¿Fundamental o fundamentalista?
Metida de PapaPor marsares
martes 19 de septiembre de 2006 8:47 COT
Por Thilo Hanisch Luque*
Marsares, el autor del tema propuesto, tiene el don de incitar a la gente a opinar sobre temas que normalmente preferirían echar al baúl de los recuerdos. Ciertamente uno piensa en su cotidianidad que ciertos temas espinosos de la política, la religión, o el sexo, es mejor no discutirlos, para no crear inconformidades y desacuerdos incómodos, o meter la pata diciendo algo, quizás sin pensarlo bien, o haberlo reflexionado y estudiado suficientemente. Como seguramente le ocurrió al Papa, si es que sus palabras fueron el producto de un lapsus momentaneus, y no su verdadero parecer.
La otra posibilidad, claro está, que fuera una provocación intencional. Nunca lo sabremos. Vale la pena sin embargo hacer una reflexión sobre lo fundamental del problema, y si se quiere, lo fundamentalista del problema, y me disculpan de antemano por este vano juego de palabras. Seguidamente, y lo digo con todo respeto, “las preguntas para reflexionar” de Marsares están sesgadas, pues incitan claramente a una respuesta, por la forma en que fueron escritas. Creo en la libertad de estilos, y toda esa parafernalia periodística, pero más allá de cuál sea la verdad, la inducción es clarísima e innegable en las primeras cuatro preguntas, en mi concepto, y no permitiría establecer una discusión objetiva.
Primero lo primero
Por ahí podría decir Marsares con hidalguía que la objetividad no es su objetivo, o que no es posible, o ambas cosas. Sería cierto. Pero uno debe intentar serlo, para que el lector o público sea el que juzgue. Pasa algo muy parecido en la política, cuando un gobierno cualquiera, de la tendencia política que usted quiera, trata de impulsar una reforma constitucional, por ejemplo, y ponen en el voto junto al SÍ: “¿Quiere usted votar SI a la reforma política de Fulanito para que el país sea próspero, o NO para que sigamos igual?” Estoy exagerando, obviamente, con fines ilustrativos. Algo parecido ocurría con la formulación de las preguntas del fallido y fracasado referendo de Álvaro Uribe. Son actitudes fundamentalistas y absolutistas.
La crítica no va contra Marsares, cuyos escritos admiro, sino contra la carencia de objetividad al formular este tipo de preguntas, que en mi humilde opinión, es precisamente ejemplo de la diferencia entre un argumento fundamental, y uno fundamentalista. Para no extenderme más en este punto: un agnóstico, católico, periodista, negro, blanco, hombre, mujer, viejo, joven, o lo que sea, tiene el mismo potencial para el absolutismo que un sacerdote católico, un religioso musulmán o un rabino judío, por mencionar unos cuantos.
Ahora sí, a lo que vinimos
La Iglesia Católica en cabeza del Papa Juan Pablo II pidió perdón por varios “pecadillos” de su historia oscura, como el de la Santa Inquisición, la persecución de científicos que como Galileo se atrevieron a decir que el sol no giraba alrededor de la tierra, sino al revés, por su silencio cómplice con el nazismo en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, por varias brujas quemadas en la hoguera, etc. ¿Es suficiente esto? Seguro que no. Mucho menos con tanto atraso para tantas víctimas. Pero el tema no es si la Iglesia es buena o mala, sino si “el Papa es infalible como lo predica un dogma de la Iglesia católica”, en una primera instancia. Fácil. Si pidieron perdón por los errores de sus predecesores, está implícito por pura lógica que el Papa no es infalible, y que ellos reconocen esto como un hecho. Al menos que en alguna encíclica por ahí, diga en letra pequeña que el Papa es infalible a partir de Juan Pablo II, lo cual, algún bichito por ahí me dice que no es así.
Se preguntarán muchos, y con razón, que si la verdad es tan sencilla, por qué no hay nuevas declaraciones o documentos teológicos oficiales de la Iglesia al respecto. Muy sencillo. Ellos separan los dogmas de fe, de los asuntos políticos y aún de la interpretación de asuntos religiosos de difícil solución. Por ejemplo la prohibición de continuar con la Teología de la Liberación, o con la comunión conjunta con la Iglesia Protestante alemana, lo cual, constituyó un retroceso reciente y torpeza grande en la “política religiosa”, no es necesariamente un asunto teológico. Pero si muy político. Conclusión: hay dos agendas: la política, y la teológica, que no siempre concuerdan.
