Grito de independencia
Columnas > Ración de graciasPor Marsares
mircoles 22 de julio de 2009 0:04 COT
Todo lo que sube baja, máxima sabia, que ahora nuestro presidente experimenta en carne propia, así es la vida, aunque sea Álvaro Uribe, amo y señor de la Seguridad Democrática, rey de congresistas, aspirante a Dios uno y trino, tres poderes distintos y un solo gobernante verdadero, dios de dioses, omnisciente, el que todo lo sabe porque todo lo chuza, fotocopia del bíblico que también exige sacrificios para su gloria, fuera los ateos, el que no cree en mí morirá para siempre, máxima que sus fieles seguidores cumplen a destajo, pero también dios magnánimo, de corazón grande, capaz de perdonar a sus amigos con indulgencias plenarias para que puedan ingresar al paraíso sin el pecado y con el género, luego de haber limpiado la tierra de los impíos, arrojados de las tierras del paraíso terrenal, pecadores destinados a vagar por campos y ciudades llevando como carga el pecado original de no haber creído en el Salgareño, en su evangelio, deidad de sodomas y gomorras purificadas con el fuego de los cielos, que todo lo quema, todo lo destruye, todo lo esteriliza, porque allí, en sus plantíos, en sus mentes, en sus cuerpos, está la perdición del mundo, dios vengador de las injurias de los dioses menores, herejes, cuestionadores de la divinidad, embaucadores, comerciantes de los ritos, arrojados del templo, si, este dios, entronizado en el dogma de ser el único y verdadero, hoy ve con horror, con angustia desconocida, los apetitos desordenados de sus creyentes, que ya no lo son tanto, quizás porque comienzan a escasear sus dádivas, porque su tiempo se termina, porque el disfraz comienza a apolillarse, insinuándose sus vergüencitas, igual a todos, pequeño, un dios que deja de ser útil, al que nadie escucha sus jaculatorias semanales, sus dogmas de rábula, sus promesas que ya no son divinas sino paganas, de carnaval, de cumbiambera, y así no hay quien resista, quien prometa fidelidad, por eso se lo pasan por la galleta, le incumplen las promesas, aunque le sigan sonriendo, porque nunca se sabe, pero por detrás, colocan los dedos de la seña ancestral que siempre ha significado, incluso para los dioses inventados, que también él es puro nido, y como tiene huevo, sólo basta seguir el camino para que el olvido lo marchite para siempre.