Cambio de valores y política tradicional
Elecciones 2010 > Estancias > PolíticaPor: Julián Rosero Navarrete
9 dAmerica/Bogota Abril dAmerica/Bogota 2010 20:43 COT
El fenómeno Mockus ha sido desconcertante. Tanto que la juventud, visualizada en cuanto foro, expresión cultural e incluso en Facebook, se ha teñido de color verde y aquellos que eran apáticos hoy cargan en sus perfiles la foto del polémico líder. Es más, el desorden de los conservadores, la ausencia total del Polo Democrático Alternativo, lo opaco del liberalismo y la “estela lunática” de otros candidatos presidenciales pusieron al vencedor de la consulta verde de segundo en las encuestas. Es claro también que la adhesión de Fajardo a la campaña, con todo lo oportunista que fue, le agregó un apoyo político con el que no se contaba.
Era claro que el electorado, sobre todo el juvenil, había quedado con un mal sabor de boca por los resultados de los comicios del 14 de marzo. La avalancha de apoyos hacia Antanas Mockus responde al inconformismo de la “nueva Colombia”, inconformes con las prácticas tradicionales de hacer política que afloraron de manera terriblemente ostensible en las elecciones parlamentarias. Según una denuncia de la revista Semana, el 14 de marzo fue la fecha en la que el “mercado de votos” sobresalió, dejando en la diestra pública la poca legitimidad del próximo Congreso. Había de todo: desde la aparición mágica de votos en el formato E-14, pasando por los infaltables acuerdos de naturaleza burocrática, hasta llegar incluso a postularse como fuerza política una cuestionable lista de herederos políticos de lo reprochable.
Es más, la “renovación” que tanto necesita la corporación en mención se disfrazó de aquello que la empolva. Aparecieron nuevos barones electorales fortalecidos con todas las dádivas obtenidas tras 8 años de rodillas ante la actual administración. La renovación que tantos predicaban estuvo precedida por contratos y ríos de dinero. Incluso oportunistas e imberbes politiqueros que atrevieron a confundir a un sector del electorado juvenil con que a los contratos masivos y dinero de yo no sé dónde también se les puede llamar una “donación masiva de creatividad”.
El fenómeno Antanas promete a la nación un cambio profundo en los valores culturales y ¡vaya que era hora de plantear esta opción! En una nación en donde la corrupción política nace del ciudadano inculto, en donde se giran cheques de las campañas para complacer a quienes la jerga electorera denominó como “líder”, y en donde el trabajo político del candidato termina reducido a unos refrigerios y “atenciones”, se necesita de manera urgente un cambio cultural. Se necesita de una vez por todas que se cambie la concepción de “voto por él porque me ayudó con un puesto, ayudó a un sobrino o ayudó a un cuñado”, de la concepción de “¡Doctor, deme tanto dinero y le trabajo tantos votos!” o, en su defecto, del ajuste de cuentas absurdo, en el cual algunos juzgan el voto de opinión con un “¡qué estúpido! ¡Pudiendo irse con alguien que le podía dar algo!” Son todas estas máximas que nacen del ciudadano común, aquellas que sirven de trampolín para la politiquería, las que se deben erradicar de una vez por todas del imaginario colectivo de los colombianos.
Pese a que aún se persisten reservas frente a quienes acompañan el proyecto mockusiano, en el que algunos guardan debajo de su “cola de marrano” el oportunismo o la pésima gestión teñida de “ciudades bonitas”, es posible que en Colombia la politiquería se lleve un gran escarmiento. Si Mockus va a segunda vuelta y los sectores alternativos que han estado pasivos en la actual contienda se le adhieren, es posible que los paladines de la Seguridad Democrática pierdan su juego y suban aquellos que sí tengan propuestas loables y sensatas para frenar parte de las problemáticas que tiene Colombia.
No obstante, lo anterior, que por cierto es muy idealista, puede verse manchado de “lo mismo de siempre” si los movimientos políticos que promueven una alternativa no se depuran. No se puede hablar de “los recursos públicos son sagrados” cuando se han gastado cerca de 26.000 millones de pesos del erario distrital arreglando losas, ni juzgar las gestiones corruptas cuando de manera intempestiva se termina en matrimonio con un miembro de éstas. Se necesita más que retórica para, en serio, hablar de un cambio cultural y entablar una lucha frontal con la política tradicional.
Cabe finalizar lo anterior con lo importante que, una vez depuren sus movimientos, se constituya una alianza Mockus-Petro. Es la única fórmula que puede derrotar el continuismo que no ha dejado más que un nación resquebrajada culturalmente, una “economía de mentiras” con la tasa de inversión más baja del continente y asediada por flujos especulativos de capital, un 14% de personas desempleadas (con todo lo que se hizo en 8 años para manipular esa información) y, sin duda alguna, una contrarreforma agraria que, desafortunadamente, podría coincidir con los casi 4 millones de desplazados que deambulan por las capitales del país. La mencionada alianza depurada es el único enemigo y lo único que podría hacer tambalear, y de raíz, a la política tradicional. Ahora, ¡esperar a que suceda!