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[Personajes invisibles, seres reales] La Chacha

Columnas
Por

mircoles 24 de noviembre de 2010 13:33 COT

Cas

Luz Elena nunca será la actriz estelar de ninguna novela, jamás estará de modelo en una valla en la vía Rionegro-Las Palmas, no será reconocida en Hollywood, difícilmente será famosa. Pero en su historia, en la novela particular que todos los días escribe con la pluma de la rutina y el papel del destino, ella es la protagonista de su vida y hace en su existencia, acomodándose a las circunstancias, un libreto donde siempre será el personaje más importante.

Contradiciendo el verano extraño del décimo mes del año, la tarde está de color raro. Nubes moradas, grises y negras contrastan con pequeños espacios azules intensos que recuerdan los días antecedentes llenos de sol. Es amplia la paleta de tonalidades celestes, pero no es linda su combinación: acongoja, genera incertidumbre. Aun así, con amenaza de bañarme por segunda vez en las mismas veinticuatro horas, mis pies me animan a dejar atrás la fachada vieja de mi morada y avanzar por el camino rural de mi vereda, acompañada de mi teléfono descargado y de Blacky, mi cámara digital, con el cabello desgreñado, la cara limpia y ropa vieja. Olvidé que decenas de automóviles último modelo estarían surcando el pantano ocupados por personas bien vestidas, muy distintas a mí.

Desde hace algunos meses el vecindario se ha tornado diferente; irónicamente, un sector lleno de fincas ostentosas y quietud eclesiástica ha tomado tintes pintorescos propios de las barriadas. Aunque muchos traten de obviarlo, en Llanogrande hay mucha gente pobre, nativos que poco a poco han sido amilanados por quienes compran sus tierras a precio de tesoro. Pero a ella, a La Chacha, nadie la hace avergonzar y, de cierto modo, se ha encargado de recordar a los otros habitantes de “la milla de oro”.

Casa elegante

Doblo una de las esquinas, si así puede llamársele, de la carretera empedrada y aunque faltan unos cien metros para llegar hasta allí ya puede verse el colorido de los toldos y el humo del fogón en el puesto de empanadas que Luz Elena puso en plena vía. Está inclinada sobre la leña, peleando sola con el fuego que no quiere devorar la madera que le sirvió, pero sí sus dedos. Hoy no luce su atuendo acostumbrado, esas minifaldas multicolores que ahogan sus caderas aplastadas, ni esas camisas escotadas que revelan abruptamente, desvergonzadamente, la voluptuosidad de sus tetas. Tampoco camina en sandalias de plataforma pasadas de moda y no tiene la boca pintada de intenso carmesí. Tiene su cabello negro recogido, una camiseta esqueleto naranjada, un jean y tenis. Está trabajando, debe estar cómoda. Es extraño, el puesto de verduras de su papá, el precursor de esta modalidad de ventas en el sector, hoy está a cargo de ella. Aún faltan unos pasos para estar a su lado y ya su voz estridente, aguda, muy aguda, retumba en el ambiente. “Hola, 'chacha'”, me saluda eufórica como siempre lo hace, conmigo y con todos, por eso se ganó el apodo, es más, muchos ni siquiera saben cómo se llama.

Luz Elena es una mujer joven. Tiene aproximadamente treintaicinco años, nunca dice su edad; de hecho, trata de ocultarla con recelo. Es de poca estatura, un metro con cincuentaicinco, quizá. De contextura delgada, excepto por los kilitos de más que le quedaron adheridos a su abdomen después del milagro de ser madre. Su piel se colorea con un tono oscuro y adornan su cara algunas pecas. Se mueve de forma tan particular como todos los ademanes y muletillas que utiliza a la hora de hablar. Es extraño verla quieta, desde que la vida la obligó a tomar las riendas de su familia inventa modos y maneras de subsistir y eso le implica revolotear por todo lado, como dice ella.

Tiene la primera de las tres mesas que ha puesto en hilera llena de implementos de cocina: una tabla, una bolsa partida, la masa de las empanadas y la cabeza de una botella plástica de Coca Cola. Con mi llegada, el fuego inició su labor y ella la suya. Empanadas hay de muchas clases, cada quien tiene un estilo muy propio de hacerlas. Siempre me fascinó la manía de mi mamá de decorarlas en los extremos. Las de La Chacha son simples, pero su magia está en la destreza y la practicidad con que las hace. Ella me habla, pero es poco lo que la escucho, estoy absorta en el movimiento de sus manos envolviendo el guiso y dando forma a su vianda con el pedazo de botella. Con Luz Elena se cumple esa premisa de que las mujeres somos capaces de hacer muchas cosas al mismo tiempo: arma, frita, da vuelta, me conversa y saluda a los vecinos que hacen su tránsito por el lugar. Todo le sale bien.

Hace veinte años vivía en la casa, de la que nunca ha salido, con sus padres y sus tres hermanos. Hoy, los giros de la ruleta del destino modificaron ostensiblemente el entorno de su hogar. Su madre, una mujer completamente opuesta a ella, desde su figura hasta su actuar, trabajaba en una casa como empleada del servicio. Sus labores la obligaban a permanecer interna de lunes a viernes. Un fin de semana, como cualquier otro, salió de su casa después de compartirlo con sus hijos, dispuesta a reiniciar las actividades que le daban gran parte del sustento a su familia; pero nunca llegó, ni a su empleo, ni nunca más a su hogar. Luz Elena dice que no sabe nada de ella, que nadie entendió su partida; pero los gestos de su rostro, mezcla de rabia y dolor, denuncian que los rumores eran ciertos: su madre los abandonó para fugarse con otro. Su partida trastornó completamente las dinámicas de su casa, principalmente fue Luz la afectada. Ahora, sin siquiera sospecharlo previamente, estaba a cargo de una familia.

