucro que ya están muy bien cimentados en quienes dirigen los diferentes grupos y en los comerciantes de armas que los nutren como sus mejores clientes. El DIH dejaría sin piso las rentas tan considerables del secuestro extorsivo, de los cultivos ilícitos y los asesinatos selectivos.

Pero esos intereses de lucro no solo pertenecen a la guerrilla, el Estado también está involucrado por diversas vías y bajo acciones ocultas que apoyan las actividades ilícitas de las cuales se ven beneficiados, pues no hay que negar que la corrupción es una variable significativa que ha estado presente desde el inicio de nuestra historia.

Otra limitación que puede presentar la aplicación del DIH, además del lucro que la guerrilla pueda obtener de sus fuentes de financiamiento comunes y conocidas, y de paso algunos políticos corruptos, es la presencia de grandes utilidades que dejan dos de los mejores negocios de finales del siglo XX y de éste que comienza.

En el campo Internacional, el conflicto se ve estrechamente ligado a la relación que pueda sostener Colombia con Estados Unidos. El DIH establece la autorización de la intervención de un tercero en un conflicto, siempre y cuando éste NO tenga interés alguno en el país en el cual está mediando, surge así una pregunta, es Estados Unidos el más apto para desempeñar este papel?. Es evidente que Estados Unidos tiene grandes intereses en Colombia, que no son precisamente el combate contra la droga y los cultivos ilícitos. Esa es la fachada, la acción de denominar a la guerrilla colombiana como un GRUPO TERRORISTA equiparado a Al Qaeda o la ETA; pero detrás de ello se benefician de un negocio que puede ser uno de los más lucrativos en el mundo como lo es el NEGOCIO DEL NARCOTRÁFICO, cuyo ejercicio deja grandes dividendos para quienes lo comercializan en el mercado negro, debido a la gran demanda que éste producto posee, y por el cual quienes lo consumen están dispuestos a pagar cualquier precio. Si bien es cierto que Estados Unidos aporta grandes sumas de dinero para combatir a la guerrilla colombiana, también es cierto que es mucho más lo que entra por ingresos del narcotráfico, que lo que sale para combatirlo. Total por éste lado no hay muchas esperanzas. ¿Estaremos perdidos?

De otro lado está el NEGOCIO DE LAS ARMAS. El tráfico de armas no es una actividad nueva, proviene desde la época de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra fría cuando Rusia y Estados Unidos se dedicaban a atesorar y distribuir armamento. Pero ahora no es Rusia, ni siquiera es un solo país, son varios que se dedican a la provisión de armamento, que muchos intuyen tal vez conocen pero que no se atreven a nombrarlos. El mercado negro de las armas es el otro negocio más lucrativo, y por el cual la guerrilla colombiana y otras guerrillas en el mundo obtienen grandes sumas de dinero, convirtiéndose así en una de las mejores fuentes de ingreso no nombrada, pues es mejor ocultarse porque a nadie interesa sacar a la luz pública la existencia de países que facilitan dichas armas (sabiendo cuáles son) a grupos catalogados como terroristas en el plano mundial; por conveniencia, a sabiendas de la violación que están cometiendo frente al DIH, pues este tipo de acciones van en contra de todo acuerdo establecido dentro de él. ¿Frente a esto quién se atreve a hablar?

No hay conclusiones finales; ante un tema tan espinoso como el conflicto armado y sus múltiples variantes, cada cual puede pensar de una forma distinta y concluir de manera distinta después de una serie de elucubraciones que permitan llegar a un punto. ¿Cuál? Eso lo debe responder cada uno. Pero a mí me surgen una serie de preguntas a las cuales no busco respuesta inmediata y es posible que me corresponda a mí investigarlas. ¿Es posible que cada ciudadano(a) colombiano esté preparado(a) para asumir éste reto de análisis que impone la situación actual?, ¿Tendrá los medios y herramientas suficientes?. ¿Es la existencia de éste conflicto armado causada por los intereses de unos pocos que se benefician de él?, Porque aunque nadie imagine, el conflicto (cualquiera que sea en el mundo) beneficia claro está a quienes pueden manejarlo y manipularlo, pero a la población civil, ajena e ignorante no se le da partida en esto como en casi ninguna situación.

Yo saco mis propias conclusiones, y aquí están algunas de ellas:

  • Si bien el DIH está para regular de alguna manera las relaciones de conflicto que se presentan entre seres humanos, es necesario poner más atención a aquello que es más real y menos imaginario, donde lo real da cabida a aquellas cosas oscuras que el DIH y las organizaciones internacionales saben pero que cubren porque es ventajoso para ellos. Es posible que de ahí salgan explicaciones al por qué de muchas de las situaciones que se viven hoy en el mundo.
  • A manera de analogía, debería crearse un “DIH” para quienes se dedican al ejercicio del poder, ellos deberían ser los primeros en aplicarlo y respetarlo, favoreciendo la igualdad y la justicia social en aras de nulificar la aparición de conflictos a futuro. Un país con mayores oportunidades, con capacidad reflexiva permite que las personas no tengan que caer tan fácilmente en el camino de la delincuencia y la violencia extremas para encontrar una salida.
  • Es necesario crear mecanismos de información más eficiente y equitativa, en donde esa información sea no sesgada y clara de manera que permita en especial a la población civil tener un conocimiento real de las cosas. El limitar la información y evitar que la gente se eduque o tenga acceso a mejores oportunidades culturales es una manera de desaparecer al actor social de una situación en la que él es el principal interesado y afectado.
  • Un análisis comprometido del conflicto debe ser adelantado por grupos interdisciplinarios y no dirigido por unos pocos que tienen más en cuenta sus propios beneficios que su responsabilidad para con el país y su futuro.
  • Se hace necesario reevaluar la participación de los veedores internacionales que buscan una salida al conflicto colombiano y analizar objetivamente que su mediación no se encuentre viciada por los intereses de sus respectivos países. Esto solo empeora una posibilidad de establecer acuerdos que ya es de por si es difícil.

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Un comentario a la entrada “Humanizar la guerra (segunda parte)”

  1. equinoXio » » Humanizar la guerra (primera parte)
    martes 19 de diciembre de 2006, 10:32 COT
    1

    […] (Para ilustración y análisis de los lectores, se publica un especial sobre el Derecho Internacional Humanitario. La primera parte se refiere a sus aspectos generales, y la segunda parte, que se publicará el próximo lunes, tratará sobre su aplicación al caso colombiano) […]



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