Diálogos 2012: ¿una agenda para la paz?
Artículo destacadoPor Daniel Ramos
mircoles 19 de septiembre de 2012 5:07 COT
Entre indignado y escéptico. Así me declaro luego de analizar con calma la agenda acordada entre el Estado colombiano y las Farc. Indignado porque después de sesenta años de lucha armada me es difícil aceptar que las Farc proponga una agenda que podría haber elaborado cualquier estudiante de Ciencia Política de tercer semestre (con el perdón de los primíparos); estudiantes de semestres más avanzados podrían sin duda alguna elaborar una agenda más ambiciosa, no necesariamente más extensa y auténticamente revolucionaria. Porque para una organización que se autodenomina revolucionaria no se encuentra ni rastro de ello en esta agenda.
Escéptico porque aunque políticos como Navarro Wolff han alabado la concreción de la agenda, en realidad tiene un amplísimo margen de maniobra donde están cifrados por partes iguales el éxito y el fracaso. En concreto, los puntos 2.1 y 3.2 que dicen:
2.1. Derechos y garantías para el ejercicio de la Oposición política en general, y en particular para los nuevos movimientos que surjan luego de la firma del Acuerdo Final. Acceso a medios de comunicación.3.2 Dejación de las armas. Reincorporación de las FARC-EP a la vida civil – en lo económico, lo social y lo político -, de acuerdo con sus intereses.
De entrada, las Farc anuncia que de incorporarse a la vida civil se ve como un partido de oposición o coordinando nuevos movimientos sociales. Está en todo su derecho, pero sorprende que no se ofrezca a liderar parte de la agenda que propone: pedir la inclusión en los ministerios encargados de la reforma agrícola y su financiación, de las instituciones que ayudarían a desplazados a regresar a sus tierras garantizando su vida en paz, etc.
El acceso a los medios de comunicación también deja un margen de interpretación amplio: ¿quieren ser entrevistados cada día de por medio o quieren sus propios medios de comunicación? En cualquiera de los dos casos, hace falta el núcleo central y desvelan un desconocimiento de los diálogos de paz exitosos del pasado, principalmente el del M-19: no basta con tener un medio de comunicación, es fundamental contar con su financiación, de lo contrario dependerán de una publicidad que es propiedad de los grandes cacaos y que puede llevar a la quiebra su canal por falta de pauta. ¿Cómo se negociaría esto?
Es cuando entra en escena el punto 3.2: ¿a qué se refiere las Farc con “de acuerdo con sus intereses”? En principio, los intereses son los que están planteados en la agenda, ¿cuáles son los que se quedaron por fuera? Y es aquí donde todo se puede romper: los intereses pueden ir desde la exigencia de una nueva Constituyente hasta la financiación de taxis para todos los guerrilleros desmovilizados, por citar un ejemplo: ¿qué hablaron al respecto los negociadores? Ni idea. En todo caso, las Farc demuestra que está muy cruda para entrar a participar en el espectro político colombiano o que no ha desvelado todas sus cartas, cosa nada rara con esta organización.
Un estudio serio de la experiencia del M-19 en su reincorporación con la vida política sería más acertado para entrar a negociar. ¿Por qué fracasó como movimiento político a pesar de tener la tercera votación más alta en la Constituyente del 91, acceso a los medios de comunicación y garantías para ejercer la oposición? Si las Farc estuviera conectada con la realidad política nacional sabría responder a este interrogante y no entraría de manera incauta a negociar sin plantear alguna solución, porque con esta agenda está abocada al mismo fracaso: el clientelismo del sistema se los comerá en menos de 4 o 5 años.
Aquí es donde debería aparecer una agenda auténticamente revolucionaria: ley de partidos, fiscalización de los mismos (no más promesas de campaña que no se cumplen), transparencia en la gestión y ejecución, aumento de la taza impositiva, herramientas concretas para luchar contra la corrupción y un largo etcétera que no aparece en la actual agenda.