Tomó menos tiempo de lo que pensé, la primera tanda de empanadas doradas y humeantes ha salido de la sartén. La Chacha, con una frase apurada y saturada de una preocupación que más me pareció vanidad por conocimiento, me ofrece una para que le diga si están buenas de sal. Por supuesto está deliciosa, ¿qué empanada puede saberme mal?

Si bien Luz sólo tenía quince años cuando su progenitora partió, supo salir librada. Su empuje la hizo encontrar todo tipo de alternativas, algunas poco ortodoxas y muy diversas; pero siempre de algún modo, se ha ganado la vida. Le alcanzó para sortear la falta de apoyo de su padre cuando le dijo que quería seguir estudiando y por sus medios terminar al menos la secundaria. También pudo soportar el accidente que dejó a Don Raúl, su papá, en muletas por mucho tiempo. Además de la tristeza de un mal amor que le dejó con su partida un regalo que hoy por hoy es su motivación: su hijo Caliche. Pero La Chacha no sólo cuida y se entrega en cuerpo y alma por la educación de Carlos. También es la madre de Lina María, hija de su hermana Clara, quien repitió la historia de abandono familiar y sin asomo de remordimientos dejó su niña en manos de su hermana. Tal vez supuso acertadamente que Luz volvería a aceptar el reto de hacer familia en la tempestad. Por ellos dos es que se quema las pestañas cada fin de semana, quiere verlos estudiar, hacer todo lo que ella no ha podido. Por ellos dos ha cambiado sus ritos de diversión, atrás quedaron las noches interminables de parranda. Por ellos dos transformó sus expectativas a todo nivel, especialmente en el amor donde ha sido una auténtica picaflor, si así puede llamársele a una mujer. Ahora el requisito más importante para aceptar un pretendiente es que admita y le importen sus hijos.

En su novela, La Chacha es la buena y la mala simultáneamente. No ha tenido un trasegar sencillo, pero también ha cometido muchos errores. Cuando era más joven sus huesos se deslizaban emotivos por las pistas de baile y su piel se arrastró sensual en muchas sábanas de muchos hombres, incluso en las de seres prohibidos con los que visitó la clandestinidad y despertó las habladurías.

Desde que me senté en una tabla que ha improvisado como silla, hemos charlado un rato largo de temas diversos y dispersos. Un asomo de melancolía se devela en sus ojos, como si le fuera a creer me dice que es porque no ha vendido empanadas en la tarde. La pregunta que me hace en seguida confirma mis sospechas. Retoma las cavilaciones sobre los hombres y sus efectos en nuestra vida, me pregunta que si mi novio vendrá esa tarde a visitarme y se lamenta porque el suyo, con quien lleva un año de amores, no la ha llamado ni ha aparecido ese día. Disfraza su tristeza adulando el tono rojo de mis uñas. Rojo, el color del amor. Un tarro de obleas me coquetea, no más que el lindo caballerito de ojos azules e inmensos que vino con su familia a inaugurar las ventas. Finalmente me decido y le pido una oblea a La Chacha, quien me deja prepararla con todo el arequipe que se me antoje. Mordisco tras mordisco me alejo del lugar mientras le prometo un número telefónico que necesita para uno de sus tantos negocios y ella eleva el tono agudo de su inconfundible voz.

Sí, ya sé y lo reitero, Luz no es protagonista de historias fantásticas, no está inmersa en el escándalo de Agro Ingreso Seguro, aún no ha salido en Q’hubo, ni que yo sepa en ningún video porno que ande rotando en la Internet. La Chacha es simplemente una mujer verraca, humilde y tan humana como cualquiera que vende empanadas, obleas, verduras, jugos, faroles y engorda pollos para velar por su familia.

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5 comentarios a la entrada “[Personajes invisibles, seres reales] La Chacha

  1. Liz
    viernes 26 de noviembre de 2010, 12:52 COT
    1

    Sili, hermoso escrito, es de esos que te transportan al lugar mismo.
    Me encantan las historias de gente real…. Felicitaciones

  2. Luis
    viernes 26 de noviembre de 2010, 16:58 COT
    2

    Una crónica bien redatada que nos cuenta más de lo que vive la gente de bien como tu protagonista.
    felicitaciones

  3. Juan José Ossa
    viernes 26 de noviembre de 2010, 21:37 COT
    3

    Déjame decirte que realmente es hermoso ver como cada ser humano tiene tras de si un libro de anécdotas. Historias inéditas que muchas veces necesitan de alguien que tenga la sensibilidad y la habilidad para contar los sucesos de la cotidianidad, encontrar lo sublime en la sencillez de la vida que generalmente vemos espectacularizada en los medios.
    No es necesario ser talentoso para exaltar los logros de alguien que ha adquirido un cierto grado de fama con estos; músicos, divas y estrellas del cine y la televisión, entre otros.
    Pero si lo requiere el contar historias de vida, tan simples y hermosas como la de la chaca.

  4. Eisen HAwer.
    mircoles 1 de diciembre de 2010, 23:34 COT
    4

    Para qué decir lo ya dicho………
    Simplemente te felicito y sabes qeu lo siento como si fuera mio también. Más orgulloso no podría sentirme¡¡ 🙂

  5. Ramiro
    jueves 2 de diciembre de 2010, 11:32 COT
    5

    Admirable su forma de escribir y difundir la cultura del oriente antioqueño.
    Felicitaciones.



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