El ex jugador y comentarista de béisbol Isao Harimoto ha sido incapaz de visitar el Museo Memorial de la Paz de Hiroshima por el temor de revivir los terribles recuerdos del bombardeo nuclear. La carta de una niña de 12 años, no obstante, le ha dado un nuevo impulso para superar definitivamente sus miedos.

“Las canciones son mi luz. Las canciones me ayudan a olvidar la enfermedad”, dice Seikō Komatsu, una de las víctimas del bombardeo nuclear sobre Hiroshima en 1945, a quien las consecuencias de la radiación le interrumpieron abruptamente su carrera como cantante profesional.

Kio Tanaka, una hibakusha que aparece en una famosa fotografía, murió en diciembre pasado. A pesar de no haberla conocido en persona, la noticia golpeó muy fuerte a Yoshitoshi Fukahori, quien se halla a cargo de la investigación fotográfica para la Fundación Nagasaki para la Promoción de la Paz.

Kimie Kishi y Yōko Nakano estaban en los vientres de sus respectivas madres cuando ocurrieron los bombardeos atómicos sobre Japón. Kishi sufre de microcefalia, mientras que a Nakano la explosión parece no haberla afectado. Sin embargo, ambas ven la vida como un regalo y como una oportunidad de cumplir una misión.

Sesenta y un años después de las bombas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki, los sobrevivientes, como Sakue Shimohira, siguen horrorizados por la insensibilidad de la gente. Cada vez que da una conferencia en el extranjero, Shimohira queda destrozada por los avisos de cuán poca gente sabe lo que pasó.

Hoy es el lanzamiento de la serie “Hibakusha Hiroshima/Nagasaki” del invierno de 2007 del Mainichi Daily News (y equinoXio, en español), que hace énfasis en la importancia de la paz y clama la abolición de las armas nucleares.

“Las bombas nucleares y los seres humanos no pueden coexistir”, manifiesta Sumiteru Taniguchi, quien era adolescente cuando ocurrió el bombardeo sobre Nagasaki. Su espalda quedó chamuscada por el calor de 3.000 grados centígrados emanando de la bomba. La piel en los brazos se le peló y le colgaba en tiras. En la espalda, el tejido subcutáneo fue destruido y la piel no podía respirar más. Se le realizaron nueve transplantes de piel. “Con las armas nucleares, olvidar es aprobar. No aparten los ojos”.

Sunao Tsuboi, presidente del capítulo de la prefectura de Hiroshima de la Confederación de Organizaciones de Víctimas de las Bombas Atómica y de Hidrógeno del Japón, no ocultó su decepción por el ensayo nuclear norcoreano. Estuvo en Pyongyang en 1999 organizando una exposición sobre la bomba atómica, creyendo que había podido comunicar su argumento contra las armas nucleares.

Hideo Tsuchiyama, presidente de la Asamblea Global de Ciudadanos de Nagasaki para la Eliminación de las Armas Nucleares, afirma que deshacerse de las 30.000 cabezas nucleares estimadas en la actualidad que existen en todo el mundo “implica un gasto enorme y largos años de esfuerzo, así que es importante tomar una vista larga y pensar de manera optimista”.

Un parasol de la China, cuyo interior fue destruido por los rayos termales de la bomba atómica, le ayudó a Suzuko Numata a darle el valor de seguir viviendo. A pesar del dolor, ella habla todos los días ante decenas de personas que visitan el Parque Memorial de la Paz de Hiroshima sobre sus experiencias como hibakusha.