Problema viejo
Quien haya leído o visto la película de El nombre de la Rosa, basada en la novela de Umberto Eco, se acordará de las rivalidades entre el protagonista (un fraile mendicante, tomista -como yo-) en la búsqueda de escritos de Aristóteles, y los franciscanos, herederos de la filosofía de San Agustín, y por ende, platónicos. Esa división ideológica, sigue igual de vigente hoy en día. Entonces no sólo hay dos (o más) agendas eclesiásticas, sino que no se puede partir de la base que todas las congregaciones están de acuerdo con las políticas y determinaciones centrales, más bien, han prometido obediencia al dogma. Por ende muchas de esas políticas y visiones teológicas son como una Constitución Política, que pretende satisfacer los intereses no tanto de las mayorías, sino de los que tienen el poder, como en cualquier otra institución política.
Interesantemente, si concebimos a la Iglesia Católica como un ente político transnacional, cuya capital es el Estado Vaticano, por supuesto, la pregunta sobre la autoridad moral para criticar otras religiones quedaría felizmente respondida. Claro que tiene derecho a criticar, pero dentro de un orden de respeto a la “soberanía” y “autonomía” de las otras religiones, igual a lo que sucede cuando los líderes políticos de las naciones se critican entre sí. ¿Acaso no fue precisamente esto lo que hizo Jesucristo, siendo judío, cuando criticaba a los comerciantes fariseos? Luego como derecho y libertad, es incuestionable que tiene el derecho y deber de denunciar lo que crea impropio, o inconveniente, o lo que sea.
Es muy diferente preguntar, sin embargo, si en este caso específico el Papa como máximo jerarca de la Iglesia tenía o no derecho a decir lo que dijo, y la forma en que lo hizo (¿pública e irreflexiva?). Una monja italiana ya fue asesinada como producto de sus palabras por fanáticos islamistas para continuar la eterna revancha entre Occidente y Oriente. Por alguna razón me acordé de la famosa hermana del periodista estrella de equinoXio (no lo digo con ánimo sarcástico) Álvaro Ramírez, la Hermana Sor Irma, valga la redundancia. Ramírez y su familia pasaron un trago amargo, y algunos lectores con ellos, por la angustia de que ella cayera víctima de las bombas del Hezbolá o del ejército israelí. Gracias a Dios llegó sana y salva a Londres, después de algunas peripecias que nos relató por medio del blog de su hermano desde sus diferentes lugares de paso. Dicho esto, creo que daba lo mismo en ese momento “quiénes eran los malos”.
Por supuesto, en una guerra de estas, el llamado a la concordia y el diálogo entre las religiones es fundamental para acabar con la intolerancia religiosa y de otros tipos, Pero si uno parte de la base de los juicios históricos al estilo de Karl Marx para buscar culpables de la zozobra mundial, y llega a la conclusión que la solución es denigrar a los líderes espirituales de otras religiones, dicho diálogo se torna imposible. La reacción musulmana por las palabras imprudentes del Papa, pues fue percibida precisamente como un cuestionamiento moral en el mundo musulmán. ¿La respuesta es entonces un contra-cuestionamiento al mundo cristiano? Entonces todos son inmorales ahora, por ende, en teoría, al carecer de legitimidad, el diálogo “ecuménico” no tiene sentido tampoco, y las llamas de la guerra fraticida han sido avivadas.
¿Todos los caminos conducen a Roma?
Bueno, ya sabemos que los Papas no son infalibles, que el actual la embarró, pero que no era para tanto, aunque sospecho que el asesinato de la monja italiana no despertó la misma indignación que las palabras de un Papa errático, que bien o mal, ya pidió excusas. Pregunta Marsares, en otras palabras, si hay una sola religión verdadera. Pues para el no religioso, seguramente hay varios caminos. Para el religioso, sólo existe el camino verdadero de su propia fe, eso se entiende. Si no, daría lo mismo asistir a una misa católica que a una mezquita u orar mirando hacía el Oriente varias veces al día. Para el agnóstico o ateo, la pregunta no es si existe una sola religión, sino de la validez misma de la religión, sea cual sea. Y la respuesta invariablemente es una que integra progreso material con el social, tolerancia a los credos y libertades dentro de un estado que impone sus criterios de justicia objetiva, cuando las diferencias entre las partes son irreconciliables.
