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Columnas > La política en tacones Por: Pilar Ramírez5 dAmerica/Bogota Septiembre dAmerica/Bogota 2011 4:46 COT
Colombia - Cargada el 06.09.2017 22:14:58 COT
Las voces de equinoXio
5 dAmerica/Bogota Septiembre dAmerica/Bogota 2011 4:46 COT
28 dAmerica/Bogota Agosto dAmerica/Bogota 2011 15:58 COT
9 dAmerica/Bogota Marzo dAmerica/Bogota 2011 7:44 COT
Estamos en una época de cambios. Podemos esperar casi todo. Vemos caer regímenes autoritarios que parecían perfectamente blindados por la docilidad de los gobernados; la ansiada alternancia que teníamos colocada como un sueño en el horizonte llegó para regocijo de unos y desilusión de otros, pero llegó para demostrarnos que es posible; un afroamericano alcanzó la presidencia en Estados Unidos y una adineradísima socialité estuvo encarcelada por conducir ebria.
Los cambios suceden tan rápido que nos asombran con hechos inesperados. No resultaría extraño que el diputado Fernández Noroña se comportara serenamente en lo que resta de la LXI Legislatura, que el secretario de Hacienda logre vivir holgadamente con seis mil pesos, que el PRD solucione definitivamente sus diferencias, que a Mafalda le guste secretamente la sopa, que haya un acuerdo entre el Correcaminos y el Coyote para que éste pronto lo alcance o que a Garu le fallen los escapes ninjas y Pucca pueda besarlo a sus anchas. Sin embargo, sexenios van y sexenios vienen, se va un partido y llega otro, y lo único que no cambia es el poder embriagante del poder.
Cada vez que comienza una administración federal, estatal o municipal se abre un espacio de incertidumbre acerca de quién llegará a los cargos, o como serán los que asumen cargos de elección popular. A la duda, se une muchas veces la esperanza de que las cosas sean diferentes y mejores, pero no siempre es así o quizá se deba a que las expectativas siempre son más altas que la realidad.
Lo cierto es que los arranques de las administraciones se llenan de una grey variopinta que va imponiendo un estilo para ejercer la autoridad, pero, como humanos que somos, hay similitudes que permiten intentar una tipología:
Los fundadores.- Son los funcionarios que reinventan el mundo. La vida educativa, de la salud, la agricultura, la justicia o el ámbito donde les toca ejercer existe a partir de ellos. Eliminan todos los proyectos anteriores que pueden, especialmente si están bien realizados y les “hacen sombra” para “imprimir su sello”. Generalmente, son los que tienen aspiraciones a cargos de mayor rango, por ello, la mitad del tiempo que permanecen en el puesto lo consumen en “dejar huella”, en “imponer estilo”.
Los versátiles.- Esta especie de funcionario, antes llamado por el vulgo “milusos”, es la que ha pasado por una gran cantidad de áreas. Un sexenio sabe de asistencia social, el siguiente de cultura, al otro de educación y el que viene de construcción de carreteras. Estos servidores públicos se vuelven profesionales del ejercicio público, han desarrollado un lenguaje burocrático que se adapta a todas las circunstancias y con él van sorteando los problemas que enfrentan sus áreas. No es difícil ver que al término de su gestión las instituciones están, si les fue bien, en el mismo punto en que las tomaron.
Los sinceros.- Este tipo de funcionario es raro, pero también existe; son los que admiten no saber nada del encargo que se les dio y apelan a la buena voluntad, profesionalismo o amor a la camiseta de los subalternos para “sacar al buey de la barranca”. Suelen ser lo que se llama “compromiso político”, es decir, los que hicieron méritos para conseguir el puesto y no les puede ser negado o son muy amigos de otro que hizo todavía más méritos.
Los inaccesibles.- En este subgrupo no se cree en el populismo. Son el arquetipo de la clase elegida que se rodea de una atmósfera de inaccesibilidad. Cualquier acercamiento ciudadano o de los subalternos pasa por rigurosos filtros de secretarias, particulares o asesores. Estos funcionarios pierden terrenalidad porque no se permiten el roce con la plebe y, cuando lo hacen, exhiben muy malas maneras para dejar en claro quien tiene la autoridad.
