Incertidumbre y nerviosismo estival en Japón
Ciudadano del mundo > ColumnasPor Julián Ortega Martínez
domingo 12 de agosto de 2007 1:27 COT
Carteles electorales de 2005. A la izquierda, Jun’ichirō Koizumi, entonces primer ministro; a la derecha, Ichirō Ozawa, líder de la oposición (Foto: Iwate Buddy/Flickr, licencia CC-BY-NC-SA)
Tras la debacle sufrida por el oficialista Partido Liberal Democrático (PLD) en las elecciones de la Cámara Alta, realizadas el pasado 29 de julio, Japón vive un verano lleno de incertidumbre política, tanto por la terca decisión del primer ministro Shinzō Abe de seguir en su puesto, a pesar de las voces que piden su dimisión y de su popularidad en el punto más bajo de su administración, como por la incógnita que despierta el opositor Partido Demócrata del Japón (PDJ), que pasó a dominar la cámara alta tras su victoria de hace dos semanas, acerca de si está preparado para gobernar.
En un hotel de Tokio, el mismo 29 de julio, pesos pesados del PLD, entre ellos el ex primer ministro Yoshirō Mori, debatían el futuro del partido y la posible renuncia de Abe. La información del Mainichi Shimbun y del Asahi Shimbun da cuenta de la reunión de Mori con Hidenao Nakagawa, secretario general del partido, y Mikio Aoki, entonces líder del PLD en la Cámara Alta, mientras los votantes iban a las urnas. Conscientes de que el PLD no iba a alcanzar el umbral de 40 escaños necesarios para sostener a Abe en el poder, Nakagawa y Aoki ofrecieron sacrificarse, pero los tres reconocieron que iba a ser difícil que Abe siguiera en el cargo. Enterado mediante Nakagawa de lo sucedido, Abe llamó al ex premier Mori y le dijo que iba a seguir en el puesto sin importar lo que sucediese, decisión que anunciaría al país antes de las 22:00, mientras la televisión empezaba a informar acerca de la debacle del PLD. Mori respetó la decisión de su ahijado político.
Aunque la Cámara Baja (de Representantes) es la que a fin de cuentas elige al primer ministro, quien heredó de su predecesor Jun’ichirō Koizumi una aplastante mayoría en los comicios de septiembre de 2005, la Cámara Alta (de los Consejeros), con el cambio de poder, puede vetar y hacerle la vida imposible al PLD a la hora de legislar. El triunfo del PDJ es más producto de un castigo a Shinzō Abe –por el escándalo de las pensiones, la corrupción y la incontinencia verbal de su gabinete y la insistencia en temas polarizantes y a la vez intrascendentes para la mayoría de los nipones– que de sus propias virtudes, aunque no se puede desconocer la campaña clientelista y politiquera de su líder, el ex PLD Ichirō Ozawa, quien se ausentó de la celebración tras el cansancio que le dejara su periplo proselitista.
Los eventos inmediatos a las elecciones demuestran el lento desmoronamiento del gobierno Abe: renuncia de Nakagawa, renuncia de Norihiko Akagi, ministro de Agricultura, por corrupción [su antecesor se suicidó por lo mismo], la prensa pidiendo la renuncia y el llamado a elecciones de Cámara Baja (igual que el 47% de los encuestados por el Asahi), aprobación de la resolución H. RES. 121, no vinculante, en la Cámara de Representantes de EUA, instando a Japón a reconocer y disculparse por el caso de las “mujeres de solaz”, o esclavas sexuales durante la Segunda Guerra Mundial (Abe y su camarilla de ultraderecha han negado sistemáticamente este crimen de guerra), anuncio de remezón ministerial para el 27 de agosto, caída de popularidad a su punto más bajo (22% según el Mainichi) y la revelación de un sondeo, también del Mainichi, en el cual el 70% de los encuestados se mostraron satisfechos de la derrota del PLD.
La presión es ahora para el PDJ, que debe demostrar que está capacitado para gobernar (un sondeo del Yomiuri Shimbun afirma que un 46% de los encuestados creen incapaz de "convertirse en el partido gobernante", frente a un 36% que creía que sí). Pocos presentían que el tema de la alianza con EUA sería el primero en la agenda tras los comicios. A comienzos de la semana pasada, Ozawa rechazó un posible encuentro con el embajador de EUA Thomas Schieffer, tras el anuncio del PDJ de impedir en la Dieta la renovación de la ley que permite a las Fuerzas Marinas de Autodefensa aprovisionar a la fuerza multinacional del Océano Índico, así como el regreso de las tropas que apoyan la reconstrucción de Afganistán.
