Indignados, síntoma o enfermedad
ColumnasPor Fabio Villegas Botero
martes 25 de octubre de 2011 19:27 COT
El movimiento de los indignados comenzó en España el 15 de mayo con una gran concentración en Madrid, y luego se fue extendiendo por otras ciudades del país y rápidamente pasó a muchos otros países hasta llegar a EUA, como un rechazo a los terribles abusos del sistema financiero. El pasado domingo hubo una manifestación simultánea en multitud de países. Quizás el movimiento en los países desarrollados trata de replicar otros más radicales como la “primavera árabe”, o sea, los movimientos revolucionarios en el Norte de África y otros países del mundo musulmán, donde los jóvenes, principalmente, se reunían en sus plazas convocándose unos a otros a través de los medios electrónicos de las nuevas tecnologías.
¿Qué pretenden estos movimientos multitudinarios, curiosamente pacíficos? ¿Son una enfermedad semejante a la crisis económica que ya lleva más de tres años y no se le ve solución, mucho menos próxima, o es solo un descontento que se va a calmar, ya sea porque se solucione la crisis, ya por simple agotamiento? ¿Son solo el síntoma de un descontento con el sistema capitalista que, tras la caída de su adversario, la Unión Soviética, solo se preocupa de enriquecer más a los acaparadores de la riqueza?
A mi modo de ver, es algo de mucha mayor trascendencia. Desde hace tiempo me he cuestionado por qué, con la llegada de una nueva era, “la tercera ola” de la humanidad, como la denominó Alvin Toffler, no ha habido una revolución radical como la que cambió el curso de la humanidad a la llegada de “la segunda ola”, la era industrial, y como la debió haber al inicio de la era agraria en los albores del neolítico. ¿Será que es necesario tomar una gran distancia de los acontecimientos para calibrar su importancia? ¿Acaso, alimentos como los quesos, o licores como el whiskey no requieren años de añejamiento para decantar su aroma, su sabor?
¿No habrá que dar un vuelco radical a un sistema económico que, a pesar de su inmensa capacidad de crear riqueza, amenaza terriblemente la estabilidad del planeta, su sostenibilidad en el futuro y, sobre todo, deja en la miseria y hasta mata por hambre a innumerables seres humanos? ¿No se justificará, no se impondrá una transformación radical a un sistema político, como el actual, que no puede atender las necesidades de gran parte de la población, los más desprotegidos, porque está atado por unos poderes económicos que lo dominan, si no es por un estamento militar que considera la única manera de imponer el orden y la justicia entre unos seres que se deberían mover con los valores del espíritu?
Ante unos sistemas económico-políticos que han derrochado inmensas riquezas materiales con absoluta imprevisión; que han manejado a su antojo a los seres humanos, engañándolos con espejismos de derechos ilímites, de placeres sin control, de una felicidad plena y hasta una inmortalidad paradisíaca, la conciencia de los jóvenes se rebela al ver que todo termina en desilusión.