Los “yuppies”.- Los “young urban professional” o “yuppies” estuvieron muy de moda en Estados Unidos hace más de veinte años. El término designa, con un dejo despectivo, a los directivos o ejecutivos jóvenes, recién egresados de ciertas universidades, bien vestidos y altamente tecnologizados . Para darle la razón a Carlos Fuentes en eso de que América Latina siempre llega tarde al banquete de la civilización, hoy abundan en nuestro país versiones región cuatro de los “jóvenes profesionales urbanos” en los cargos públicos. Se distinguen por haber estudiado un posgrado en universidades del extranjero —a los que no se les da el inglés, en universidades españolas—, son inseparables de sus ipad, sus blackberry y sus ideas gerenciales, pues están absolutamente convencidos de que el fracaso de las oficinas públicas radica en no manejarlas como una empresa. Hacen “benchmarking” para definir sus metas, realizan análisis “stakeholder” para identificar a sus aliados y la sociedad a la que deben servir es su “clienta”. Los que no logran establecer un punto medio, son cooptados rápidamente por la realpolitk mexicana a la primera licitación o al reto de atender todas las necesidades con la asignación presupuestal de su institución.
Como siempre, los modelos no existen en forma pura y en la administración pública encontramos combinaciones de estas especies que no responden a una tipología científica sino a una larga observación del ejercicio del poder. “En un sistema presidencialista sin límites, los defectos personales del jefe del Ejecutivo se vuelven características del sistema mismo y se amplían y multiplican hasta afectar la vida misma de la sociedad” señaló Lorenzo Meyer como tesis central del libro El estilo personal de gobernar de Daniel Cosío Villegas, en un excelente artículo publicado por la revista Letras Libres hace diez años con motivo del 25 aniversario de la muerte del politólogo, quien analiza en ese libro la administración echeverrista.
Ese presidencialismo, entendido en su forma más simple como la concentración del poder en una sola persona, se replica en casi todos los ámbitos de la esfera pública. Casi cualquier oficina gubernamental pende del estilo, los gustos y hasta el humor de quien ejerce el cargo de mayor rango, a tal extremo que se trabaja en función de ellos y poco en relación con las necesidades, pendientes y reclamos de la ciudadanía.
ramirez.pilar@gmail.com
22 dAmerica/Bogota Abril dAmerica/Bogota 2010 6:57 COT
Cuando inició el ciclo escolar anterior, el pequeño Andrés, que ingresaba entonces a tercer año de primaria, recibió un encargo: leer un libro cada mes, del cual debería presentar un resumen ante sus compañeros. El libro debería tener, para ser considerado como tal, al menos 56 páginas; la síntesis se podía presentar con o sin ayuda visual. Los esclavos del Figueroita, es decir, sus padres, nos dimos rápidamente a la tarea de buscar títulos atractivos, de preferencia divertidos que pudieran atraer el interés del joven lector.
El mercado editorial ofrece una gran variedad de productos que pueden ser los instrumentos de conversión de los pequeños herejes intelectuales. Al tercer mes encontramos un libro de 200 páginas que hizo fruncir un poco el ceño al lector en ciernes, pero el tema y el hecho de que un personaje con el nombre de la madre fuera el “puerquito del grupo”, a costillas de quien se hacían bromas y se inventaban apodos, hacía al irreverente hijo desternillarse de risa y olvidar que era un “libro gordo”. Para caminar por el sendero difícil hacia el gusto por la lectura, establecimos cuotas diarias, excepto domingos, la mayoría de las veces la lectura era con acompañamiento para aclarar el significado de palabras y que el disfrute fuera más inmediato. Las carcajadas que arrancaba el libro hacían que las diez páginas diarias terminaran pronto. A los cinco meses, el Benjamín de la estirpe Figueroa había leído más que muchos adultos en toda su vida, incluida una buena porción de maestros. Combinábamos libros gordos con delgados, ir a la librería a elegir el libro era una nueva aventura y procurábamos los mejores momentos para neutralizar la idea de “obligación” y reemplazarla por la de oportunidad de hacer juntos algo divertido.