El encuentro, no obstante, se llevó a cabo el miércoles, con Ozawa dejándole claro al diplomático estadounidense que no iba a apoyar la extensión de la ley, que vence el 1 de noviembre, a pesar de la insistencia de Schieffer en que el asunto era de vital importancia para la propia seguridad de Japón. Ozawa dijo que la invasión de Afganistán por parte de EUA no tuvo “el consenso de la comunidad internacional” y que no iba a abastecer de combustible en el Índico a las tropas británicas y pakistaníes destinadas a la presencia multinacional en ese país. Japón tiene dos buques destructores y un barco petrolero entre el atolón Diego García y las costas de Pakistán. Schieffer se mostró dispuesto a compartir incluso información confidencial con Ozawa para que reconsiderara su decisión. El PLD también “negocia” con el PDJ, ofreciéndole información de las actividades de las Fuerzas de Autodefensa e incluso “revisar” la ley.
Mientras el encuentro de Ozawa con Schieffer se desarrollaba en Tokio, la ministra de defensa Yuriko Koike le enrostraba al viejo zorro del PDJ en Washington su “hipocresía”, pues Ozawa apoyó la participación japonesa en la Guerra del Golfo del 91, e insistía en mantener en buen estado la alianza con EUA, máxime con la expansión militar de China. La facción más derechista del PDJ, encabezada por Seiji Maehara, busca la extensión de la ley, quizás temiendo que EUA tome represalias por la retirada, dada la dependencia nipona hacia ese país con la amenaza latente de Corea del Norte. Respecto de Iraq, el PDJ también se opuso al apoyo nipón a la invasión en su momento y, según el Financial Times, podría impulsar en la Dieta una retirada de la impopular misión, tal vez a cambio de continuar el apoyo de la Marina en el Índico, buscando mostrar así firmeza hacia EUA pero al mismo tiempo manteniendo la alianza, así sea con un bajo perfil. El PDJ sabe que debe saber jugar sus cartas en la política exterior, aun con una débil disidencia a su interior.
Fortalecido y celebrando la victoria, el PDJ logró colocar en la presidencia de la Cámara Alta a Satsuki Eda, ex director de la Agencia de Ciencia y Tecnología del Japón y activista universitario en los años 60 contra el tratado de seguridad nipoestadounidense, impulsado por el entonces primer ministro Nobusuke Kishi, abuelo de Abe. Eda es el primer presidente de una cámara parlamentaria que no pertenece al PLD desde 1955. La nueva vicepresidenta, del PLD, es Akiko Santō. Sin embargo, al haberse conformado hace 9 años a partir de una serie de partidos de variadas ideologías políticas, los demócratas deben sobreponerse a sus contradicciones internas mientras presionan a la coalición oficialista y a Abe a renunciar y convocar elecciones de la Cámara Baja. El nieto de Kishi, por su parte, se mantiene en sus trece, enceguecido por su idea del bello Japón, en parte gracias a la ausencia de reemplazo en el partido.
El ambiente político no podía ser peor: el ministro de Justicia Jinen Nagase es ahora quien enfrenta acusaciones de corrupción, sectores del PLD insisten en la dimisión del primer ministro, el budista Nuevo Kōmeitō, que forma la coalición con el PLD, comienza a considerar el abandonar la alianza tras los resultados electorales y el Nuevo Partido del Pueblo (el de Fujimori) busca con el PDJ congelar la privatización del servicio postal, que fue la consecuencia de la barrida del PLD en las elecciones de 2005. Como apunta el analista Tobias Harris, el futuro de Abe puede depender en gran medida de su mentor, el ex premier Mori, quien en una reunión de viejos zorros de la Cámara de Representantes, en lugar de refutar las críticas de Ozawa hacia Abe, no vaciló en señalar su falta de experiencia.
Mientras el primer ministro disfruta de unas tensas vacaciones antes de una gira por el sur de Asia, el PDJ prepara su artillería para la legislatura que comienza en algunas semanas. Los analistas vaticinan que Abe dimitirá antes de terminar el año o, si aguanta, a comienzos de 2008, aunque existe la leve probabilidad que ni siquiera complete los 12 meses en el cargo el 26 de septiembre. El anunciado remezón para el 27 de agosto podría servir más para dar pistas de quién podría suceder a Abe mientras su eventual sucesor convoca a elecciones de la Cámara de Representantes. Pero por ahora, reinan la incertidumbre y el nerviosismo previos a la humillación final para un primer ministro cada vez más solo y carente de apoyo popular.
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