con aportes de Carolina Giraldo
Esta mañana me levanté con la intención de acompañar a mi amor a esta marcha, pues en la del 4F tuve varias razones para no asistir entre ellas de tipo laboral y otras más de tipo personal. De esas razones personales el tiempo me dio en algo la razón (por lo de la segunda reelección y el nacionalismo absurdo exacerbado), pues pese a lo masivo y quizás espontáneo de la marcha del 4F, esta obedeció más a una coyuntura (no por ello legítima en su rechazo a las asquerosas FARC) que aprovechó el gobierno y sus amigos al dedillo. Era más que previsible por el apoyo mediático y oficial que recibió.
En los últimos días estuve indagando las verdaderas razones de la marcha del 6M, que estaba preparada incluso desde el año pasado (antes de la del 4F), del creciente respaldo tanto nacional como internacional que estaba obteniendo y me di cuenta de que había sido sujeta a un sistemático proceso de desprestigio incluso por el mismo Gobierno, quien se negó a participar de la misma.
A eso de las 10 de la mañana al salir de mi casa, noté que el servicio de Transmilenio se encontraba suspendido temporalmente. Seguramente fue por que la entrada de los campesinos provenientes de Soacha iba a ser por ese lado. En el camino hacia el centro de la ciudad la única muestra de movilización fue la de la fuerza pública representada en la policía de carabineros, auxiliares bachilleres y de tránsito. Pero nada de marchantes. Pasé por el sector de la Hortúa cerca del Hospital San Juan de Dios a eso de las 10:30 de la mañana, sin embargo solo observé un reducido grupo de manifestantes acompañados de mucha fuerza pública, que hacían la espera a los marchantes provenientes seguramente del punto de encuentro de la avenida 30 con primero de mayo (sede de un centro del SENA) y de los campesinos que venían del Tolima desde el sur.
Con Carolina, nos encontramos a eso de las 11 de la mañana en la 26 con séptima. Yo venía caminando desde la Plaza de Bolívar y observé muchas cosas interesantes, aunque sentí de inmediato que la convocatoria (como era de esperarse) no estaba siendo tan masiva como la del 4F. Además de ello observé mucha desorganización en la marcha: había muchos grupos de manifestantes los cuales se encontraban dispersos. Carolina venía del norte de la ciudad y me comentó que en su camino hacia el lugar de encuentro no había visto signo alguno de manifestación, más que dos personas en el Transmilenio que se bajaron con ella. De ahí en adelante ambos comenzamos a tomar fotografías y a movilizarnos hacia la Plaza de Bolívar. Algo nos decía que habíamos llegado a buena hora.
En el camino observamos manifestantes y marchantes de todo tipo. Algunos como era previsible hacían arengas en contra del represidente Uribe, a los paramilitares, otras hacían llamado al acuerdo humanitario y otras pocas se pronunciaron en contra de las FARC y en contra de todas las formas de violencia. Así mismo había quienes aprovecharon la ocasión para mostrar su respaldo al presidente venezolano Hugo Chávez y a Piedad Córdoba, que también se me hizo previsible.
Había entre otros, estudiantes universitarios (de universidades públicas y privadas), estudiantes de instituciones educativas distritales, gente del SENA, grupos de campesinos, indígenas, afrocolombianos victimas de desplazamiento forzado, sindicatos de trabajadores y educadores, la gente del Partido Comunista, del PST, algunos familiares y aparentes sobrevivientes del genocidio de la Unión Patriótica y ante todo simplemente personas que hacían su propio duelo en búsqueda de respuestas sobre la desaparición o muerte de sus familiares. Estas últimas fueron las que más nos conmovieron debido a que ellas eran el verdadero sentir de esta marcha.
Adicionalmente varias personalidades de la política hicieron presencia como el Alcalde de Bogotá Samuel Moreno Rojas junto a su Secretaria de Gobierno Clara López, el ex gobernador del Valle del Cauca, Angelino Garzón, los congresistas del PDA Germán Navas Talero y Jesús Bernal Amorocho, la concejala de Bogotá por el mismo partido político, Ati Quigua, los líderes liberales Juan Fernando Cristo y Héctor Elí Rojas, el ex alcalde de Bogotá Antanas Mockus, la columnista María Jimena Duzán y el escritor William Ospina, entre otros.
Junto a todos ellos, se unieron algunos espontáneos y gente que se había manifestado también el 4F incluyendo algunos familiares de secuestrados por las FARC (entre ellos los de País Libre). Vale la pena notar que entre los espontáneos se encontraban personas que portaban afiches con fotografías de personas desaparecidas o asesinadas.
La marcha tuvo un desarrollo “pacífico” hasta eso de las 3:30 de la tarde sin desconocer los ya habituales agitadores “tirapiedra” que al parecer a eso de las 4:30 de la tarde hicieron de las suyas.
Carolina me comentaba que a ella le había gustado más esta marcha que la del 4F debido a que hubo una mayor diversidad en las protestas y consignas que según ella, permiten ver el conflicto colombiano en sus diferentes dimensiones, en especial con las victimas olvidadas. Sin embargo la marcha se prestó para que se presentaran consignas retóricas, transnochadas, jartas, cansonas y aburridoras de las que uno no puede sacar nada para avanzar en una mirada crítica del conflicto (incluyendo posibles infiltrados y simpatizantes de las guerrillas como las FARC). Vaya apreciación la que ella nos brinda, muy certera.
Personalmente se me hizo que la marcha tuvo unos detalles muy bonitos en torno al arte, la música y la creatividad, reflejada en muchas de las pancartas y actos dentro de la misma marcha. Punto que compartimos con Carolina. Esto permitió la reconstrucción de parte de la memoria histórica del conflicto y la reivindicación por la verdad, justicia y reparación de las victimas de actos violentos provenientes de todos los lados del conflicto (paramilitares, guerrilla y algunos agentes del Estado). Además vimos diversidad de posiciones que no tuvieron cabida en el 4F. Pero también observamos una manifestación más tendiente a lo militante que a lo espontáneo.
Pese a lo anterior y con cabeza fría, la gran sensación que me nos deja el 6M (y por qué no, el 4F) a los dos, es que a los colombianos nos hace falta mucha sensibilidad y memoria que no se solucionarán con más marchas, con todo el respeto que se merecen la movilizaciones de este tipo. Nuevamente el problema es cultural y político. Sentimos que el país perdió una gran oportunidad de hacer una sola convocatoria nacional e internacional para rechazar todas las formas de violencia, sean de las asquerosas, mentirosas y cínicas FARC, de los tenebrosos, inescrupulosos y también cínicos paramilitares, de una clase dirigente insensible con las victimas que como decía una de las pancartas no tienen clase ni estrato y de políticos oportunistas. Ah ni que decir de la complicidad de algunos medios de comunicación en invisibilizar a las victimas que se movilizaron hoy. Es repugnante y atemorizante.
Debemos dejar que nuestros corazones y razón se movilicen más bien hacia el sentido común del respeto sagrado de la vida.
* Fotos de Germán Quimbayo y Carolina Giraldo / especial para equinoXio