Por el séptimo mes, ya no le exigieron la presentación del resumen. Esto coincidió con una junta escolar donde agradecí públicamente la iniciativa de poner a leer a los pequeños. Cuando toqué el tema, la directora me informó que a ella también le había parecido buena idea pero que se veían obligados a cancelar el programa. Habían recibido muchas quejas de los padres para quienes el encargo de la lectura se había convertido en una pesadilla y una tarea muy ingrata que no podían cumplir. Se acabó la lectura, porque Andrés, al no sentirse obligado, se mostró renuente a continuar, sólo llegó al octavo libro.
Todo mundo reconoce que uno de los males nacionales es la falta de lectura y que los resultados lamentables en las evaluaciones estandarizadas que aplica la Secretaría de Educación Pública tienen mucho que ver con los problemas en las competencias lectoras, como se dice ahora en el argot educativo, donde todo es educación por competencias, cuando en realidad continúa la misma educación memorística y, en esencia, sólo se modificó la denominación de los antiguos objetivos por el de competencias.
¿Será posible interesar en la lectura a los millones de alumnos mexicanos si tienen padres y maestros que, en general, no leen? ¿Puede un padre o madre sin el hábito de la lectura ser un ejemplo para su hijo? ¿Un maestro que no lee, será capaz de transmitir pasión por la lectura? ¿Podrán los niños y jóvenes percibir la vibración que encierra dar vuelta a una página para devorar historias que cuentan las vidas que nunca viviremos, las aventuras en las que no nos embarcaremos, las sensaciones que nuestra vida cotidiana no producirá pero que estaremos cerca de conocer gracias a un escritor avezado en el arte de contarlas, si no tienen cerca a alguien que se entrega sin reservas a la lectura? ¿Cómo puede un maestro transmitir una emoción que no siente? ¿Cómo pueden los padres o madres ser guías de un camino que no recorren? Un dato, sólo a manera de ejemplo, en la lista de útiles escolares, suelen solicitar a mis hijos alguna revista para recortar, junto a lo cual se agrega, por experiencias previas, la leyenda “No enviar TV y Novelas o TV Notas” las revistas de espectáculos, por lo visto preferidas por las madres de familia, que además les parecen suficientemente educativas como para anexarlas a los materiales escolares.
Esta semana, la Secretaría de Educación Pública aplicó las evaluaciones ENLACE (Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares) a alumnos de tercer grado de primaria a bachillerato y sin haber consultado aún mi bola de cristal, me atrevo a aventurar que servirá para darnos a conocer, una vez más, el mal estado de la educación nacional. Los avances, si hay alguno, será porque hay un empeño político en mejorar la imagen de la SEP, por lo cual la dependencia está anunciando incentivos a los maestros cuyos alumnos obtengan buenos resultados en el examen ENLACE. El incentivo y no los resultados anteriores es lo que está propiciando algún esfuerzo adicional, el más notable de ellos aplicado a preparar a los alumnos para contestar un examen, que no para aprender más o ensayar nuevas estrategias educativas.
Los padres, en tanto, tienen escasa participación. La información sobre resultados y temas llegó de manera muy tardía. La escuela de Andrés hizo entrega del reporte individual el último día hábil antes de las vacaciones de Semana Santa. En este año, quinta evaluación para educación básica y tercera para educación media superior, se incluye como parte de los festejos centenarios y bicentenarios, la evaluación de conocimientos en Historia. Rudeza innecesaria.
A pesar de los polémicos resultados y estrategias para mejorarlos, la SEP se siente obligada a promover el examen a la manera de las pastas dentales que rubrican sus anuncios con el respaldo de alguna asociación profesional. En la página de la SEP se incluyen citas de personajes y organizaciones que aparentemente deben proporcionarnos confianza hablando bien del examen ENLACE. Espero fervientemente verme obligada a reconocer errores colosales en mis vaticinios.
ramirez.pilar@gmail.com
28 dAmerica/Bogota Marzo dAmerica/Bogota 2010 15:46 COT
El cuerpo humano es un misterio, convoca los sentimientos y las conductas más contradictorias; es materia de las creaciones más sublimes o de las acciones más abyectas; pretexto de excelsas obras artísticas como la del escultor italiano Miguel Ángel que ha sido motivo de admiración de muchas generaciones o blanco de ataques de asesinos seriales famosos o incógnitos homicidas de cualquier colonia o pueblo cercano.
