El arte de conmover
El arte de conmover > Especial 2006 Por: Adriana Orejuela30 de Diciembre de 2006
Era una asistente de camerino entrenada en aquello de lidiar con estrellas. Hubo quien no la saludó, quien la humilló, hubo displicente amabilidad para con ella, e incluso amabilidad de veras. Lo había visto todo en esos doce años de lidiar con estrellas, unas más luminosas que otras, y a la postre, sus trajines diarios le habían hecho perder la capacidad de asombro.
Sin embargo, esa noche de noviembre en el Teatro Coliseo Podestá de La Plata, a escasos treinta minutos de Buenos Aires, se reconoció conmovida. Era la reapertura del vetusto teatro y el olor a pintura fresca impregnaba el aire.
La guitarra de Luis Salinas se paseaba con sapiencia y talento por la zamba, la chacarera y el blues, pero habría de silenciarse un instante para recibir a La Negra. Mercedes Sosa apareció en escena y cantó. Cantó dos piezas de su disco más reciente; cantó para evidenciarnos que el arte es posible. La más nítida señal de esa certidumbre feliz era el hondo estremecimiento que producía escucharla y luego, la perpleja sensación de saberse tocado por un algo tan bello como inefable.