Interesantemente hay algunos pocos hombres de ciencia, y “animales políticos”, que creen en la posibilidad de vivir en un estado o nación donde prime la separación del poder estatal del religioso, sin por ello perder su fe. Me incluyo en este grupo. El progreso político e industrial ha sido máximo en aquellos países donde coexisten las verdades de la fe con las de la razón y, si se quiere, de la ciencia. Japón con el budismo, Europa Occidental con las diferentes acepciones del cristianismo, Estados Unidos también. Quiero referirme a éste último país, que tantos aman ciegamente y otros tantos odian, pero ambos con criterios fundamentalistas.
Se habla mucho del retroceso norteamericano en el orden mundial, no sólo político, sino también cultural. Si bien seguimos oyendo rock and roll, consumiendo hamburguesas y mirando películas gringas por cable los occidentales común y corrientes y de estratos medios (nuevamente me incluyo), no causa el mismo entusiasmo que el jazz de Louis Armstrong o el programa espacial de la NASA en los setenta, y mucho más importantemente, el famoso sueño americano de antaño.
La cuestión es que Estados Unidos está precisamente en una fase cultural fundamentalista, evidente por sus tensiones políticas internas, por el intento de crear religiones absolutistas, como esa que integra darwinismo y cristianismo, y que se quiere imponer en las escuelas. Eso prueba mi punto. El retroceso económico y político mundial, va en concordancia con la intolerancia social interna, y la falta de convivencia armónica entre cientificistas y religiosos.
China e India, en cambio, han logrado tímidas reformas y ampliación de algunas libertades civiles y religiosas, que igualmente han coincidido con un innegable progreso social, económico y cultural. Pero una cosa es facilitar la coexistencia, y otra es fusionar los credos políticos y religiosos en un solo cuerpo. Ahí está Irán, está Iraq, está Palestina, Indonesia, por citar algunos, Todos ellos estados teocráticos, de muy mal pronóstico.
Unas últimas palabras, para los lectores sobrevivientes
Soy colombiano y alemán, Cuando voy a Alemania, debo soportar suspicacias desinformadas y superficiales sobre la realidad de Colombia y nosotros los colombianos, debido al narcotráfico, el irrespeto innegable por la vida en nuestra patria y hasta por la falta de amor a la camiseta de la Selección Colombia de fútbol. Pero igual cosa me sucede acá en Colombia, pues cree mucha de la gente que en cada esquina del barrio donde nací en Alemania, o de Múnich o de Berlín, hay un nazi listo para atacar a las razas inferiores. Y hasta me han preguntado varias veces si soy uno de ellos.
Estas asociaciones no son gratuitas. Son nuestro “legado histórico”, y a mi me tocó por partida doble. ¿Eso me impide condenar a los fascistas del mundo o a los corruptos que corroen nuestra sociedad con el narcotráfico? No lo creo. Sin negar los errores horribles contra la humanidad, de unos y otros, mi deber moral es censurarlos. No creo que ningún ciudadano requiera pasaporte, o en este caso, autoridad moral para hacerlo, porque simplemente se crearía un círculo vicioso donde cada quién preguntaría quien es quien para conferir o no autoridad para criticar.
¿Tengo autoridad para condenar a los fundamentalistas, vengan de donde vengan? Sí, sí la tengo, pero aunque no la tuviera, no me importa. Y en mi concepto en este momento la gran mayoría de estados teocráticos absolutistas, son islámicos. Seguramente es una coincidencia histórica. Al decir esto, no pretendo condenar religión alguna, ni mucho menos a sus practicantes. Pero con toda seguridad, mientras por este escrito podría recibir algunas reprobaciones o críticas destructivas en mi contra aquí en Colombia, por este mismo escrito, en cualquiera de los sistemas teocráticos en cuestión, mi sentencia de muerte sería cosa segura. ¿Son las protestas musulmanas un atentado a la libre expresión? Cuando conllevan a la muerte, como respuesta a la palabra, equivocada o no, así sea la palabra del Papa, seguro que no son sólo un atentado a la libertad de expresión: son su ejecución sin atenuantes. He dicho.
*Editor General OIMC