La más reciente concentración a la que convocó el fotógrafo Spencer Tunick reunió en Sidney, frente al edificio de la Ópera, a cinco mil 200 personas desnudas con motivo del festival de gays y lesbianas en el carnaval del Mardi Gras. Tunick afirmó que el mensaje enviado con este desnudo multitudinario es que “los australianos abrazan la sociedad libre e igualitaria”. Un acto político a favor de la elección sexual mediado por una propuesta artística.
Tunick sabe que mostrar el cuerpo humano es una provocación y lo utiliza para defender el derecho a una preferencia sexual determinada. Esto que sabe Tunick, lo saben también los hombres y mujeres de los 400 pueblos, la organización campesina de Veracruz, y también lo usan políticamente. Ambos movimientos tienen partidarios y detractores, pero los hermana el desafío que plantean con sus cuerpos. Unos se desnudan para ser fotografiados, otros para protestar por la elección de un candidato a gobernador.
Claro que no son los únicos. En 1985, cuando Tunick quizá no había sostenido entre sus manos su primera cámara fotográfica, tres mil quinientos mineros de Real del Monte en Hidalgo hicieron una pionera protesta pública desnudos, ataviados sólo con sus herramientas de trabajo, para denunciar las malas condiciones laborales que tenían. El impacto que provocó su entonces muy novedosa lucha hizo que media hora después la empresa diera una respuesta positiva a sus demandas, en tanto, las fotos de los mineros desnudos se distribuían por todo el mundo. En México, el diario La Jornada le dedicó la primera plana y un gran espacio en interiores, porque ese tipo de desnudismo surgía como nueva e imaginativa forma de lucha.
Ha sido famosa también la presencia de los corredores desnudos, llamados streakers, en espectáculos y actos políticos o deportivos multitudinarios desafiando a cuerpos de seguridad para buscar la cobertura mediática de su desnuda osadía, como el hombre desnudo que irrumpió en la parte posterior del escenario de la entrega de los premios Óscar en 1974 o la mujer que cruzó la cancha en un supertazón, ambos vistos por millones de televidentes.
A veces los desnudos son producto de una ocurrencia, pero tienen el mismo efecto de irritar y asombrar. En cualquier revista de espectáculos se pueden observar una buena cantidad de semidesnudos, pero el escándalo que provocó Janet Jackson por mostrar un seno coronado por una estrella en la final del superbowl en 2004 fue mayúsculo y de graves consecuencias legales y financieras para la cadena de televisión CBS. Otro ejemplo lo tenemos en el noticiario canadiense Naked news que se anunciaba como “el programa sin nada que esconder” y que ganó audiencia gracias a sus presentadoras de noticias desnudas.
En México, justamente el pasado Día Internacional de la Mujer, cinco jóvenes se desnudaron en el Palacio Legislativo de San Lázaro para protestar contra el gobierno federal, al grito de “desnudamos nuestros cuerpos para desnudar al gobierno de Calderón” y demandar así el cese de los feminicidios, respuestas a las madres de desaparecidos y el fin de la prohibición a interrumpir el embarazo voluntariamente.
Un desnudo humano conmociona porque transgrede normas morales sumamente arraigadas, pone a prueba a una sociedad habituada a olvidar su cuerpo porque reconocerlo es pecaminoso, malo o sucio. Este conjunto de preceptos culpígenos que acallan la sexualidad no han sido suficientes para contener la expresión humana y lo único que han hecho es deformar las manifestaciones naturales del cuerpo que emergen en sus peores formas: violaciones, feminicidios, abusos a menores de edad, religiosos abusadores que predican una moralidad que ellos mismos no cumplen.
Muchos grupos y organizaciones trabajan por el respeto a los derechos sexuales, que no es otra cosa sino la exigencia de vivir la sexualidad de manera más natural y sin prejuicios, con nuevas formas de convivencia social, que a la larga puede abonar el terreno para disminuir los delitos sexuales. Esta batalla abandonó hace mucho tiempo el ámbito estrictamente moral y se ha convertido en un debate político y legal que se libra en muchos frentes. Las mujeres que trabajan activamente por el respeto a sus derechos para que no queden sólo en el papel, o los hombres y mujeres que luchan por el reconocimiento a la libertad de elegir y que hoy tienen una ley en el Distrito Federal que es objeto de asedio e impugnación por quienes se niegan a reconocer la diversidad de la naturaleza humana.