Sin embargo, en ese mismo punto 3.2 está la semilla de la esperanza con este proceso: que las Farc acepta la posibilidad de dejar las armas y desmovilizarse. Esto pondría fin a la enorme cortina de humo en que se ha convertido durante las últimas décadas, una cortina de humo que cubre todos los desmanes de la administración pública amparados en la guerra contra el terrorismo. Ahora que empiezan a salir a la luz pública todos los abusos que se dieron durante el gobierno de Uribe hay que agradecer hasta a la Divina Providencia de que no tuvo un tercer período: hubiese llevado el Estado a la quiebra. Con las Farc desmovilizada, la mayor parte de los recursos destinados a combatirla puede ser empleada de otra manera y la sociedad y el Estado finalmente pueden concentrarse en lo realmente importante: trabajar por el bienestar de todos los colombianos. En un ejercicio de autocrítica, las Farc debería también pedir disculpas por haber alimentado con su tozudez y engaño durante los diálogos del Caguán los ocho años en el poder de Uribe.
La puerta que se abre para esta desmovilización amerita la fe y esperanza de todos. Ahora será confiar en que los llamados “intereses” de las Farc sean viables y realistas, de lo contrario, preparémonos para otros diez años de conflicto armado, más desconfianza entre las partes y la expansión de la cortina de humo para que la parapolítica siga imperando.
mircoles 19 de septiembre de 2012, 08:12 COT
Estimado Daniel, no entiendo tu ‘indignación’ aunque sí tu escepticismo. Por el momento esa agenda no es sino un documento preliminar en el que se han establecido de manera general unos puntos clave. Yo veo más bien como algo positivo el que no hayan querido entrar en detalle desde el comienzo. Creo que lo importante de esas conversaciones (secretas) en La Habana es su valor simbólico, y la agenda en concreto, por pobre que parezca, es la materialización del interés de las partes en buscar formas para ponerle fin al conflicto. No es más.
La posibilidad de la ‘dejación de la armas’ por parte de las Farc es un asunto tan importante que bien vale la pena sentarse cuanto antes a la mesa antes de que alguno cambie de opinión. Ojalá que los negociadores de ambos bandos sean gente razonable. Tanto los unos como los otros deberán estar dispuestos a ceder en muchas cosas. La guerra en Colombia ha llegado demasiado lejos, ha habido demasiados crímenes de lado y lado. Todo esto hará difícil la solución pero nada se pierde en el intento. Recomiendo este artículo: http://comunidad.semana.com/t5/Participe/La-paz-posible/idi-p/22567
jueves 20 de septiembre de 2012, 02:33 COT
Amira, gracias por tu comentario y el enlace a tu artículo en el foro de Semana. Estoy de acuerdo contigo con éste y tu comentario: a negociar se llega con el espíritu de ceder para lograr acuerdos. Mi indignación es que 10 años después la agenda o preacuerdo no ha variado mucho: definitivamente lo único novedoso (y que justifica la esperanza) es que las Farc se sienta a negociar aceptando la posibilidad de desmovilizarse. La única explicación que encuentro es que los obstáculos principales eran Marulanda, Reyes, Ríos, Jojoy y Cano. Sin ellos es posible retomar la misma agenda e incluso plantear la dejación de armas… el costo de esta tozudez es enorme para el país, simplemente para retomar lo que se abandonó diez años atrás: de ahí mi indignación. Pero me acojo a tu esperenza también: no hay de otra.
martes 25 de septiembre de 2012, 12:43 COT
Todos deberemos ceder un poco, tan solo esperemos que que aquellos que dicen negociar a nombre de la guerrilla lo hagan asi y no a titulo propio, esperando beneficios y olvidando a aquel que esta en el monte…..
martes 25 de septiembre de 2012, 14:32 COT
Dicen que esa es la desventaja de que negocie el ala política, la que desconoce los rigores de la guerra…
mircoles 24 de octubre de 2012, 10:43 COT
Ojalá y de verdad desaparezca el terrorismo, es una pena que en pleno siglo xxi siga habiendo este tipo de bandas.