La tierra de Fantasía está en peligro
Especial 2006 > La Tierra de Fantasía está en peligro Por: Beto Agudelo30 de Diciembre de 2006
La tierra de Fantasía está en peligro: la Nada avanza desde los cuatro puntos cardinales sumiéndolo todo en un vacío negro y absoluto. Y la Emperatriz, única con el poder para detener la Nada, está postrada en su lecho de muerte. Sólo un legendario guerrero puede encontrar una cura para la Emperatriz y, a través de ella, para la Fantasía.
Hace ya varias décadas el escritor germano Michael Ende comprendió el peligro que amenazaba a la humanidad y que hoy es tan evidente y ominoso como el deterioro ambiental o la situación alimentaria. La Fantasía agoniza, y como lo dijo el autor de la Historia sin Fin, a medida que el mágico Imperio donde todo es posible agoniza, los seres humanos nos vamos quedando sin sueños, y nuestras mentes cada vez más vacías van quedando abiertas a la dominación. Y es posible que no haya un Señor Oscuro – no uno sólo, en todo caso – maquinando para conquistar o destruir el universo a través de nuestras imaginaciones estériles, pero en cambio hay muchos gmorks ocultos tras las pantallas de vídeo, en las páginas de las revistas light, en los altavoces que ya reproducen cada vez menos música y más cacofonías informes que sirven como fondo a mensajes absurdos, primitivos, obscenos. Monstruos enviados para ocupar mentes jóvenes, ya vacías de todo rastro de fantasía, con un solo mensaje: compra, compra, compra, compra belleza superficial, compra vacuidad, compra tu propia muerte, compra la aniquilación de tu mundo.
Los pocos que aún tenemos capacidad de asombro nos escandalizamos, por ejemplo, con los aterradores índices de lectura de nuestro entorno latinoamericano. Pero muchos también nos escandalizamos cuando un autor, nacional o extranjero, tiene la mágica capacidad de hacer que los chicos abandonen las sempiternas consolas de vídeo, los audífonos y el chat para redescubrir el placer de la lectura, y todo porque quien lo logra no lo hace a través de “lo cotidiano” o “lo importante” sino por medio de hechizos y encantamientos que en el mejor de los casos son vistos como “inútiles”, cuando no como “satánicos”. Los profesores – si merecen ese nombre – encargados de transmitir a las nuevas generaciones el arte de leer, se limitan a enseñar una técnica incompleta para luego anular todo deseo de navegar en los océanos infinitos cuyas playas son las páginas de los libros llevando a los muchachos y muchachas a puertos infernales de violencia sin sentido, o de insulsa prosa erudita, o de mares turbulentos para los que aún no tienen la experiencia necesaria. Con una dura mirada de reprobación arrebatan un ejemplar de Verne, o de Tolkien, o de Carroll, y lo reemplazan por uno, quizá literariamente valioso pero inenarrablemente denso de Álvaro Mutis, o de Manuel Mejía Vallejo, o de un Gabriel García Márquez capaz de páginas hermosas, e igualmente capaz de escribir un libro entero en el que no pasa absolutamente nada. ¿Qué perspectiva puede formarse un adolescente tras la lectura, además obligatoria y muy pocas veces bien asesorada, de “El Coronel no tiene quien le escriba” o de “La muerte del estratega”?
No se trata de negar la calidad literaria de los autores, pero sí de buscar la oportunidad para ellos. No es posible empezar a desenredar el laberinto desde su centro: hay una entrada y un camino con bifurcaciones y encrucijadas y senderos circulares. Un chico que es obligado a leer a Kundera con dificultad querrá después internarse en la Casa Tomada, mientras que aquél que ha explorado un agujero hobbit no tendrá dificultades en hallar su camino hasta Tlon y Uqbar, así como el que ha compartido las aventuras de D`Artagnan y Alatriste no se amilanará después para acompañar a Jacopo Belbo, y hallará muchos más incentivos para sumergirse en esos océanos inacabables que para desgastar sus manos, sus ojos y sus neuronas ante las consolas, y con certeza preferirá a Bach o Ravel sobre Daddy Yankee (o como quiera que se escriba, si es que de hecho tiene una ortografía)
Y si no sabes qué es un gmork, quizá sea necesario que aportes tu granito de arena para la supervivencia de Fantasía. Y si en la librería más cercana no encuentras las obras de Ende, o si alguna luminaria ha colocado El Señor de los Anillos junto a las obras de Conny Méndez, no te preocupes: ya entenderás, y al entender habrás salvado un reino. Y ese es un buen propósito de Nuevo Año.
Otros artículos del Especial 2006