En tanto, del lado de quienes defienden posturas fundamentalistas, los argumentos de moralidad y corrección se les van de las manos porque algunos de sus representantes más connotados, como el cura Marcial Maciel, sucumbieron en forma retorcida a su naturaleza. Sus seguidores poco podrán decir a favor de un depredador sexual que enarboló la bandera del puritanismo y logró evadir la justicia gracias a su relación con el poder político y eclesiástico.
Ante este panorama, mientras permanezca el miedo de ver nuestro propio cuerpo y el de los demás, despojarse de la ropa continuará como una osadía que será utilizada como arma política, para irritación de unos y beneplácito de otros.
19 dAmerica/Bogota Noviembre dAmerica/Bogota 2009 13:40 COT
Con una desafortunada coincidencia numérica, el pasado 17 de noviembre el estado de Veracruz se convirtió en la entidad número 17 en aprobar la reforma constitucional conocida como ley antiaborto que, con el argumento de proteger la vida desde la concepción, desconoce los derechos de las mujeres y en la práctica condena de manera especial a las mujeres más pobres.
8 dAmerica/Bogota Noviembre dAmerica/Bogota 2009 12:54 COT
En alguna ocasión Gustavo Sainz hablaba acerca de cómo los escritores producen sus obras y una vez que salen a la luz adquieren una vida propia; novelas, cuentos y escritos que tendrán tantas interpretaciones y recreaciones como lectores consigan; una vida que no dependerá ya de su autor. Ejemplificaba esta idea con una anécdota que movía a risa: a un funcionario mexicano se le ocurrió la idea peregrina de invitar a Michel Foucault a la inauguración de una cárcel en vista de la fama que había cobrado su libro Vigilar y castigar. Con toda seguridad el gris y palurdo funcionario, cuyo nombre para su fortuna nadie recuerda, sólo conocía el libro de oídas. “¿Quién le manda a Foucault andar escribiendo sobre las cárceles?”, remataba Sainz.
A finales de septiembre, el secretario de Finanzas del gobierno del estado de Puebla dio a conocer que la novela de Gabriel García Márquez, Memorias de mis putas tristes sería llevada al cine en una coproducción México, España y Dinamarca, a la cual el gobierno poblano aportaría un millón de dólares y en la que también participarían como productoras las empresas Femsa y Televisa.
5 dAmerica/Bogota Noviembre dAmerica/Bogota 2009 22:40 COT
Varios analistas han abordado el uso sexista de la imagen femenina, de manera particular en la publicidad, cuyo manejo de roles le endosa a las mujeres valores que justifican socialmente un lugar de subordinación; en compensación, le ofrecen a la mujer el mando en el hogar que no es sino otro mecanismo para mantener las tareas domésticas como “asuntos femeninos” que sólo son exaltados para vender lavadoras, secadoras o planchas el 10 de mayo, pero que no gozan, en realidad, de un verdadero reconocimiento del valor social que tienen dentro de la cadena de tareas productivas.
1 dAmerica/Bogota Noviembre dAmerica/Bogota 2009 6:40 COT
En repetidas ocasiones me han preguntado si estoy a favor del aborto y respondo lo mismo que muchas mujeres: no estoy a favor del aborto sino a favor del derecho a decidir y del respeto a los derechos sexuales. No se trata de una sutileza semántica sino de todo un enfoque que debería mover a reflexión. Como bien ha señalado el jurista Diego Valadés, una legislación que no castiga el aborto no induce ni obliga a las mujeres a recurrir a esta práctica si no lo desean, no lo necesitan o no están de acuerdo con ella, simplemente otorga libertad de elección.
En Quintana Roo acaba de ocurrir un hecho emblemático de los resultados que tienen las leyes que castigan el aborto. Yasuri Sac-Nicté Pool Mayorga, una joven mujer maya de 22 años fue encarcelada el pasado 12 de octubre, acusada de homicidio doloso, cuando acudió al hospital materno de Chetumal para ser atendida por una hemorragia; solicitó atención médica después de que su hijo de siete meses de gestación muriera en otro hospital por un parto prematuro. La Procuraduría de Justicia estatal la acusó del delito de aborto que tiene una pena de 30 años de cárcel en el Código Penal de Quintana Roo. Finalmente se concluyó que fue un aborto involuntario el que había sufrido Yasuri Sac-Nicté y fue liberada once días después.
Como en otros casos, la liberación de la joven maya se logró cuando una organización defensora de los derechos humanos tomó su caso y éste saltó a los medios, pues antes de eso un “coyote” litigante había sangrado con diez mil pesos a esa familia de escasísimos recursos, sin realmente hacer nada por liberar a la mujer que no sabía siquiera de qué se le acusaba. Sólo hasta que una gran cantidad de medios reprodujo la nota, fue que el procurador de Quintana Roo determinó desistirse de la acción penal contra Yasuri Sac-Nicté al encontrar “fallas jurídicas en la consignación”.
Hace pocas semanas, mi amigo Paul Martínez, compartiendo la misma preocupación me envió una nota periodística que registra el caso de una mujer del municipio de Córdoba que no tuvo la misma suerte que Yasuri. Isabel Paulino Rojas ingirió un medicamento para abortar debido a que el padre se negó a ofrecer apoyo y la mujer no contaba con recursos económicos para la manutención de un hijo. Isabel fue trasladada al penal de Amatlán luego de ser consignada ante el juez y no solicitar fianza. Ni el juez ni el ministerio público se detuvieron a considerar que si no tenía para sufragar los gastos de un embarazo y de un hijo, tampoco los tenía para pagar una fianza.
Se trata de un marco legal que sirve para encarcelar a dos mujeres que básicamente cometieron el mismo delito: el de la pobreza. En ninguno de los dos casos la acusación las hubiese llevado a la cárcel de no ser mujeres pobres e ignorantes, y en el primer caso, además, indígena. Las marginaciones se superponen y crean así las condiciones que permiten a la “justicia” hacer “cumplir la ley”.
Sin importar que esté penado, las mujeres abortan y los hacen por diversos motivos: por razones económicas, porque ya tienen varios hijos, por situaciones familiares o por ocultamiento social. Lo que causaría un verdadero revuelo en los medios informativos sería la consignación de un caso de aborto por ocultamiento social, donde la protagonista del delito fuera la esposa de un magistrado, la hija de un secretario, la hermana de un legislador. Esos casos no los veremos, no serán noticia, porque en este país no se castiga el aborto, se castiga la pobreza.
Aún más remoto sería el encarcelamiento de los padres de esos embriones que no nacerán y donde el progenitor procura los medios económicos para evitar que tal nacimiento ocurra. Este es un tema que poco o nada se discute. Los hombres, tan responsables como las mujeres de un embarazo, no se ven perseguidos por la ley en caso de aborto, simplemente no se les acusa y el aparato judicial no destina recurso alguno para buscar presentarlos ante las autoridades.
Hasta ahora, son 16 las entidades con leyes antiaborto, mismas que servirán para hacer de éste, no un país en el que se respeten las leyes o se defienda la vida, sino para ahondar la marginación hacia las mujeres de menos recursos. Esperemos que no se sumen más estados porque son leyes que sólo crean artificialmente delincuentes donde lo que hay son mujeres cuya miseria les exige no incrementar el número de seres humanos que deban padecerla.
ramirez.pilar@gmail.com
22 dAmerica/Bogota Agosto dAmerica/Bogota 2009 5:05 COT
Los medios informativos han tenido desde hace mucho tiempo un lugar privilegiado e indiscutible como factores del poder, lo que les permite definir quién discute qué, cómo y cuándo, especialmente en lo que se refiere al tema de la política. Los políticos, en su afán protagónico, cedieron a los medios la titularidad del debate con lo cual éstos se convirtieron en instrumentos políticos de primer orden.
Así, los medios devinieron en mediadores de la comunicación entre la clase política, sus cúpulas, sus diversos grupos y la sociedad, aunque hay que decir que ésta última es la menos atendida; de la función de informar pasaron a definir la agenda social, de ahí que fuese vital para los actores políticos aparecer en los medios.
En la búsqueda de más espacios mediáticos, algunos personajes de la política decidieron utilizar un instrumento tan viejo como el libro en un papel de nuevo mecanismo de comunicación, comenzaron a escribir libros y sacarlos a la luz en momentos estratégicos y al igual que con los otros medios masivos, el valor más alto era el de correo para enviar mensajes diferenciados entre sus pares.
El libro, en esta función de correo político, probó su eficacia en ciertos episodios relevantes de la historia reciente en la política mexicana. Jorge Carpizo publicó en 1993 un folleto, prácticamente libro, denominado Expediente Mousavi para detallar las investigaciones del caso de soborno en que estuvo implicado el secretario de Comunicaciones del salinismo, Andrés Caso Lombardo, acusado por el empresario Mousavi de manipular la licitación para una compra de radares destinados al aeropuerto de la Ciudad de México.
Poco después, en 1994, Mario Ruiz Massieu, ex procurador general de la República y hermano de José Francisco Ruiz Massieu, publicó el libro Yo acuso sobre las investigaciones del asesinato de éste último. Como fuente de información resultó un fiasco pero se vendió muy bien.
Después de su controvertida administración, el ex presidente Carlos Salinas se dedicó a escribir su versión de la misma. En el año 2000 publicó México, un paso difícil a la modernidad, que muchos quizá sólo se “solapearon” como se dice en el argot editorial, pues de inmediato aparecieron reseñas de ese libro de mil 300 páginas, las cuales sirvieron para identificar los pasajes en los que Salinas habla, entre otras cosas, del proceso que lo llevó a la firma del Tratado de Libre Comercio, del conflicto en Chiapas y de la traición de Zedillo, tema predilecto de los medios que se ocuparon del libro. En 2008 hizo una segunda entrega con el libro La década perdida. 1995-2006 Neoliberalismo y populismo en México en el que analiza –y critica severamente- las administraciones de Zedillo y de Vicente Fox.
En Estados Unidos, por ejemplo, se ha recurrido desde hace tiempo y con mucha frecuencia al uso de este género que mezcla autobiografía y memoria política, que siempre es interesante porque proviene de una fuente de primera mano, son textos más elaborados que los periodísticos y menos conceptuosos que los académicos. El ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton tiene publicados varios libros, pero sin duda el que recoge sus años en la presidencia fue el más leído para conocer una versión más reposada del escándalo político que produjo su affaire con Monica Lewinsky. Barack Obama, con toda la carga de novedad política que ha implicado la carrera que lo colocó en la presidencia estadounidense, llegó al primer lugar en la lista de bestsellers que elabora semanalmente el diario New York Times con su libro La audacia de la esperanza. Recientemente, el ex vicepresidente Dick Cheney anunció sus memorias, que saldrán a la venta en la primavera de 2011, donde hace severas críticas a George Bush y lo llama “rehén de las encuestas”. Sólo el anuncio disparó las ventas del Washington Post.
En México se ha privilegiado la coyuntura política para dar a conocer este tipo de publicaciones o los medios se ocupan de magnificar el aspecto coyuntural. Esto ha sucedido con los libros de Carlos Salinas, los de Andrés Manuel López Obrador, quien tiene publicados ocho libros, pero el que ha tenido más eco por sus repercusiones políticas ha sido Un proyecto alternativo de nación, lo mismo que Un México para todos de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y libros de personajes altamente involucrados en la vida política del país como Derecho de réplica de Carlos Ahumada que se dio a conocer en las semanas previas a la elección del mes de julio.
Estos testimonios, que cada vez menudean más, son también una gran tentación para la clase política, pues todos quieren dejar en blanco y negro su versión de los hechos. Esta inclinación hace que no se termine de leer uno cuando ya apareció otro. Del mismo modo, tenemos ahora libros de antes, durante y después del ejercicio de poder, como El hijo desobediente del presidente Felipe Calderón, que presentó pocas semanas antes de la elección de julio del 2006 en la que contendió por la presidencia y en el que recoge la experiencia de su campaña.
Quizá uno de los hechos más insólitos que ha dado la política mexicana es la de un presidente que no se lleva con la lectura, pero que ha escrito dos libros. Resultó sumamente extraño que el segundo libro de Vicente Fox apareciera originalmente en inglés. Pienso en ello y la única explicación que me doy es que lo hizo para proporcionar a los lectores mexicanos un pretexto para no leerlo, pues él mismo aconsejó alejarse de los periódicos, cuantimás de los libros.
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